BREVE HISTORIA DE CÁCERES
CLXVI
Capitán Diego de Cáceres y Ovando IV
(1466-1474)
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
Típico era en aquella época llegar a estos pactos, marca la
postura del Capitán don Diego de Cáceres, posible iniciador de la alianza, ya
que figura en primer lugar del documento y lo suscribe el primero, esta
primacía en la rebelde independencia iba a tenerla tambien en la sumisión,
pudiendo tenerlo por una buena diplomacia y mano izquierda de los Reyes
Catolicos en Extremadura, el del convertir a los banderizos en paladines de la
causa nacional,
Dos fueron los motivos fundamentales, los que impulsaron la
reunión de los cuatro alcaides en Villanueva, la lealtad a don Gómez de Solís,
y el odio a la Clavero don Alonso de Monroy, el primero queda insinuado al
principio del documento, en frases de sumisas como recordatorio;
“Plogo a Dios de llevarse desta presente vida al muy
magnifico señor don Gómez de Solís, Maestre de Alcántara, nuestro señor, que
aya santa gloria”.
Contra don Alonso de Monroy, resaltan la enemiga, al hacer
constar:
“Que quedaría rota la alianza con Pacheco, si el dicho señor
Maestre de Santiago, ficiese partido o iguala con don Alonso de Monroy, Clavero
de Alcántara”.
Momentos aquellos en la historia de Extremadura, donde
imperaba el afán de guerra, la región se desangraba, hambrienta y abatida.
“En tal manera, cuenta Alonso Maldonado, se asoló la tierra,
que a causa de la guerra que en toda la Extremadura hubo, casi no se cogió pan
ninguno y los labradores andaban como esclavos entre los guerreros”.
Don Alonso de Monroy, a la muerte de don Gómez de Solís,
volvió a hacerse elegir Maestre, aunque la primera elección había sido válida,
estas precauciones eran dadas, porque contra lo que cabía esperar, y vistos los
méritos del antiguo Clavero, nunca disfrutaría de manera plena del Maestrazgo,
con anterioridad, los Duques de Arévalo, Conde de Plasencia, habían gestionado
en Roma la dignidad maestral, para su hijo don Juan de Zúñiga, el Papa Sixto
VI, era amigo de esta familia, porque recibieron y agasajaron cuando vino
a España, siendo General de la Orden Franciscana, la demanda fue bien acogida,
en 20 de febrero de 1472, su Santidad concedió Bula, reservándose la provisión
del cargo, cuando muriese don Gómez, así las cosas la elección de Monroy no
estaba segura.
La enemiga del Capitán don Diego de Cáceres, contra don
Alonso de Monroy, conjugaba con los deseos del entonces Rey don Enrique IV,
quien acudió a él para oponerse a Monroy, por Real Cédula, dada en Madrid, en
30 de agosto de 1473, el Capitán quedó investido prácticamente de autoridad
maestral, sin haber pertenecido ni siquiera a al Orden de Alcántara, fue el
encargado de acaudillar a los Comendadores y caballeros de la Milicia:
“Ya que se había alzado don Alfón de Monroy, Clavero de
Alcántara, contra dios e contra orden, Yo e mandado, dice el Rey, al Capitán
Diego de Cáceres que xunte cierta gente con ella faga alguna cosas cumplideras
a mi servicio e al bien e restitución e reformación de dicha orden, acerca de
lo susodicho contra el mencionado Clavero, yo vos mando que cada quando por el
dicho Capitán Diego de Cáceres fueredes requeridos le acudades e vos juntedes
con él e ayudes casa uno con las lanzas que sois obligados de servir a la dicha
orden e a los maestres dellas”
Poca gente fue la que pudo reunir don Diego, la mayoría
seguía a don Alonso de Monroy, sin embargo, dice el cronista, que la guerra que
en efecto hizo contra el Clavero el Capitán, e ella se apoderó de muchas
fortalezas, particularmente la de Benquerencia, en realidad su labor, se redujo
a la defensa de su alcaidía y de otras villas y castillos de la Serena, últimos
baluartes de los partidarios de Solís, procurando la seguridad del Monasterio
de Guadalupe, que pasó momentos de grandes apuros:
“Todos estos desmanes obligaron al Monasterio a enviar nuevas
embajadas, a don Diego de Cáceres, alcaide de Benquerencia. Por rivalidades
entre doña Elvira de Zúñiga, señora de Belalcázar, y la condesa de Medellín,
asunto en el que influyó la prisión del comendador de Lares, amigo de los
Zúñiga, hubo lucha estuvo cercado el Monasterio de Guadalupe y sirvió de cuadra
y cuartel”
No tardó don Alonso de Monroy, en actuar por el valle de la
Serena, adonde vino y puso cerco a Zalamea, Benquerencia y Magacela, las tropas
que cercaban Zalamea, quedaron bajo el mando del Señor de Monroy el famoso
“Bezudo” primo de don Alonso, este fue sobre Magacela, encomendando en
cerco de Benquerencia donde estaba el Capitán don Diego de Cáceres, a Antón
Bernal de Zúñiga, gran caballero natural de Salamanca, que estaba casado con
