LA VENIDA DE LA REINA ISABEL I DE CASTILLA
XCII
La venida
de su católica Majestad I
Crónica
desde la Calle Ronda de la Pizarra
En el
ayuntamiento de la ciudad de Cáceres, en el archivo, existe un documento, en el
que se pone de manifiesto la injerencia que al decir de algunos historiadores
la mejor de las reinas que tuvieron jamás las Españas, ejerció en la
pacificación de la por entonces villa cacerense.
Nos
cuenta don Antonio Floriano, que el mencionado documento se compone de dos
cuadernos, y que le primero de ellos consta de ocho hojas de papel de folio, y
esta escrito en letra cortesana del siglo XV, el papel lleva por filigrana una
mano, en muy mal estado de conservación, y como cubierta le sirve una hoja de
pergamino en la que se lee:
ORDENANZAS QUE HIZO LA REYNA NUESTRA
SEÑORA
PARA LA VILLA DE
CÁCERES
Escrito
en letra Gótica, que bien se puede datar como coetánea de las Ordenanzas, pero
en la misma tapa, pero escrito con letras que según parece son del siglo XIX,
donde se lee, además:
ORDENANZAS
CONCEDIDAS A ESTA VILLA POR LA REYNA DOÑA ISABEL, ENCONTRANDOSE EN ELLA EN
JUNIO DE 1477.
Y más
abajo:
OTRAS
CONCESIONES EN 17 DE MAYO DE 1479 POR LA MISMA REYNA Y EL REY DON FERNANDO
HALLANDOSE TAMBIEN EN ESTA VILLA.
Y termina
con letra de distinta mano, donde se ve escrito:
SE HALLAN
CONFIRMADAS POR EL REY DON FELIPE III EN 18 DE JUNIO DE 1604 Y POR EL
PRIVILEGIO QUE QUEDA UNIDO A ESTAS ORDENANZAS.
Y lo que
se expresa en este último título, constituye el segundo de los cuadernos, este
consta de diez y seis hojas de pergamino con cubierta de la misma materia y en
la que se puede leer el título:
CONFIRMACIÓN
A LA VILLA DE CÁCERES DE CIERTAS HORDENAÇAS QUE TIENE.
Y añadido
de la misma mano que rotuló la cubierta del documento anterior:
A LOS
REYES CATOLICOS DOÑA ISABEL Y DON FERNANDO POR EL REY DON FELIPE III EN 18 DE
JUNIO DE 1604.
Aunque
parece que este añadido no es cierto, y según se desprende del documento, es
más bien una confirmación hecha por Felipe III en Valladolid y en la fecha que
se dice, pero no de las Ordenanzas de los Reyes Catolicos, si no de la
confinación de las mismas, que fueron otorgadas por Carlos I en Valladolid en
el día 17 de Julio de 1527.
La
confirmación de Felipe III lleva cosido el lomo de cordones de seda a colores
rojo, amarillo y azul, de los que pende un sello de plomo de gran modulo (ocho
centímetros y medio) y que lleva en el anverso la figura del Rey sentado en
rico trono, con corona y manto real, una esfera en la mano izquierda, alrededor
la leyenda:
PHILISPS III- D.G.- CASTELLA LEGIONIS NAVARRAE
GRANATE
Y en el
reverso, el escudo de España bajo los Austrias y la continuación de la anterior
leyenda:
TOLELI –
GALICIAE – HISPALIS – CORDOVAE – MURCIAE. ETC REX.
(Antonio
Floriano Cumbreño-Cáceres Villa 1917)
LA
REINA
Aquel día
9 del mes de julio del año de 1477, según la crónica fue día grande para la
villa cacerense, La reina Isabel I de Castilla, se encontraba en la ciudad
murada por los romanos de Norba Caesarina, acompañada de un muy lucido sequito
de nobles, purpurados, prelados, doctores de su consejo, los onmes bueno de las
villa, y paniaguados del sequito, todos tenían la esperanza de que con esta
venida a la villa cacerense trajera la paz y la tranquilidad entre sus
habitantes.
Y es que
sucedía que estaban los nobles de la villa divididos en bandos o linajes, y que
por medio de las armas se disputaban continuamente el dominio en el Concejo,
dos eran los bandos dos, los del linaje de los de abajo y los del linaje de los
de arriba, denominación esta que probablemente aludía a posición topográfica de
sus casas fuertes, y que iban a encontrar en la reina Católica la formula
pacificadora, cesando de este modo las luchas por apoderarse de los cargos que
no eran los que menos perturbaciones
producían en la villa y su tierra.
Y sucedió
que merced a la buena mano de la reina Isabel, se iban a acabar en la villa así
como en otras villas de Castilla y León, aquellas terroríficas luchas que a
diario llenaban el suelo de Cáceres de sangre, de sangre de unos y de otros,
que como en cualquier guerra todos aportaban su número de muertos, por causa de
los nobles revoltosos y pendencieros, que de almenara en almenara, de torre en
torre y de casa en casa peleaban por insignificantes causas, o por un puñado de
maravedis, y fue causa de que las caravanas de peregrinos empezaran a cruzar
tranquilos la región cacerense hacia Santa Maria de Guadalupe sin verse
atacados por las turbas de asaltadores, ya nobles, ya bandoleros, o por ambos
al mismo tiempo, que los desvalijaban y los maltrataban sin piedad, y fue la
reina Isabel I de Castilla, la reina católica, fundando y consolidando la
justicia, velería por que los peregrinos llegaran salvos a su destino, y por el
cumplimiento de la ley.
