BREVE HISTORIA DE CÁCERES

                                                  CLXV

Capitán Diego de Cáceres y Ovando III

                                    (1466-1474)

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

Ocurrió en el cerco de Coria, un sucedido que no iba a tardar en repercutir en la villa de Cáceres, que el Capitán don diego de Cáceres Ovando, tenía doblegada, don Alonso de Monroy, tan valiente como caballero, trataba con las más dignas consideraciones a lo prisioneros, con ello daba muestras de su enorme visión diplomática, ya que esto servía para ganar adictos a su causa, el Maestre Gómez de Solís, por el contrario, era muy duro con los enemigos que caían en sus manos, cierto ocasión en que se dio preso por la gente del Maestre don Juan de Belvis, escudero y hermano de leche de don Alonso, al que este profesaba gran cariño, como represalia fue hecho prisionero don Lorenzo de Ulloa, gran personaje cacerense, a quien el Clavero don Alonso, colmó de atenciones, sentándole a su mesa, y poniendo a su disposición un caballo para que marchara libre, a cambio de tan gentil trato, solo le pidió que procurase la libertad de Juan de Belvis, al hacer don Lorenzo de Ulloa, la petición al Maestre, colérico se negó a la demanda, la negativa era una descortesía, era una ofensa, por no querer dar un simple escudero por un caballero principal de la casa de Ulloa como le habían devuelto. Don Lorenzo de Ulloa, todos sus parientes y amigos y servidores marcharon a Cáceres, resentidos con el Maestre y gratamente impresionados y muy a favor de don Alonso de Monroy:

“Serian hasta cincuenta de a caballo, muy escogidos todos, cabalgaron y se fueron a Cáceres, con voluntad de seguir al Clavero, y estos fueron tanta parte que una vez echaron al Maestre de Cáceres con ayuda del Clavero, por hacer verdadero el refrán ¡que el bien nunca se pierde, aunque se haga al enemigo” (Alonso Maldonado-Hechos de Alonso de Monroy)

Todo poderoso se mostraba o así se consideraba el Maestre Gómez de Solís, este había venido a Cáceres, y no tuvo ningún inconveniente en violar la tregua pactada con el clavero don Alonso, pretexto, las fortalezas de Mayorga y Piedrabuena, que entregara a cambio de Coria, no pudo darlas él, por pertenecer a sus Comendadores, lucida hueste partieron a rescatar los citados castillos, Pero don Alonso de Monroy, con su reducido número de hombres de armas, cayó sobre los que atacaban Piedrabuena, desbaratándolos por completo:

” Contaba el Clavero don Alonso, con ochenta caballeros y cincuenta infantes, la décima parte de las tropas del Maestre”

Al conocerse la noticia de esta catástrofe, los destacadas en el castillo de Mayorga regresaran precipitadamente a Cáceres, ya en la villa cacerense, había ido calando con éxito los argumentos  que trajeran del cerco de Coria, don Lorenzo de Ulloa y sus parciales, la unidad que con tanto esfuerzo supo mantener el Capitán don Diego de Cáceres de Ovando, en favor del Maestre Solís, se había roto, el vecindario, estaba dividido, los del bando contrario dominados hasta entonces por don Diego, cogían nuevas fuerzas al amparo de la ruptura ocurrida entre los del Maestre.

Escribieron don Lorenzo de Ulloa, y don Juan de Carvajal al Clavero don Alonso de Monroy, diciéndole que viniese a ocupar la villa de Cáceres, para que se restituyera la obediencia al Rey, don enrique IV, tentadora fue la proposición, a todas luces no podría encontrar mejor ocasión de represalia, por la violación de la tregua, que está de arrebatar al Maestre don Góme de Solís, la illa donde nació, su villa de mayor preferencia, y de la que de siempre se creyó dueño, en la que gustaba de residir con largura y se encontraba a la sazón.

Antes de la venida de don Alonso de Monroy, comenzó la lucha entre los cacereños, don Diego de Cáceres, combatía por el Maestre cuyo bando en declive, llevaba la peor parte, hasta el punto de verse forzados a refugiarse en un solo barrio, así las cosas don Alonso, partió de Azagala, con trescientas lanzas y cuatrocientos pepones, y en saliendo el sol, fueron a Cáceres, y aunque un destacamento quiso resistir valerosamente la entrada del en la villa cacerense, por la Puerta de Coria, sus esfuerzos no bastaron contra el imputo y la fuerza con la que arremetió el Clavero.

