BREVE HISTORIA DE CÁCERES
CLXIX
Capitán
Diego de Cáceres Ovando VII
(1475-1476)
Crónica
desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
También
con fecha 12 de mayo, los Reyes de Castilla, emitieron otra Real Cédula a favor
de don Alonso de Monroy, comunicándole que la posesión de Benquerencia estaba
resuelta entre los Reyes y el Capitán don Diego, por un acuerdo en el que este
entregaría al Maestre Monroy, la fortaleza citada, pero reteniéndola en su
poder todo el tiempo que los monarcas estimaran oportunos, toda vez que ellos
deberían indemnizarle antes de la entrega, como consecuencia, se ordenó a don
Alonso de Monroy, respetara la posesión y el percibo de una renta de un cuento
ciento treinta y seis mil trescientos maravedis sobre varias dehesas.
Esta Real
Cédula, es modelo de tacto y diplomacia, el fuero de don Alonso, quedaba a
salvo con el acuerdo de entrega de Benquerencia a la autoridad maestral , pero
ni se privó a don Diego de la alcaidía, ni los Reyes la dejaron de tenerla en
tan seguras y leales manos, no era nada cómoda ni embarazosa la situación, ante
la necesidad de tener a su lado al Maestre de Alcántara, que además era un magnífico
y temido guerrero, no dudaron en atraerse a su lado a don Alonso Monroy, aunque
sabiendo que el nombramiento hecho por él Papa a favor de don Juan de Zúñiga,
no podían darle de lado, el ir en contra de este nombramiento, entrañaba
peligros grandes de índole religiosa, trataron no ovante de salvar los momentos
mas delicados, sin perder lo que tenían seguro y ganando ayudas, este es el
momento de que el Capitán don Diego de Cáceres, no entregara la fortaleza de
Benquerencia. Era tan importante la labor de don Diego en el terreno de la
propaganda a favor de los Reyes de Castilla, fue de gran importancia, por toda
Extremadura fue ganando adeptos a los Reyes Catolicos, la región estaba
dividida, la labor de don Diego fue fértil, tanto que el cronista dice de ella:
“Las
gentes de acostamiento que el leal caballero Diego de Ovando, habia levantado
para la batalla de Toro, al regresar a sus tierras, llenas de aquel amor que
doña Isabel le inspiraba, lo habían encendido en todos los corazones plebeyos,
con quien era ya preciso hacer, buena cuenta en los negocios públicos”.
Siguiendo
las regias orientaciones políticas, el Capitán don Diego de Cáceres, dedicaba a
su gente a captar la voluntad del pueblo, siendo con ella el primer en
establecer esta innovación en terreno de la Extremadura.
Imponiendo
su valor y autoridad en la villa cacerense, gobernando su alcaidía de
Benquerencia, formentando entre el pueblo llano, el amor y fe en los Reyes, don
Diego estuvo el resto del año y parte del siguiente, mientras don Alonso de
Monroy conquistaba en Portugal, la villa y castillo de Alegrete, guerreaba por
el recate de su Maestrazgo y volvía a Trujillo, por dos veces, a la obediencia
Real, de acuerdo con el ilustre trujillano Luis Chaves, al respecto el cronista
nos cuenta:
“Y vino
por dos veces el clavero a Trujillo, en favor de don Luis Chaves, y le entregó
las llaves de ella y desbarataron y mataron a Ternero, Capitán de la duquesa de
Arévalo o Béjar, y desbarataron los Vargas, teniendo la ciudad por el Rey, por
lo cual se debe mucho a los señores Chaves de Trujillo”.
Don
diego, tenia intimo contacto con el Rey don Fernando, al que daba cuenta de
todo y pedía consejos por cartas y mensajeros, a una de estas contestaba don
Fernando, desde Toledo, en 8 de febrero de 1477, en cariñosa carta particular,
de las que son estas frases “Vuestra carta recibí con Saavedra, vuestro sobrino
e oídas las cosas que de vuestra parte me dijo, tengo en vos en singular
servicio e agradezco a vos mucha la grande afición, que tenéis a mi servicio lo
cual bien habéis demostrado, por obras de que vos sois en encargo y placiendo a
nuestro señor en merced en que vos entiendo facer, vos lo reconoceré”.