doña Isabel de Monroy, hermana del Señor de Monroy. Si Zalamea termino
entregándose, no así Magacela y Benquerencia, don Diego, defendía esta villa
con acierto y valor, por fortuna para el Maestre Monroy, tenía que
ocuparse de muchas cosas, aparte de los asedios, guerreaba con el Maestre de
Santiago, incluso cometió el error de alejarse de Extremadura, requerido por el
Duque de Medina Sidonia, quien pretendía le ayudase en su contienda con el
Marqués de Cádiz, en Andalucía, el breve alejamiento de Monroy, beneficio al
Capitán don Diego, porque permitió que el Maestre de Santiago, pudiera enviar
refuerzos a Benquerencia, cuando don Alonso regreso de su viaje, tanto don
Diego, en Benquerencia, como don Francisco de Solís, en Magacela, habían
recibido los refuerzos del de Santiago, consistente en vituallas y gentes de
guerra.
Hacia Montánchez marchó don Alonso, dispuesto a planear una
acción que fuera la decisiva contra la Serena, cuando se estaba en la espera de
entrar en una fase de lucha intensa, don Francisco de Solís, puso en practica
con éxito, una nauseabunda traición. Don Alonso de Monroy, que era tan
magnifico paladín como notable y leal caballero, no pudo sospechar la felonía,
cunado Solís, le envió una embajada proponiéndole paces, y pidiéndole en
matrimonio a una de sus hijas, no dudo don Alonso en aceptar la propuesta, la
solución era la perfecta, así quedarían unidos los dos bandos de la Orden de
Alcántara, para poder oponerse al intruso don Juan de Zúñiga, la candidez de
don Alonso, quizás justificada por su buena fe y caballerosidad sin tacha, que
le impedía ver en otros las maldades que el era incapaz de sentir y hacer,
confiado fue a Magacela, donde en vez de encontrar paces y boda, le dieron
prisión.
Esto lo cambio toso, don Diego de Cáceres, se vio de pronto
libre del asedio a Benquerencia, don Francisco de Solís, trajo a Magacela un
grupo de caballeros de la Orden y se hizo elegir Maestre.
Pero los Duques de Arévalo, también estimaron propicio el
momento, el 27 de abril de 1474, el Papa Sixto VI daba la Bula proveyendo el
maestrazgo en don Juan de Zúñiga, niño este de diez años, al que dispensó la
edad y se le uso administrador de la Orden, en la espera de que creciese, a su
padre el Duque, el Rey, había aprobado el nombramiento. Con esto eran ya tres
los Maestres d Alcántara, el que llego al puesto por sus méritos como era don
Alonso de Monroy, el que lo ocupaba por la traición don Francisco de Solís, y
el que lo cogía por astucia materna, el de Zúñiga, teniendo este ultimo la
legalidad religiosa, y más aún, quiso el duque de Alba que un hijo suyo
aspirara a la dignidad del Maestrazgo, pero esto no llego a prosperar:
“En 21 de septiembre de 1474, en Magacela, otorgóse escritura
de concordia entre el Duque de Alba y Francisco de Solís, siendo el acuerdo que
este renunciase al maestrazgo a favor de un hijo de aquel y le entregara a don
Alonso de Monroy”.
(1475-1476)
La Gran Victoria
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
Los
problemas de la Orden de Alcántara, pasaban a un lugar secundario ante la
sucesión de la corona castellana, Doña Isabel, había sido proclamada reina en
Segovia, con general consenso de la mayoría, pero dola Juana “la Beltraneja”,
supuesta hija del difunto monarca, andaba por tierras extremeñas, llevada y
tarida por el Marques de Villena, hijo del que proclamara contra Enrique IV,
los derechos del Infante don Alfonso y de la Infanta Isabel. Viviendo aun, don
Enrique, se quiso casar a doña Juana con el Rey de Portugal, Alfonso V, ahora
florecida la idea, alentada por los grandes prelados, precisamente los que más
habían combatido los derechos de esta Infanta. El Marques de Villena, el
Arzobispo de Toledo, don Alonso Carrillo, los Duques de Arévalo y alguno más,
que fueron los que lazaron por Rey en Ávila al Infante don Alfonso, y los que
más tarde defendieron los derechos de doña Isabel, con falta de consecuencias y
escrúpulos, basado solo en su manejos ambiciosos, se habían cambiado en defensores
de doña Juana “la Beltraneja” a la que ellos mismo deshonraron otrora,
públicamente, propalando no ser hija de don Enrique, a estas inconstancias, que
habían sido los juegos permanentes que les dieran pingues beneficios con
anterioridad, no querían renunciar, en espera de obtener de ellas nuevas
ventajas:
“En esta división, se despertó la codicia y creció la
avaricia, cayó la justicia y señoreo la fuerza, y reino la
rapiña”
Si algo habían captado de la personalidad de don Fernando y
de doña Isabel, no les llegaba para comprender que estos Reyes, son serian
estos juegos ni tan fáciles ni tan de peligros, como con los anteriores
reinados.