Mientras don Alonso de Monroy, hacia su entrada en la villa de Cáceres, por la Puerta de Coria, el Maestre don Gómez de Solís, salía por la Puerta d Mérida, en huida, camino hacia Alcántara, con el iban el Capitán don Diego de Cáceres, y un grupo de leales, mientras el Clavero, se puso a sosegar la villa cacerense, y puesta al servicio del Rey, marchó luego hacia Azagala, para ir después sobre Brozas.

Ya no había lugar a tener paz para el Maestre Solís, y junto a él don Diego de Cáceres, con trescientas lanzas y quinientos infantes, fueron a Garrovillas, donde fueron recibidos con agasajos por parte del Conde de Alba de Liste, desde allí mandaron embajadas a don Alonso, que tenía puesto cerco a Brozas, el tono altanero e insultante con los que el Maestre recibió a los emisarios del Clavero, dio lugar a que este cayera de improvisto sobre Garrovillas, teniendo otra vez don Góme de Solís que darse a la fuga, para ir a refugiarse a Alcántara. El Capitán don Diego de Cáceres, vivió junto a su pariente el Maestre don Gómez de Solís, todos estos pocos lucidos sucesos, sin intervenir en nada que se pudiera destacar.

Rendida Brozas, el Clavero don Alonso de Monroy, regreso triunfante a la fortaleza de Azagala.

En 20 de agosto de 1467, don Enrique IV, vencía a sus enemigos en la batalla de Olmedo, el Maestre de Alcántara, no estuvo en las huestes del Infante don Alfonso, bastante tenia él en casa, por la guerra contra el Clavero, pero si fue luego a Segovia, cuando el Rey vino a esta ciudad, a entrevistarse con los rebeldes:

“Y antes de que llegase a la fortaleza, el Rey, salieron a él, don Gómez de Solís, Maestre de Alcántara y don Garci Álvarez de Toledo, Conde de Alba, media legua fuera de la ciudad, tan sin vergüenza ninguna, como si mucho y bien le hubieran servido” (Enriquez del Castillo).

Y con fortuna para ellos de que don Enrique, era un ineficaz e incapaz de sacar partido de la victoria del Olmedo, ni de su postura como Monarca legítimo, indeciso, vacilante, muy dado a todas las irrealidades pacifistas. Sus enemigos hubieran terminado anulándole, si el azar no hubiera venido en su ayuda, con la muerte del Infante don Alfonso, hecho ocurrido en Cardeñosa, cerca de Ávila, en 5 de julio de 1468, el trascendente e improvisto suceso, daba entrada en la escena política castellana, de la que, andando en la historia, seri a la figura culminante de la historia de España, por entonces una joven Infanta doña Isabel, la que más tarde entraría en la Historia Universal como la Reina Isabel la católica.

Con este episodio, concluyeron de momento las luchas de banderías, con el reconocimiento por parte del Rey don Enrique IV, a la Infanta doña Isabel, su hermana, como inmediata sucesora. La postura del Maestre don Gómez de Solís, era un tanto irregular, pero sin temer nada, ya que el incapaz don Enrique, estaba siempre en disposición de perdonar, en 1469, el Maestre Solís, se postró ante el Rey, en Trujillo, dándose al olvido, la traición a cambio de que dejase libertad de movimiento a la villa cacereña, en la que de nuevo había vuelto a predominar el Capitán don Diego de Cáceres Ovando.

                                    (1466-1474)

Pero el asunto más difícil era el de detener al clavero don Alonso de Monroy, que seguía cosechando victorias en sus correrías, el propio Rey, don Enrique IV, estaba impedido para intentarlo, toda vez que don Alonso de Monroy, era el que lucho por mantener los derechos del Monarca en Extremadura, por lo que era de considerar el mirarlo con afecto y tolerar que su continuidad en las acciones:

“El 24 de noviembre de 1469, compareció ante el Concejo cacereño, el honrado caballero don Alonso de Monroy, Clavero de la Orden de Alcántara, presentando real Cedula firmada en Cuellar, en fecha de 13 de julio de 1467, concediendo a Cáceres exención en el pago de alcabalas de hiervas y hacer ferias”

En lo que respecta al reino, la calma llego momentáneamente, el cisma alcantarino seguía en todo su apogeo, el Maestre don Gómez de Solís, en el principio de su declive, el Clavero don Alonso de Monroy, en la cumbre de su merecida fama, por eso no dudo llegando la hora en ir a la conquista de la casa de su Orden, la villa de Alcántara, a la que montó sitio.

