BREVE HISTORIA DE CÁCERES
CXLIV
Linajes
Cacerenses XXX
Sande.
Crónica
desde la calle cuba de mi llopis Ivorra
En su
origen un castillo que estaba enclavado en el Valle de Sande, en la
provincia de Orense, lugar del que tomo el nombre esta familia.
Álvaro
de Sande.
Este
caballero fue el primero en aparecer y asentarse en la villa cacerense, eran
tiempos del Rey Juan II, seria probablemente por la primera mitad del
siglo XV, y hasta el cronista sospecha que se vino a coger notoriedad, no a la
conquista del moro, si no a la conquista de una buena dote a través del
matrimonio y posición y riquezas que le faltaban, y para esto los dos
matrimonios que contrajo fueron con damas de la mayor ascendencia y dineros de
las de la villa, el uno con doña Isabel Álvarez de Saavedra, señora de las
dehesa de la Corchuelas, Palacios de las Nateras y Mederas, el otro con doña
Inés González Espadero, la que no le iba a la zaga en riquezas a la anterior,
aunque esto sería hablar por hablar, ya que don Álvaro de Sande, era hijo único
de Nuño de Sande, Señor de la casa Sande, en Galicia, al menos que este
señorío, diera para lo justo y un mediano pasar.
Pero
cierto es que una vez casado con ambas señoras, no simultáneamente claro, fue
cuando se le empezó a ver el lustre en el pelaje, y disponiendo de buen y
grande peculio, se encontró como uno de los principales caballeros de la villa
cacerense, siendo uno de los presentes cuando el Rey Juan II hizo entrega de la
villa al príncipe don Enrique en 1445.
Pedro
de Sande.
Fue este
Pedro, hijo primogénito de Álvaro de Sande, y que fuera primer Señor de
Valhondo, por la compra que hizo de esa propiedad en 1446 a Pedro Fernández de
Grijalba, que era de su propiedad, y al morir sin sucesión heredo el señorío su
hermano,
Juan
de Sande “El Viejo”
Este
caballero fue segundo Señor de Valhondo, y reedifico su casa y torre en la
esquina norte de la iglesia de san Mateo*, y construyo en esta iglesia la
capilla denominada de los Sandes, donde tuvieron ligar sus entierros, habiendo
siendo uno de los elegidos con su nombre de los que saco por suertes del bonete
la Reina Católica doña Isabel, de los caballeros que habían de componer el
Concejo cacerense, y que con anterioridad habia servido a doña Isabel como
princesa en las guerras de su tiempo.
Álvaro
de Sande.
Su
nacimiento se fecha en el año de 1491, nieto de Juan de Sande “el Viejo”, y al
que como segundón, trataron sus padres dedicarlo a la carrera eclesiástica, y
consiguiendo para él, la dignidad de Tesorero de la Catedral de Plasencia, pero
con grande inclinación a las armas, logró que su abuelo, el influyente y
eminente Sancho de Paredes Golfín, escribiese al Rey de los Romanos, hermano
del emperador Carlos I, y aquel lo admitió a su servicio, entrando en la
profesión de la milicia, en la que se mantuvo sin treguas durante cincuenta y
tes años, y siempre con éxitos en las empresas en las que se embarcó y entre
ellas, las jornadas de Túnez, en la que en presencia del Emperador, libró
victoriosos encuentros personales con los Turcos, la toma de Luxemburgo y ducado
de Grueldes, la guerra contra el Rey Africano de Cairwuan, en Alemania
batallando contra el rebelde Rafael Boz y sus huestes, en la conquista de la
isla de Malta, en Hungría contra el poder del Gran Turco, al que volvió a
derrotar en Castilnovo, más tarde también el Dalmacia, en Italia contra las
tropas invasoras de Francisco I, a las que arrojo de ella, y encerró al
Delfinado en el Piamonte, en Pisa, en Sena y en Tripoli, donde iba como Maestre
de Campo General, y libro muchos encuentros con los turcos, saliendo siempre
victorioso, hasta que en una de las batallas, y habiéndose internando durante
el ardor de la lucha hasta la tienda del mismo Bajá, diose preso, siendo
llevado en cautiverio a Constantinopla y encerrado en la torre del Mar Negro, y
donde permaneció cinco años, una vez libre del cautiverio, volvió a guerrear en
Alemania, al servicio del Emperador y con el mismo cargo de Maestre de Campo
General, se halló en muchas batallas, donde se distinguió en acciones
personales, llevados estos hechos en presencia del propio Emperador don Carlos
I, lucio en especial en la batalla donde fue hecho preso el Duque de Sajonia,
prisión que don Álvaro efectuó personalmente, cuenta el cronista que en uno de
aquellos lances terribles, al pasar sobre una mina, explosiono esta y como
resultado don Álvaro termino abrasado, más este contratiempo, no le impidió que
siguiera rigiendo al ejército desde una cama en las que se hacia llevar a las
baterías y sitios de gran peligro, de esta forma capitaneo la batalla de
Ferrara.