Pero de momento la boda de doña Juan con el monarca
portugués, ofrecía buenas y grandes posibilidades a los intrigantes, a los que
sus rencores y el medro personal les interesaba, sin procurarles los perjuicios
que la invasión extranjera pudiera acarrear.
En medio de intrigas y amenazas, el Capital don Diego de
Cáceres, había elegido su rumbo, que no era otro que el de don Fernando y doña
Isabel, a cuya disposición puso su alcaidía, correspondiendo el monarca tal
lealtad, despachó Real Cédula en Valladolid, el 2 de mayo de 1475:
“por cuanto vos, capitán diego de Cáceres, mi vasallo,
alcaide de Benquerencia, habéis hecho pleito omenage a mí, e a la muy ylustre
Reyna, mi muy cara y amada señora mujer, por la fortaleça de bienquerencia e de
nos servir e seguir con ella o de facer guera o paz della, por nuestro mandado,
por vos facer bien merced en enmienda de los muchos e agradables servicios que
al Rey mi señor padre e a mi aveis fecho, vos seguro e prometo por mi fee e
palabra rreal que vos ayudare y defenderé y ampararé contra todas las personas
que mal e daño vos quiera facer”.
A
Valladolid se personó don Diego de Cáceres, para besar la mano de sus Reyes y
ponerse a sus órdenes, supo que don Alfonso de Portugal, que, desentendiendo
los prudentes consejos de algunos de su nobles, había decidido desposarse con
su sobrina doña Juana y entrar en los reinos castellanos por la Extremadura,
los Reyes de Castilla, no se podían oponer a la invasión por carecer estos de
fuerzas de gente de guerra, por otra parte en Extremadura guerreaban el
Duque de Medina Sidonia y don Alfonso de Cárdenas, titulado este Maestre de
Santiago, contra el Conde Feria.
De regreso a Benquerencia, el Capitán don Diego de Cáceres, a
comienzos de mayo, en Arronches, lugar fronterizo, cerca de Badajoz, Alfonso V,
reunió su ejército, formado por más de cinco mil de a caballo, y catorce mil
infantes, mientras los que deberían de defender las fronteras, se diluían en
las estériles luchas indicadas. Don Diego de Cáceres Ovando, en estos momentos
críticos, destacó como uno de los pocos leales y como en el que los monarcas,
tenían puestas sus esperanzas en los relativo a Extremadura, por Real Cédula de
2 de aquel mes, le confirieron su plena representación en los ámbitos
regionales, tanto para el sometimiento de rebeldes como para la recluta
de gente, pudiendo disponer de todas las rentas de la corona en la región
para tales fines, la importancia del encargo pone en relieve la regia confianza
en don Diego, “Mi vasallo alcaide e Capitán de Benquerencia”.
Ruinas fortaleza de Benquerencia
“En el preámbulo de la Real Cédula, se dirige para ordenar
hagan lo que el Capitán les diga, a más de los infantes, prelados y grandes, a
los alcaides de castillos e casas fuertes y llanas y a todos los concejos,
alcaides, regidores, caballeros, escuderos, oficiales e homes buenos de las
ciudades de Badajoz, Trujillo e Coria, e de la Villa de Cáceres, e de otras
villas e lugares que son en tierra destremadura e de la orden de Santiago, e de
la orden de Alcantara”.
Todo el territorio extremeño, con sus más representativos
núcleos urbanos y con las dos poderosas ordenes arraigadas en él, quedaban por
campo de las leales actividades del Capitán don Diego. Más concreta fue la
autoridad que recibió en la milicia alcantarina, huérfana de dirección, pese a
ser tres los que se titulaban Maestres de ella, de los tres Monroy, seguía
preso, Zúñiga era un niño y el nombramiento de Solís carecía de legalidad, pero
además Zúñiga, era enemigo de los Reyes.