En la convicción de que aquella ocasión era la propicia para recuperar Zalamea, el Maestre don Góme de Solís, fortaleza que la había sido arrebatada por el Clavero Monroy, partió con don Diego de Cáceres, al frente de las tropas, llegando al destino durante la noche. Entre los prisioneros capturados, dos de gran categoría, padre e hijo, parientes de Monroy, los comendadores de Lares y Zalamea, don Gonzalo y don Gutierre de Raudona.

“Encomendó el Maestre, la custodia de tan ilustres personajes al Capitán Diego de Cáceres Ovando soldado viejo y de mucha experiencia, y mandó que se le entregase la fortaleza de Benquerencia, para que los tuviese”.

En diferente esfera iba a moverse desde aquel momento el Capitán don Diego, convertido en alcaide de Benquerencia y circunscrito a los Campos de la Serena, en tierras de Badajoz, con ello, quedaba alejado de los lugares más enconados de la lucha, la villa de Alcántara, donde el sábado 6 de febrero de 1470, el Clavero don Alonso de Monroy, demostrando una vez más sus dotes de magnifico estratega, infligía al Maestre Solís, una terrible derrota, en la famosa batalla del Cerro de las Vigas.

Aquel triunfo del Clavero don Alonso, marcaba el inicio del ocaso del Maestre Solís, al que don Alonso, depuso de la autoridad maestral, haciéndose cargo de la dignidad de la Orden.

Mientras la fama del Clavero, iba en aumento y de boca en boca y Extremadura entera cantaba en romances sus hazañas, don Gómez de Solís, era abandonado, víctima de la situación en que los enemigos suyos le pusieran, el Capitán don Diego, seguía atento a la custodia de los presos y al frente de su alcaidía, don Gómez ya en decadencia total, procuraba gobernar lo poco que le iba quedando.

Un lunes, 10 de octubre de 1472, don Alonso de Monroy, fue elegido Maestre, por Capitulo de la Orden, celebrado en Alcántara, al poco recibió el pendón de manos del Rey e hizo el pleito homenaje ritual, al regresar de la Corte, se dispuso para ir al sector de la Serena, ultima comarca todavía fiel a don Gómez de Solís, Magacela en particular, que tenía su sobrino don Francisco de Solís, Benquerencia en poder del Capitán don Diego de Cáceres, y Zalamea don Francisco de Hinojosa, cuñado de don Gómez.

En 16 de febrero de 1473, Góme de Solís, con la poca autoridad que le iba quedando, ordenaba al Capitán don Diego, amparase los privilegios dados al Comendador de Peraleda, después de esto el que fuera Maestre de alcántara don Góme de Solís, desaparece sin dejar rastro, sin que don Alonso de Monroy, sin que llegase a arrebatarle los despojos al que fuera todopoderoso, ya convertido en ruina. Ya no hay más noticias de su vida, se supone que murió poco más tarde en la fortaleza de Magacela, siendo después llevados sus restos al Monasterio de San Fráncico en Cáceres:

“Por don Gómez de Solís y Toledo, sobrino carnal del Maestre, hijo de su hermano el conde Coria, se hicieron gestiones para trasladar los restos a la iglesia de Santa María de Cáceres, lo que no llego a realizarse”.

Desde la más alta cumbre, don Gómez de Solís, habia caído en poco tiempo en la ignominia, abandono y muerte, tal vez por su desleal comportamiento con el Rey don enrique IV, que lo elevó sacándole de la nada.

El Capitán don Diego de Cáceres Ovando, también se encontraba en estos momentos, en la cumbre de su independencia rebelde, y a la par de la cumbre, tenía a sus pies un abismo, ese sería el camino que le conduciría a convertirse en paladín nacional.