El
monarca sobre las noticias enviadas por don Diego, que debieron ser de
importancia para su negocio, el Rey, le encargaba que atendiera los recados
verbales que el citado Saavedra le traía, en la espera de la venida de su
secretario, Juan Pérez, al que prometía pronto enviar, sin hacer hasta la
llegada movimiento alguno. La contestación reflejaba que vigilaba y estaba
debidamente informado de las cosas extremeñas, eran muchos los asuntos que
inquietaban por la región, tantos que, para despejar las incógnitas, decidieron
los Reyes, su venida a Extremadura, de momento doña Isabel, la que, en el mes
de abril, salió de Toledo y vino a Guadalupe, desde allí fue a Trujillo,
ocupándose en esta Villa de la entrega de la fortaleza, aun en poder de
Villena.
“En este
año de 1447, estuvieron los Reyes, parte de él, en Toledo, e por abril partió
el Rey para el cerco de Cantalapiedra, y la reina hacia Trujillo, e habia
fortaleza que tenia Pedro de Baeza por el Marques de Villena, fue de Cáceres a
Sevilla”.
Solicitó
ayuda la reina. Doña Isabel, acudió al unto el Capitán don Diego de Cáceres,
con su gente de Benquerencia, el acontecimiento del castillo de la villa de
Trujillo, era de grande importancia, pero no el único, muchos otros problemas
habia que resolver, siendo de más importancia la conquista y demolición de
fortalezas, el cronista relata, sobre esto:
“Constituían
el mayor azote de las poblaciones del término de Trujillo, las repetidas
depredaciones de los sicarios y salteadores, llevadas hasta os últimos
confines, en el furor de la guerra, los dos bandos enemigos habían construido
defensas en posiciones estratégicas e inexpugnables, además de las que estaban
en seguro desde remotos tiempos, las fortalezas de Magacela y Benquerencia, era
alcaide de esta última don Diego de Cáceres Ovando, valeroso soldado, y no
interrumpió sus ejercicios militares, cuando vio a la Reina ocupada en aquietar
las turbulencias de Trujillo!.
Con bien
asegurada Benquerencia en manos de don Diego, doña Isabel, vino hasta Trujillo
don Diego de Cáceres, para seguir las actividades bélicas a las órdenes de su
Alteza, a pesar de su parentesco con los caballeros de la ciudad, favorecedores
del alcaide de la fortaleza y enemigos de Luis Chaves, pero como partidario del
prestigio de la corona anteponía a todas las circunstancias los deberes como
leal vasallo, lamentándose de la actuación de sus parientes, entregados a
procedimientos tan censurables.
A pesar
de lo desagradable de la situación, que le creaba la falta de lealtad de
algunos parientes trujillanos, don Diego, puso el mayor entusiasmo en servir a
la Reina, doña Isabel. Uno de estos parientes, era Juan de Vargas, que tenía en
su poder la fortaleza de Madrigalejo, desde el cual, y frente a una banda de
salteadores y desalmados, creaba auténticas barbaridades. La reina decidió,
ocupar y demoler este y los demás castillos enemigos, don Diego de Cáceres, fue
a sitiar Madrigalejo, e hizo pacto de rendición, pacto que luego quisieron
romper los cercados, esto dio lugar a que la reina ordenara proceder con toda
dureza, don Diego, partidario de la conquista, pero no de la demolición del
fuerte, estas demandas por parte de Capitán, cayeron en saco roto, el cronista
cuenta:
“Don
Diego de Cáceres, tampoco se conformaba con la demolición de la fortaleza, solo
aceptaba la devolución, pero como la reina Isabel, se negase en absoluto,
despechado por la negativa, se volvió con sus gentes de a caballo a la
fortaleza de Benquerencia”.
Arrasado
fue el castillo de Madrigalejo, cuando don Diego, ya había partido, las
peticiones de clemencia entraban dentro de la lógica, su postura era delicada y
difícil entre amigos y parientes, aunque la actitud de la reina fue la justa y
la más prudente, la marcha de don Diego con su gente de armas, no supuso grande
quebranto a la Reina, la lealtad estaba probada, hasta es posible que se la
facilitase la misma Reina, para evitarle una embarazosa situación, poco más
tarde volvían a reunirse con doña Isabel en Cáceres, donde vino la Reina,
después de la entrega de la fortaleza de Trujillo, que se consiguió el 24 de
junio, el 30 de aquel mes juraba respetar los fueros cacereños, días después,
el 9 de julio, comunicó a los nobles, las justas y pacificadoras ordenanzas que
había redactado para el buen gobierno de la villa cacerense, las que juraron
todos los presentes, entre los que figuraba el Capitán don Diego de Cáceres
Ovando.