Fue
además caballeros de la Orden de Santiago y Comendador del Corral de Almaguer,
castellano de Milán y Gobernador y Capitán General de este mismo estado, y por
su valor, inteligencia y tan grande lealtad, le fue concedido el título de
Marques de la Piovera.
Contemporáneos
de don Álvaro y parientes muy próximos, fueron Álvaro y Jerónimo de Sande,
tambien militares, y que perecieron de sendos arcabuzazos en la defensa de
Gelves. Fueron tío y hermano suyo, Sancho y Nuflo de Sande, que sucesivamente
ocuparían el cargo de Tesoreros de la Catedral de Plasencia, que según parece
esta dignidad la tenía como de su propiedad la familia Sande.
Rodrigo
de Sande y Guzmán
Hijo de
don Álvaro de Sande, y segundo Marques de la Piovera, Como su padre presto sus
buenos servicios a la corona durante más de veinte años bajo el mando de su
padre, hallando casi en la totalidad de las batallas, libradas y ganadas con su
progenitor, más tarde siguió defendiendo al Duque de Saboya.
Álvaro
de Sande y Enríquez.
Tercer Marques de la Piovera, caballero este que fuera hijo de Rodrigo de Sande, y sucesor de la casa Sande, como los anteriores fue gran servidor de sus monarcas, y al que el Rey Felipe III, en veinte de agosto de 1616 otorgo el tirulo de Marques de Valdefuentes, villa esta que era de su propiedad.
*La Torre
de los Sande se ha llamado en ocasiones de los Plata. Y esto no parece que
tenga mucho peso, ya que ésta fue una noble y antigua familia, pero sin peso en
los siglos XV y XVI para levantar una torre tan lucida. Por el contrario,
Álvaro de Sande encabezó uno de los bandos en las luchas civiles del siglo XV,
con poder para fabricarla. Como prueba, en su base están los escudos Sande y
Ulloa.
La casa
anexa fue también del ilustre linaje de los Sande. Pero se siembra confusión al
ubicar el primitivo solar de la familia en el edificio vecino, la llamada Casa
del Águila, y no fue así. "Esta perteneció originalmente a los Loaysa,
quienes en el siglo XVI la vendieron a Sancho de Sande, que debió colocar el escudo
Sande, quizás este sea el origen del error.
Ana
de Sande y Padilla, única hija de Álvaro de Sande, dama que fuera de la reina
doña Isabel de Borbón, heredera de los títulos de su padre, además del de Conde
de Mejorada, este de la familia materna, casado con Alonso de Lancaster, Duque
de Abrantes, entrando de esta forma la casa Sande en la del Ducado de Abrantes.
Fue poco
fecunda esta pareja, y los hijos varones que procreó, o fueron eclesiásticos, o
murieron en las guerras de su tiempo, siendo su condición de solteros o en caso
de alguno que casó, murió sin descendencia de varones, si tuvo hijas que
casaron con señores de Torrejón el Rubio, de Grimaldo, de Torreorgaz, y
Mayoralgo, extinguiéndose así el apellido.
