BREVE HISTORIA DE CÁCERES
XCVIII
La venida de Isabel I de
Castilla VII
Posesionada la ínclita doña
Isabel I, la más grande y magnifica, para algunos cronistas, de cuantas testas
coronadas de España, emprendió la ardua tarea que, llevo a feliz fin, de
apaciguar sus reinos y organizar la administración municipal de sus esquilmados
pueblos.
Cáceres fue una de las villas
objeto de sus primeros cuidados, vino en 8 de mayo de 1,477, e hizo un provecho
de nuestra organización concejil. En 27 de febrero de 1.479 doña Isabel
acompañada de su esposo Fernando, volvió a Cáceres, tras haber celebrada en
Trujillo las exequias por el alma del Rey de Aragón, y venían de paso para la
frontera Portuguesa, a donde iba también a concurrir la infanta doña Beatriz de
Portugal, su tía, para concertar el modo
de poner fin a la dilatada lucha de castellanos y lusitanos, con ocasión de la
sucesión de la corona de España, cuya entrevista no se llevó a término por el
pronto, marchando los regios consortes de Cáceres a Trujillo en 22 de Marzo de
1.479.
El 7 de mayo, estaban de nuevo
en nuestra villa, con tal fecha autorizaron las Ordenanzas a que se habida de
acomodar el aprovechamiento de las dehesas del Concejo, denominadas Zafra y
Zafrilla.
Tornaron de nuevo a Trujillo,
donde estuvieron hasta el 5 de junio en que don Fernando marchó a Guadalupe,
volviendo doña Isabel a Cáceres y tomando desde aquí la ruta de Alcántara, a
las vistas concertadas, después de haber otorgado uno y otros muchos privilegios
a nuestra villa.
El día siete de enero del año
de mil y quinientos, el Rey Católico, ya viudo llego a Cáceres, camino de
Salamanca y aunque solo permaneció un día en la villa, no lo desaprovechó, pues
al presentársele los caballeros de su vecindario, los animó a tomar parte en la
jornada que, a modo de cruzada, preparaba el Cardenal don Pedro González de
Mendoza, contra los árabes de las costas africanas, a la que quedaron obligados
los invitados.
Isabel I e Castilla y el Pendón
de la Villa
La joya de más estima, como la más antigua y más gloriosa
del consistorio cacerense, es el pendón de la villa, conocido como el Pendón de
San Jorge, sin duda por haber sido el que enarboló sobre el alcázar musulmán,
de la antigua Norba Caesarina, el día de la conquista definitiva para la
cristiandad de la Hins-Qazrix del moro, día en que la iglesia celebraba la
fiesta del Santo Jorge, pero no porque tuviese hoy ni hubiera tenido nunca,
figura o leyenda que hiciese la más remota alusión a su santo patrono, don
Publio Hurtado, nos cuenta:
“Hay un historiador, Solano de Figueroa, de escaso o ningún
crédito por los anacronismos y patrañas de que abundan sus obras, que cita en
sus santos de Cáceres, un pendón que tenía bordada en una de sus caras la
figura de San Jorge, armado y a caballo, con un dragón a sus pies, ningún
documento oficial, ni ninguna referencia hace mención de tal estandarte”.
*“Merecía efectivamente contemplarse, nos sigue diciendo don
Publio Hurtado, en ocasiones lo había visto paseando por las calles de la
ciudad y que sería cosa de examinarla más de cerca, al poco lo sacaron de las
vitrinas colocadas en el salón de sesiones del Ayuntamiento donde se custodia,
al par que otras tres o cuatro banderas y estandartes de las milicias locales,
y lo desliasen y tendiesen a la vista de don Publio, mirado, y admirado, se dio
cuenta de que aquello, no era ya más que un venerado guiñapo que antaño
perteneció a otra bandera, piadosamente sobrepuesto y recosido sobre una tela
de seda carmesí, por las propias manos de la Reina Católica, según afirma el
licenciado Rodríguez Molina, haciéndose eco de la tradición local”.*
(Publio Hurtado-Ayuntamiento)
“Don José
Ramon Mélida (arqueólogo) atribuye el hecho de remedar el pendón, a la época de
don Alfonso X, hijo de San Fernando, Fernando III de Castilla y León, por
advertir en el bordado, juntamente con finezas ornamentales góticas,
reminiscencias arábigas, semejantes al códice de las Cantigas (poesía cantada)
atribuido al monarca Alfonso X el Sabio”.
Recién
constituido el primer ayuntamiento por el rey conquistador, se dividieron sus
“viri boni” (hombres buenos), en dos bandos, uno, el leones, mantenido por la
familia de los Giles, Alfonso, Saavedra, Figueroa, Espaderos, Yáñez y
Mogollones, el otro, el castellano, en el que figuraban los Valverdes,
Blázquez, Téllez, Pérez, Osma, Mateos, Paredes, Delgadillos, Escobares, y
alguna más, de tal modo quedaron separados entre sí, que el consejo usó dos
sellos, uno con un león, con u castillo
el otro, sellos que guardaban respectivamente dos concejales, y que a pesar de
la disposiciones del Rey, San Fernando, perduraron como los dos bandos, hasta
la época de Isabel la Católica.
Así que,
teniendo dos sellos, es natural tuvieran dos estandartes, lo que hizo la reina
católica, fue unir materialmente ambos emblemas, en la bandera que restauró,
cosa que no es verosímil. De estos precedentes se deducen dos conclusiones,
según don Publio Hurtado:
Una, que
el llamado en la actualidad Pendón de San Jorge, no es el dado por don Alfonso
IX a la villa cacerense, aunque como tal se tenga.