(1475-1476)
Crónica
desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
La
estancia de la Reina doña Isabel, en la villa cacerense, fue muy productiva en
cuanto a acertadas disposiciones se refiere, siendo de las principales de
ellas, la reconciliación de los dos bandos rivales y la unificación de la
estructura del concejo, cuyos cargos repartió la misma Reina por sorteo.
Doña
Carmen de Flores, esposa del Capitan don Diego de Cáceres, vivió siempre como
sombra, silenciosa, junto al marido, que tuvo su destaque público, en atención
a su elevada alcurnia y como premio a los servicios de su esposo, la Reina
Isabel, la nombró Dama de su Cámara, estando presente en Cáceres, la primera
vez que su majestad vino a la villa de Cáceres:
“Doña
Isabel de flores, vecina de Brozas, muger noble y calificada por muchos abítos
que uvo en su casa y después acá por sus hijos, troncos de los cavalleros
Ovando,…doña Isabel de Flores, Dama de la señora Reina Catholica”.
El viejo
Capitan don Diego, Consejero y Vasallo, y la nueva Dama de la Reina,
despidieron a su Alteza, que marchó a Sevilla, donde se llego en 25 de julio.
El
Capitán do Diego, volvió a su alcaidía de Benquerencia, para estar al tanto de
los movimientos del Maestre don Alonso de Monroy, y de la varonil Condesa de
Medellín, hija del antiguo Maestre de Santiago, don Juan Pacheco, la cuestión
del Maestrazgo de Alcántara estaba de nuevo sobre el tapete, cada vez mas
enmarañado, los duque de Arévalo, se habían reconciliado con los Reyes de
Castilla, don Fernando y doña Isabel, tiempos atrás, estos deseosos de restarse
enemigos, quedaban obligados a reconocer a don Juan de Zúñiga como Maestre,
maxime teniendo en cuenta la bula pontificia del nombramiento, don Alonso de
Monroy, seguía ostentando y ejerciendo su título maestral, desde Montánchez, su
base donde permanencia, se lanzaba a frecuentes ataques.
Don Diego
de Cáceres, quedaba al margen de la contienda, porque ni Monroy ni Zúñiga le
interesaban, si no en tanto en cuanto, se mostraran leales o traidores a los
Reyes:
“don Juan
de Zúñiga fue luego personaje de acusada personalidad, muy diferente a la de
Monroy, el cronista los distingue; don Alonso de Monroy, fue indomable
guerrero, y don Juan de Zúñiga, un hombre sentado ya el los primeros peldaños
del renacimiento”.
Desde la
fortaleza de Benquerencia, seguía los acontecimientos de los sucesos, atento a
las ordenes y servicio de los Soberanos, esos trataban de todos modos mantener
ciertos equilibrios, para evitar la abierta enemiga de don Alonso, por eso
recomendó don Fernando a don Diego, que dejara libertad a los Comendadores de
Lares y Zalamea, presos desde hacía muchos años en Benquerencia.
Aquel
acto de dejar en libertad a los Comendares, fue sin duda una concesión a don
Alonso de Monroy, para tenerlo atado en previsión de una posible rebelión,
episodio este, en el que se resalta la valentía del Capitán don Diego de
Cáceres, jamás nadie ni en ninguna campaña fue capaz de quitarle su alcaidía,
ni a nadie que no fueran sus Reyes obedeció. Don Alonso de Monroy, suplico al
rey don Fernando, que interpusiese la autoridad de su Real Persona, para que el
Capitán soltase de la prisión a dichos comendadores.
Cumpliendo
las ordenes de don Fernando, don Diego pacto con don Alonso, la libertad de los
prisioneros, a cambio de que confirmara a su hijo Nicolas de Ovando, en la
encomienda de Lares, que ya tenía, partiendo con Raudona, las rentas que la
encomienda producía, mientras este viviera. Estos tratos, debieron hacerse por
el mes de agosto, el 2 de septiembre, el Rey don Fernando, estaba en
Guadalupe, donde se unió el Duque de Alba, don Diego, deseoso siempre de ver a
don Fernando, y de que este visitara Benquerencia, debieron tener un amplio
cambio de impresiones, sobre los acontecimientos de Extremadura, y en las
negociaciones con don Alonso de Monroy, que sin duda convenia a alargar para
mantenerlo en el interés vivo por el rescate de los Raudona.