En el
ultimo tercio del siglo XV, se vino a avecindar en la villa cacerense, otra
rama de los Sande, Juan de Sande “el Viejo” segundo Señor de Valhondo, llego
procedente de Salamanca siguiendo los avatares de la milicia donde encontró una
familia de su mismo apellido, oriunda de Galicia, al igual que la suya y d su
mismo solar, Fernando de Sande, se llamaba en jefe de esta familia, tenia una
hija de nombre Elena y un hijo de nombre Pedro, al que el militar cacereño, vio
justar un día, y tanto fue de su agrado, que preguntando quien era, descubrió
el parentesco, el salmantino ganó de tal modo la voluntad del de Cáceres, que
este al tratar de volver a su casa, se empeñó en que Pedro, se viniese
con él, con promesa de sacar partido de gran ventaja, así las cosas consiguió
traérselo a la villa cacerense, y avecindándolo en ella, lo casó con una dama
de mucha nobleza y más dineros, llamada doña Francisca Picón de Figueroa,
comprando casa en la calle Roda, y reedificándola puso en la fachada el escudo
de armas, como resultado esta calle, a la que puso nombre su suegro, Calle
Picón como antes se habia llamado Roa, y antes del Organista, se llamó Calle de
Pedro Sande, que hoy se llama Calle Sande, este matrimonio tuvo bastantes
hijos, pero el más notable de ellos fue el primogénito que se llamó:
Francisco
de Sande y Picón de Figueroa.
Nació
este caballero en el año de 1534, y después de estudiar la carrera de leyes en
la Universidad de Salamanca. Desempeño varios cargos en justicia, hasta que
cogiendo fama por su rectitud y ciencia, y perteneciendo al instituto de la
Orden Militar de Santiago, el Rey Felipe II, conocedor de loe litigios que
tenía pendiente en Méjico el Marques del Valle, sucesor de Hernán Cortes, le
encomendó la tarea a Pedro de Sande, nombrándolo a para tal efecto Alcalde de
la Audiencia de Méjico, y en la que sucesivamente fue nombrado Fiscal y Oidor,
y fue tan del agrado y tan buenos y acertados los servicios que prestó,
llevaron al monarca a nombrarle Gobernador de las Islas Filipinas, donde se
necesitaba del temple y calidad que don Francisco de Sande lucia, y embarco en
1575 para Filipinas, donde la pacificación fue objeto de su mayor atención,
siendo muy articular la Isla de los Camarines, grandes levantiscos y
desobedientes a la corona, y donde por mediación de su capitán Pedro de Chaves,
fundó la ciudad de Nueva Cáceres, en recuerdo de su ciudad natal, haciéndola
capital del distrito.
Sucedió
que, hostigados por los indígenas de Borneo las tropas españolas allí
destinadas, armó Pedro de Sande su flota y partió en busca de la flota del
reyezuelo de aquella isla, cuya flota aprisionó y destrozó, y salando a tierra
se apodero de la corte y de su persona, obligándole a rendir vasallaje al
Soberano de los españoles.
A
resultas de que las enfermedades diezmaban a sus tropas, decidió abandonar la
isla y retornar a Manila, sometiendo a los naturales de Joló y de Mindoro,
consiguiendo el dominio de aquella zona, para la denominación española.
Estamos
en abril del año de 1580, y terminado su gobierno, embarcó para la Nueva
España, llegando a Méjico, donde volvió a ocupar el cargo de oidor de la
Audiencia, y en la fecha de 1591 fue promovido a presidente de la de Guatemala,
y en el año de 1597 a la Presidencia de la de Santa Fe en Bogotá, con el
nombramiento de gobernador y Capitan General del Nuevo Reino de Granada.
Le llego
la muerte en 1 de septiembre de 1602, dándole sepultura en el convento de San
Agustin de Cartagena de Indias.
Cuenta el
cronista que, Felipe II, al que tenia por uno de sus predilectos a Francisco de
Sande, y en gran estima, le otorgo la merced de llevar delante guion de él,
allá por donde fuera, más tenía Pedro, un carácter tan rígido y austero, que
sus gobernados, no encontrando nadie de tanta fama de inflexible con quien
hacer comparación, le apodaron el Doctor Sangre.