En
consolidar la justicia puso su empeño la Reina Isabel, y arrebatar a los nobles
arrogantes los medios de lucha y las armas que le deban el poderío, y el medio
de conseguirlo era una sola justicia que tuviera mucho poder, y la mejor manera
era centrar competencias entres
justicias, y para consolidarla no debía valerse de lar armas, si no de
leyes meditadas y sobrias, de actos políticos y de un sistema de estímulos con
premios y castigos en la que brillara la más extrita justicia, y apartando con
mucha mano izquierda a aquellos belicosos, que por su carácter pudieran
entorpecer la justicia.
Y con
fecha de 9 del mes de junio del año de 1477, quedan redactadas las ordenanzas y
constituido el Concejo, ya más tarde por el día 17 del mes de mayo del año
1479, fecha en que tuvo de nuevo la venida de la Reina Isabel I de Castilla a
la villa cacerense acompañada en esta ocasión del Rey don Fernando, cuando dio
otras disposiciones, reglamentado
algunos actos y evacuando consultas, como la unificación de la justicia,
ordenanzas de las casas concejiles, pacificación de la tierra, ordenanzas sobre
parcialidades, torres y casas fuertes, así como las actas de constitución del
ayuntamiento.
Unificación
de la Justicia.
Más tuvo
conocimiento la reina doña Isabel I de Castilla, aunque no se sabe si fue
durante su primera venida a la villa cacerense en el año de 1477, o ya tenia
noticias que pudieran ocasionar su venida, de las diputas, luchas que mantenían
los moradores de la villa unos contra los otros, pidió más información al
respecto y siendo el motivo el de averiguar qué bando estaba la razón, ordenando al punto a
los señores de su concejo que abrieran investigación, y que averiguaran el
origen y motivo de las constantes querellas causantes de tantas muertes,
informándose así de cubrir los abusos que debía cortar, y que sin duda surgía
de la provisión de oficios, ( se llamaban oficios, los cargos públicos y
oficiales a caballeros oficiales a los oficios que desempeñaban), ya que por
apoderarse de ellos cometían los peores abusos y violencias, sobre todo durante
el reinado anterior, el de Enrique IV (el Impotente), cuando se vendían de
forma escandalosa, y siendo de lógica la consecuencia de esto, el que los
compradores cometieran toda clase de atropellos para lucrarse.
Y sucedía
que cada cual alegaba para ocupar los oficios el uso de la fuerza, o el del
dinero, cuestión esta que era el origen del mal y el desbarajuste existente en
el Concejo cacerense. Así doña Isabel I, mandó hacer las ordenanzas llamadas de
los cargos concejales, con ello puso coto a tanto desmán, se deslindan los
campos y se terminan las diferencias.
Estas
ordenanzas quedan reflejadas en la primera página del cuaderno hallándose
autorizadas por el secretario Álvarez de Toledo, y con la firma de la reina
Isabel, y consta de ocho artículos referentes a prever los oficios, y en uno de
ellos se habla del sello y armas de la villa de Cáceres.
El
Concejo tendría un corregidor (según parece debía ser por entonces Francisco de
Maldonado) aunque nos cuenta el cronista que de las ordenanzas se deduce que no
era necesario este oficio, toda vez que las tres veces que se alude a este
cargo, dice “el corregidor si lo ouiere” si nombrar alcalde.
Los
oficios que se reglamentan eran los de Regidores, Procurador del Concejo,
Mayordomo, Alférez, Contadores y Fieles, donde los regidores no podrán ser más
ni menos de doce, y para tener derecho a ocupar este cargo era indispensable
ser vecino natural y morador de Cáceres y no ser Pechero ni señor de Vasallos.
ISABEL Y
FERNANDO REYES CATOLICOS
“Posesionada
la ínclita doña Isabel I, la más grande y magnifica, para algunos cronistas, de
cuantas testas coronadas de España, emprendió la ardua tarea, que llevo a feliz
fin, de apaciguar sus reinos y organizar la administración municipal de sus
esquilmados pueblos.
Cáceres
fue una de las villas objeto de sus primeros cuidados, vino en 8 de mayo de
1,477, e hizo un provecho de nuestra organización concejil. En 27 de febrero de
1.479 doña Isabel acompañada de su esposo Fernando, volvió a Cáceres, tras
haber celebrada en Trujillo las exequias por el alma del Rey de Aragón, y
venían de paso para la frontera Portuguesa, a donde iba también a concurrir la
infanta doña Beatriz de Portugal, su tía, para concertar el modo de poner fin a la dilatada lucha de
castellanos y lusitanos, con ocasión de la sucesión de la corona de España,
cuya entrevista no se llevó a término por el pronto, marchando los regios
consortes de Cáceres a Trujillo en 22 de Marzo de 1.479.
El 7 de mayo,
estaban de nuevo en nuestra villa, con tal fecha autorizaron las Ordenanzas a
que se habida de acomodar el aprovechamiento de las dehesas del Concejo,
denominadas Zafra y Zafrilla.
Tornaron
de nuevo a Trujillo, donde estuvieron hasta el 5 de junio en que don Fernando
marchó a Guadalupe, volviendo doña Isabel a Cáceres y tomando desde aquí la
ruta de Alcántara, a las vistas concertadas, después de haber otorgado uno y
otros muchos privilegios a nuestra villa.
El 7 de enero
de 1,500, el Rey Católico, ya viudo llego a Cáceres, camino de Salamanca y
aunque solo permaneció un día en la villa, no lo desaprovechó, pues al
presentársele los caballeros de su vecindario, los animó a tomar parte en la
jornada que, a modo de cruzada, preparaba el Cardenal don Pedro González de
Mendoza, contra los árabes de las costas africanas, a la que quedaron obligados
los invitados.”
(Fuentes Floriano Cumbreño-Cáceres Villa)
Agustin
Díaz Fernández

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