Así las cosas, e Capitán don Diego de Cáceres, y por segunda
vez volvió a actuar en funciones de Maestre, una Real Cédula de idéntica fecha
de la anterior, dispuso que todos los priores, comendadores y caballeros de la
Orden, siguiesen y obedecieran al Capitán don Diego:
“yo inbio a mandar, dice la cédula, al Capitán don Diego de
Cáceres, alcaide de Benquerencia que faga algunas cosas cumplideras a mi
servicio e de la muy ilustre Reina, vos mando que luego por el dicho Diego de
Cáceres, fueredes requeridos vos junteis y conforméis y le acudáis con las
lanças que por razón de vuestras encomiendas sois obligados a servir a los
maestres”
Villas, ciudades y órdenes militares. Estaba en estos
momentos bajo el mando de don diego de Cáceres, para la recluta y organización
del ejército, su posición destacaba al máximo en Extremadura, la confianzas de
los Reyes era merecida, los monarcas, que le contaban entre los miembros de su
consejo y entre los designados con título de vasallo, sabían que antes de
recibir las ordenes estaba actuando con diligencia y valor en su servicio,
reuniendo tropas para oponerse al avance del Rey de Portugal, aunque realmente
fuera imposible parar a tan poderoso ejército como era el portugués, por lo
menos el de Portugal, encontraría quien molestaría a su hueste con
persecuciones y escaramuzas en guerrillas, de estas acciones preventivas de don
Diego, dice el cronista:
“Resolvió el Rey marchar a Plasencia, y puso aparatosamente
en movimiento sus batallas, más entrados ya en territorio español, se cambió d
propósito y se acordó retroceder y detenerse algún tiempo en Arronches, la
causa de este retroceso no es bastante conocida, pero por el momento causo
alguna sorpresa en propios y extraños, pudo influir en esa extraña maniobra, la
noticia de que don Diego de Cáceres, y otros leales, habían juntado mil jinetes
para a tacar a los invasores, ¡ más nada de todo esto, puede afirmarse”.
Con sus muy superiores fuerzas, el de Portugal, emprendió la
aventura, el 10 de mayo, Alfonso V de Portugal, cruzaba la frontera por
Albuquerque, con tres mil de a caballos, mientras el Conde de Guimeraes, hijo
del duque de Braganza, y el conde de Marialva, con otro cuerpo del ejército,
avanzaban por Coria, con lucida y bien armada tropa, se diría que los más
florido de la nobleza lusa.
Con don Diego, don Alonso de Portocarrero, y don Francisco de
Solís, sobrino este del fallecido Maestre de alcántara don Gómez de Solís, a
quien desde le parpe para ocupar el maestrazgo llamaban “El electo”, el nombre
de Diego de Cáceres Ovando, salta de las páginas de la historia cacerense, la
gran historia, los cronistas recogen:
“En aquellos momentos de desamparo, se puso en orden para
resistir a la empresa del Rey de Portugal y hacer la guerra a los enemigos,
Diego de Cáceres, que lo fue de la Casa del Rey don Juan de Aragón”
Con mil de a caballo, obstaculizó don diego, el avance
enemigo, y fue siguiendo y hostilizando a la hueste portuguesa hasta Plasencia,
logrando desbaratar más de doscientos jinetes al enemigo.
“Los de Ciudad Rodrigo, Cáceres y Badajoz, y por todos eran
hasta mil de a caballo, y a la entrada, en diversos encuentros, rompieron más
de doscientos de a caballo de los enemigos, y vinieron aquellos capitanes
cargando a las espaldas del ejército de Portugal”.
A la llegada a Plasencia, donde los duques de Arévalo,
recibieron a Alfonso V, vino tambien doña Juana “la Beltraneja” procedente de
Trujillo, acompañada por el Marques de Villena, y fue en Plasencia donde se
celebraron los desposorios de tío y sobrina, lo cuales se titularon desde aquel
momento Reyes de Castilla, León y Portugal, pero el matrimonio no se consumó
entonces, ni se consumaría nunca, en la espera de que el Papa les diera la
oportuna dispensa del parentesco.
“A 25 de mayo, día de la fiesta del Corpus Christi, jueves,
subieron allí al dicho Rey, y a la dicha Señora doña Juana, su sobrina, e a
vista de todos los desposó un obispo, y luego allí los alzaron por Reyna e Rey
de Castilla e León con todos los otros títulos de Castilla”.
(fuente-Muñoz Sampedro-tres Paladines)
(fuente-Alonso Maldonado-Hechos de Alonso de Monroy)
(fuente-Publio Hurtado-Castillo)
Agustín Díaz Fernández
Comentarios
Publicar un comentario