Fundo
mayorazgo, y que en el siglo XVIII poseía el Señor de Valdemoro, después pasó a
la casa del conde de Polentinos, y se dio la circunstancias que aunque Pedro de
sande tuvo bastantes hijos, hasta un total de seis, no tuvo nieto alguno, y
fuese preciso ir a buscar, para que lo heredasen a los descendientes de aquella
hermana que quedo en Salamanca cuando Pedro se vino a la villa cacerense, de
esta rama tampoco quedó rastro en esta villa.
El escudo
de armas que lucía, contaba con un águila negra y volante coronada de oro en
campo de plata, con ramo en el pico, y por orla el cordón de San Francisco, al
que añadió el General Álvaro de Sande, seis estandartes y seis banderas,
ganadas estas a sus enemigos en las guerras en las que participó.
Aldonza
de Sande
Aparece
una Aldonza de Sande, aunque el cronista no nos dice a cual de los ramos de
esta familia pertenece, nos cuenta que fue contemporánea de Pedro y de Álvaro
de Sande, y fue esta Aldonza una meretriz de notable y grande notabilidad en la
villa cacerense, y que el Padre de Pedro de Sande, de nombre tambien Pedro,
tuvo muchos hijos y no nombra más que a uno, bien pudo ser de esta familia,
señorita tan celebrada en la villa, pero que tambien, pudo ser que viniera a
Cáceres procedente de Alcántara, donde desde hacía un tiempo ya vivía en esta
plaza familia de este apellidos con procedencia tambien de Galicia. Lo que si
asegura el cronista es que era grande la fama de esta señora como la mayor y
mejor del género a la que festejaban todos los caballeros y gentiles de la
villa que llamo el moro Hins Qazrix.
Sande y
Picón, Francisco de. Doctor Sangre. Cáceres, c.
1530 – Bogotá (Colombia), 22.IX.1602. Oidor y presidente de Audiencia,
gobernador, caballero de la Orden de Santiago.
Francisco
Sande fue un representante de la alta administración indiana de la segunda
mitad del siglo XVI y principios del XVII, en la que ostentó los empleos de
fiscal, alcalde del Crimen y oidor de la Audiencia de México, gobernador y
capitán general de Filipinas; oidor de la Audiencia de México, gobernador y
capitán general de Guatemala y del Nuevo Reino de Granada y presidente de sus
respectivas Reales Audiencias. Conocido en la documentación oficial como doctor
Sande, nació en Cáceres, en fecha no precisada documentalmente. Fue deudo
cercano de Juan de Ovando, visitador y presidente del Consejo de Indias,
perteneciendo a la hidalguía cacereña. Cursó los estudios de Leyes y Cánones en
la Universidad de Salamanca, siendo colegial del de San Bartolomé y del Mayor
de Santa María de Jesús de Sevilla. El año 1567 pasó a Nueva España, provisto
con el empleo de fiscal de la Audiencia de México, interviniendo como tal en el
proceso de Martín, hijo de Hernán Cortés. Tras un año de servicio, ocupó una de
las tres plazas de alcalde del Crimen, de nueva creación por Felipe II. El año
1574, este mismo Monarca le confió el gobierno de las islas Filipinas con el
título de gobernador y capitán general en calidad de sucesor del adelantado
Miguel López de Legazpi, con el encargo de completar la conquista y organizar
tan extenso y distante territorio. Francisco de Sande tuvo que empezar por la
reconstrucción de Manila, recientemente arrasada por el corsario chino Limahón.