Y la
segunda, que, este emblema, si es la que recompuso la reina Isabel la Católica,
bien pudo confeccionarla con elementos de estandartes antiguos, y aun ser el
del Pendón Original, pero jamás este”.
Tres usos
eran los que se daban a tan honrado estandarte, guiar las mesnadas cacerenses
cuando iban a la guerra de orden del Rey, presidir la proclamación de los
monarcas en las calles y plazas de la villa, y recorrer estas procesionalmente
todos los años, el día de San Juan Bautista.
En la
antigüedad que se revela de los recosidos restos, al estandarte de referencia,
se puede asegura que fueron testigos de
los esfuerzos de las huestes cacereñas en cien jornadas bélicas, ya dirigidas
por sus alcaldes, ya por sus corregidores, estos eran oficialmente los
capitanes de guerra de los partidos, ya por los capitanes nombrados
expresamente por acaudillarlas, hasta que la creación de los ejércitos
permanentes suprimió estos alardes, privando la gloria del triunfo o el baldón
del vencimiento entre la masa de soldados de todas las procedencias.
Algunas
jornadas que perpetuaron la memoria de los antepasados cacerenses, que tomaron
parte con su pendón a la cabeza, nos cuenta el cronista algunos ejemplos:
A los
siete años de esta establecido el ayuntamiento cacerense, sirvió con su pendón
y sus gentes de armas al rey don Fernando III, en la conquista de Córdoba,
llevada a cabo en 29 de junio de 1236, tambien se volvió a la ayuda, en la de
Sevilla el año de 1248, donde otorgó buen repartimiento de haciendo al
caballero Benito de Cáceres, que tal vez fuera el caudillo de las huestes
cacereñas.
En 1272
volvió a servir a la corona, proporcionado al infante don Fernando de la Cerda,
hijo del Rey Alfonso X el sabio, lucida tropa de caballeros para combatir al
Rey moro de Granada, servicio que premió el autor de las Partidas con un Real
privilegio fechado en día doce del mes de febrero del año de 1473, por el cual
hizo excusados del pago de pechos a los caballeros de la villa que llegasen a
la vejez y a sus esposas.
Ya en
1308, tuvo que partir a Alcántara, de cuyo puente y castillo se habia apoderado
el infante don Juan, tío y tutor del Rey Alfonso XI, uno de los magnates
descontentos y perturbadores que conoce la historia, se titulaba Rey de
Galicia, de León y de Sevilla, y de conformidad con el Mestre de la Orden de
Alcántara y las huestes del concejo de Plasencia, puso sitio al castillo y lo
ganaron, degollando al alcaide Garci Gutiérrez, defensor de la plaza en
representación del rebelde Infante.
En 1334,
Cáceres envío sus gentes de armas a mandato del Rey don Alfonso X, sobre la
plaza de Badajoz, sitiada por los portugueses. En 1338, vino a Cáceres dicho
don Alfonso, y de aquí partió hacia Valencia de Alcántara, con los caballeros, del
Concejo y pendón de la villa, a castigar al Maestre de la Orden don Gonzalo
Nunes de Oviedo, que hasta hacia poco había sido privado suyo e investido en la
villa cacerense por el mismo ahora cabreado monarca, con el Maestrazgo de la
Orden alcantarina, que por ciertas habladurías y especias de injurias que había
proferido contra la real manceba doña Leonor de Guzmán, y que los parientes de
esta, malmetieron y azuzaron grandemente al monarca perseguidor, que una vez
tenido don Gonzalo por su antiguo protector, fue mandado degollar, sin que
fueran parte a templar la cólera del Rey los muchos e importantes servicios que
le había hecho.
También
acudió el Concejo, con su gente de armas, al XI de los Alfonso, en la campa
contra Tarifa y memorable batalla del Salado en 1340, en el cerco de Algeciras
en 1344, en el sitio de Gibraltar en 1349, donde la peste, la temible plaga que
invadió al ejército, acabo con la vida del monarca.
En las
guerras sostenida entre Aragón y Castilla en 1356, el cabildo cacerense
propicio siempre a la causa de sus Reyes, envió a don Pedro el Justiciero con
sus estimables mesnadas. Más tarde y con la misma fidelidad demostrada, ayudo
en 1360 a don enrique de Trastamara, sucesor del anterior, en trono de
Castilla, cuando don Fernando de Portugal, alegando su cualidad de biznieto de
don Sancho el Bravo, trató de reivindicar por medio de las armas la corona
castellana.
Las
eróticas y trágicas disensiones de la familia real lusitana, dieron margen en
1382 a que don Juan I de Castilla entrase en son de conquista en Portugal,
adonde y de orden suya, los siguieron el concejo y caballeros cacerenses.
Durante
el reinado de Juan II, salieron otra vez las tropas cacereñas, a batallar
contra los moros de Granada en 1442, al mando de Juan de Ovando, que se
titulaba Capitan Mayor de Cáceres.
Ocupaba
ya corona Castellana, doña Isabel I, cuando el Rey de Portugal, trató de
apropiarse de ella, y sustituirla por su sobrina doña Juana la Beltraneja, hija
del Rey don Enrique, con la que tenía concertado en matrimonio el de Portugal,
entró este en Castilla, por Alburquerque en la primavera del del año 1475, y
las tropas cacereñas al mando del Capitan Diego de Cáceres Ovando, lo lleva
hostilizado todo el camino hasta Plasencia, matándole regular gente de
armas de la retaguardia, en la capital
del jerte, el de Portugal contrae matrimonio con doña Juana la Beltraneja.
(Fuentes
Floriano Cumbreño-Cáceres Villa)
(Fuentes
Publio Hurtado-Ayuntamiento)
Agustin
Díaz Fernández


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