Los que andando en la historia se les conocería como Reyes Católicos, que por entonces se titulaban Reyes de Sicilia, se habían casado en 1469, el esposo de doña Isabel, era don Fernando  de Aragón, hijo del gran protector de don Diego en su exilio aragonés, ese vínculo ligo al Capitán con estos Príncipes desde que este vino a Castilla, pero ahora era el propio don Fernando, el que apelaba a esa vieja amistad, porque su padre el Rey Juan II de Aragón, se encontraba en un apuro, aunque no solicitaba ayuda abiertamente.

Con la resolución más propia de la juventud que de sus setenta y seis años, don Juan, habia emprendido la conquista de los condados del Rosellón y Cerdeña, en febrero de 1473, ocupó las plazas de Elna y Perpiñán, viéndose pronto cercado en esta última, por las poderosos tropas del Rey de Francia, decidido a defender la importancia de tan estratégica plaza, hizo juramento de quedarse allí, mientras durase el peligro,

Por el mes de abril, don Fernando juntaba gente en Talamanca, para ir en auxilio de su padre, el Capitán don diego de Cáceres Ovando, acudió al llamamiento, por aquel tiempo, el sector de la Serena estaba tranquilo, dominado por los partidarios de Solís, Partió don Diego, con don Fernando, de Salamanca, el 3 de marzo destino a Zaragoza, donde se detuvieron hasta el 25, a finales del mismo mes llegaban a Barcelona, marchando para Francia el día 3 de junio, el 28 estaban el Elna, y desde allí a Perpiñán, con la llegada de este refuerzo, que ascendía a unos quinientos hombres, así como la anterior llegada del Arzobispo de Zaragoza con más efectivos, despejó la situación de Perpiñán, que fue el más apurado trance que el Rey de Aragón pasara en vida:

“La necesidad en que el Rey se halló desde el principio, fue la mayor que se vio en todo el tiempo pasado, y no le puso temor, aunque supo que venían sobre aquella villa, mil lanzas del Rey de Francia y en número de veinte mil combatientes”.

Despidió a los Castellanos don Fernando, pudiendo el Capitán don Diego, regresar a tierras extremeñas, tras haber visto por última vez a su amigo y protector don Juan II, Rey de Aragón, al que habia probado de nuevo su inquebrantable gratitud, de cuando su exilio, aunque la ayuda fuese solo presencial, tuvo la suficiente importancia para que el cronista destacara de don Diego:

“los Grande Servicios hechos al Rey, don Juan en las guerras de Perpiñán” 

El 16 de julio, en Madrid, el Rey don Enrique IV, confirmó a don Diego, la posesión de lo solares del Alcázar cacerense, sobre los que ya había edificado, acatando, lo dice el Rey, los muchos y buenos servicios que me habéis hecho y me hacéis cada día, el día 1 de agosto, el Capitán, se reunía en Villanueva de la Serena con don Francisco de Hinojosa, don Juan de Grijalva y don Pedro Pantoja, alcaides respectivamente, de Zalamea, Castilnovo y Magacela, dispuestos los cuatro a volver “por su maestre y honras”. Todavía eran fieles a Solís y rebeldes al monarca, que, con soberbia feudal, por si y ante sí, bajo solemne juramento prestado ante el bachiller Juan de Mirueña, hacían capitulaciones y pastaban lianza con el Maestre de Santiago don Juan Pacheco.

Largamente se refleja en el documento que se redactó el espíritu de independencia, casi de soberanía, de los cuatro alcaides, que se comprometieron a comunicarse todos los secretos, a no tomar gente de servicio, ni hacer entrega de fortalezas sin autorizarlos los otros, a someterse en las disidencias a la solución arbitral de ellos mismos, a vivir unidos, ofensiva y defensivamente y en caso de agresión, a hacer juntos “toda guerra y mal daño por todas partes, a quien lo tal lo hiciere y mandare, facer e a todas sus tierras e gentes e a todas las otras cosas suyas”.

(Fuentes-Muñoz Sampedro-Tres Paladines)

(fuentes-Alonso Maldonado-Hechos de Alonso de Monroy)

(fuentes-Publio Hurtado-Castillos)

 


Agustín Díaz Fernández

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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