En 7 de
marzo del año de 1478, en Madrid, don Fernando, dio por concluso el pacto entre
don alonso y el Capitán don Diego, despachó real Cédula, en la que salía
garantizador del cumplimiento de lo acordado, los comendadores quedaron en
libertad:
“E porque
vos, el dicho Capitán don diego de Cáceres, seais cierto, e seguro que por vos
liberar a los dichos comendadores, de la dicha prisión, e cumplir cerca de ella
lo que vos envio embio mandar, no haveis de recibir engaño, en que la dicha
concordia e asiento, ai en vida del dicho comendador Frey Gonzalo de Raudona,
como después será mantenida e guardada a vos, e al dicho vuestro hijo, por la
presente seguro e prometo e doy fee e palabra Real, a vos el dicho Capitan don
Diego de Cáceres que, todo los dichos Maestres don Alfonso, e comendador Fray
Gonzalo de Raudona, vos han asegurado e prometido en lo tocante a la dicha
encomienda de Lares, frutos e rentas de ella, vos sean ciertos, firmes e
valedores para lo cual assi tener e aguantar, vos doy el dicho mi seguro, fee e
palabra Real, como Rey y Señor”.
Aquel
mismo verano, don Diego de Cáceres, tuvo que ocuparse en Extremadura de otra
importante misión, no se trataba, ahora de la recluta y reunión de gente de
armas para hacer guerra, el cometido era el de recaudar fondos, el desconcierto
general habia creado desbarajustes administrativo, los concejos no pagaban a
los recaudadores enviados por los Reyes, por otro lado don Alonso de Monroy,
exigía, llegando incluso a encarcelar a las autoridades de Lares, la duquesa de
Arévalo, apremiaba a los de Zalamea, con la misma pretensión de cobro, para
poner fin a todo este desmadre, los monarcas, confiaron en su leal vasallo, el
Capitan don Diego, tan delicado asunto, el 17 de julio firmó don Fernando, Real
Cédula en Sevilla, por la que se confería el encargo oficialmente : A vos Diego
de Cáceres, mi capitán- decía el Rey – confiando en vos que sois tal persona, y
en todo guardáis servicio.
Se le dio
autoridad para recabar toda clase de ayuda en las ciudades y villas, que
deberían acudir con la gente que fuese precisa a fin de lograr que se pagara a
los recaudadores reales, se le encargó al mismo tiempo averiguase quienes eran
los morosos y los que entorpecían el buen funcionamiento de la recaudación.
Anaba ocupado en estas cuestiones, cuando se tuvo que sortear la presión de
otro pretendiente al maestrazgo, el Papa habia dado nueva Bula a favor de
Zúñiga, el 20 de diciembre anterior, extendiéndose sobre su cumplimiento el
oportuno monitorio, en Salamanca, en 8 d noviembre de 1478, en las listas de
aquellos a quienes afectaba el cumplimiento y las penas canónigas, “venían los
nombres de Fray Nicolas de Ovando, fijo de Diego de Cáceres, e Jurado Capitán
Diego de Cáceres, e todos los otros que viven e favorecen al dicho Diego de
Cáceres”
Don
Diego, siempre atento a los regios mandatos, sorteo estos escollos, como tanto
otros, ganando tiempo, en la espera de que los monarcas decidieran.
Las cosas
se iban complicando cada vez más en Extremadura, complicado era contener al
bravo de don Alonso de Monroy, en los cauces de la debida obediencia a los
Reyes, el valiente guerrero estaba justamente dolido, porque no se reconocían
sus méritos, premiándole con la plena posesión del maestrazgo de Alcántara, era
imposible para los Reyes concedérselo, antes las bulas pontificas a favor de
don Juan de Zúñiga, todos los equilibrios políticos resultaban ya
insuficientes, la varonil e incorregible Condesa de Medellín, se iba
acercando a don Alonso de Monroy, y ambos a don Alfonso V de Portugal, que había
regresado a su reino, tras la visita efectuada al Rey de Francia:
“El
Clavero de Alcántara, don Alonso de Monroy, y la condesa de Medellín, que según
hemos dicho se pusieron en la obediencia del Rey de Portugal, a facer guerra en
aquellas partes de Extremadura desde las fortalezas que tenían; y allegabanse a
ellos muchos homes de malos deseos, cobdiciosos de guerras que no sofrían orden
de bien vivir”.
Por
entonces, dejaron resuelto el antiguo pleito sobre la Orden de Santiago, siendo
confirmado en el mismo don Alonso de Cárdenas, a este valeroso caballero fue al
que encomendaron los asuntos de la guerra en Extremadura, don Diego de Cáceres,
se ocupaba en Benquerencia de reunir gente, con el fin de tenerla dispuesta
para cualquier eventualidad. Durante el año de 1478, todo lo asentado, se había
vuelto a revolver, incluso hasta un impresionante eclipse se vivió en julio de
este año, y para rematar, el segundo intento de invasión de las huestes
portuguesa:
“El dicho
año de mil e cuatrocientos setenta y ocho, a veinte y nueve días del mes de
julio, dio de santa Marta, siendo la hora del medio día, giro el sol un
eclipse, el más espantoso que nunca los que, hasta allí eran nacidos vieron,
que se cubrió el sol de todo e se puso negro e parecían las estrellas en el
cielo como si fuera noche”.
Sus
majestades, don Fernando y doña Isabel, conscientes del peligro vinieron desde
Córdoba a Guadalupe y Trujillo, estando en esta ciudad les llegó la nueva de a
muerte del Rey don Juan II de Aragón, padres de don Fernando, ocurrida en 19 de
enero de 1479.
La
Condesa de Medellín, habia entregado al Rey de Portugal, la fortaleza de
Mérida, tanto ella como don Alonso de Monroy, estaban incondicionalmente unidos
al de Portugal, poniendo a su servicio todas sus huestes, y castillos, otros
extremeños, se habían pasado para siempre a don Alfonso V, como don Pedro
Pantoja, hermando de aquel que llamaran el “Electo” antiguo compañero y familia
de don Diego de Cáceres, que era ya cortesano del Príncipe de Portugal. Al
amparo de estas ayudas, traidoras, el ejército portugués cruzó la frontera,
mandado por el Obispo de Évora, el Maestre de Santiago, Cárdenas, se situó en
Lobón, cerca de Medellín y Mérida, bases estratégicas de la Condesa de Medellín
y de don Alonso de Monroy, respectivamente, el Capitán don Diego de Cáceres, se
habia unido a Cárdenas.
Inferiores
en números eran las tropas castellanas, de las que podrían juntar el enemigo,
si se dejaba que se les uniese las de los rebeldes con las portuguesas, para
ello la estratagema a seguir fue la de dividir los efectivos, destacaron un
grupo de gente de a caballo contra Mérida, mientras el Maestre Cárdenas, con el
grueso de la tropa, iba a los próximos campos de la Albuera, paso forzoso de
los lusitanos.
Don Diego
de Cáceres, fue en el escuadrón destacado a Mérida, tenia don Alonso de Monroy
la suficiente experiencia para no caer en trampas, por eso ordenó a los suyos
que se recogieran tras los muros de la ciudad, sin desgastarse en inútiles
escaramuzas, hasta la venida del ejercito portugués.
Y fue de
fortuna para los de Castilla, don Alonso de Monroy, no sabia de la llegada, la
fecha del ejercito portugués, porque todos los caminos estaban vigilados y
controlados, impidiendo la llegada de mensajes, encerrado tras los muros de la
fortaleza de Mérida, veía corretear a don Diego y al grupo de jinetes de este,
alrededor de la plaza, en tanto que el Maestre Cárdenas, se enfrentaba en la
Albuera a las huestes portuguesas,
Estamos a
24 de febrero, miércoles de ceniza, la batalla cruenta, estuvo indecisa por
algún tiempo, termino en victoria rotunda por parte de las huestes castellanas,
los enemigos fueron desbaratados, y puestos en fuga, haciendo gran número de
muertos y prisioneros, tomándose todo su fardaje, las huestes en fuga, se
refugiaron en las fortalezas en poder de la de Modillón y en las de don Alonso
de Monroy.
(fuente-Muñoz
Sampedro-Tres Paladines)
(fuente-Alonso
Maldonado-Hechos de Alonso e Monroy)
(fuentes-Publio
Hurtado-Castillos)
Agustín
Díaz Fernández

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