Apenas un año de haber tomado posesión del gobierno de las islas, enviaba a la
Corte una extensa e interesante relación sobre el estado de la tierra, en la
que abordaba los muchos y graves problemas del territorio, relación que
completaba unos días después con la Relación de las cosas de la China,
riquísimo filón de información de todo lo concerniente al misterioso y
desconocido imperio oriental. Como nota novedosa de esta Relación,
baste recordar que el gobernador Sande, con sangre de guerreros en sus venas,
no dudó en proponer al Rey Prudente nada menos que la conquista de China,
ofreciéndose a dirigirla personalmente e incluso a correr, al menos en parte,
con su financiación. Si no pudo realizar la conquista de China, sí llevó a
feliz término la jornada de Borneo, a cuyo sultán, junto con toda la isla,
redujo a la obediencia del Rey de España, arrebatándole un copioso botín:
veintisiete navíos y ciento setenta piezas de artillería gruesa. A la conquista
de Borneo siguieron las jornadas de Jolo y de Mindanao, al término de las
cuales, ya en el año 1579, volvió a insistir, en larga e idealista relación, en
la conveniencia de obtener autorización para emprender la conquista del Celeste
Imperio. En la Corte de Madrid se estimó muy aventurada la empresa,
prefiriendo, motivos de alta política, dar prioridad a las ventajas del
lucrativo comercio con China y con el Japón. Durante su mandato tuvo tiempo de
fomentar e impulsar el comercio y la minería a través de la conocida ruta
comercial de Acapulco; organizó y saneó la Real Hacienda y en aplicación de las
nuevas Ordenanzas de Población, recién dictadas por Felipe II, fomentó la
población del territorio fundando nuevas ciudades, como Nueva Cáceres, en
recuerdo de su patria chica, mandando expediciones colonizadoras a las
provincias de Yloco y de Cagayán. Dedicó atención preferente al impulso de la
cristianización, solicitando al efecto el envío de frailes, en particular los
“franciscos”. Fruto de esta política de cristianización fue el establecimiento
de la jerarquía eclesiástica en las islas, creándose el año 1579 la metrópolis
de Manila. Completados los seis años de su mandato, fue reintegrado por Felipe
II a su plaza de oidor de la Audiencia de México, plaza que sirvió hasta el año
1593, dándole tiempo a regresar a Castilla para contraer matrimonio con la
hidalga de Valdemoro, Catalina de Mesa. Entre los años 1593 y 1596 sirvió la
plaza de gobernador, capitán general y presidente de la Real Audiencia de
Guatemala, de la que pasó el año 1596 al más honrado empleo de gobernador,
capitán general y presidente de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada.
Aquí tuvo que atender a múltiples frentes, tales como la fortificación y
defensas de Cartagena de Indias, la pacificación de los indios del Río Grande
Magdalena, la protección de los naturales, la provisión de las doctrinas y la
creación de nuevos obispados. Sus relaciones con la Audiencia, a juzgar por la
documentación, no fueron lo borrascosas que han pintado sus detractores, que
han buscado en este punto motivos para la censura. Lo mismo ocurrió con sus
relaciones con el arzobispo Lobo Guerrero, que conocieron tiempos bajos por
motivos de “etiqueta”, en la que tan pundonoroso se mostraba el gobernador, y
en las incidencias derivadas de la práctica y defensa del Real Patronato, punto
en el que el gobernador y el arzobispo se encontraron al defender, lealmente
los dos, los derechos irrenunciables de la Corona, por un lado, y de la Iglesia
por el otro. Los roces entre la autoridad civil y la eclesiástica se prodigaron
en diversos campos. Todo esto, unido a sus diferencias con la Audiencia
llevaron al arzobispo Lobo Guerrero a tomar partido contra el gobernador,
consiguiendo de la Corte el nombramiento de un visitador, el doctor Andrés de
Zaldierna, que puso pronto fin al mandato del presidente, a quien sorprendió la
muerte, en circunstancias misteriosas, inspiradoras de leyendas populares, el
22 de septiembre de 1602.
Francisco
de Sande, mitad jurista y mitad soldado, encarnó como pocos la figura del
servidor de la Corona en la alta administración indiana. No ocupó puestos de
vanguardia a la hora de la 1.ª conquista, protagonizada por sus paisanos y casi
coetáneos, Pizarro, Cortés, Valdivia, Alvarado, etc., pero aupado por su
pariente y valedor, el omnipotente Juan de Ovando, fue pionero en la
retaguardia, consolidando la administración indiana, empeño para el que estuvo
especialmente dotado en razón de su bien probada preparación jurídica y de su
no disimulada afición a las artes marcianas, que tuvo ocasión de demostrar en
la represión de los indios chichimecas en México y en sus variadas empresas
militares en las lejanas Filipinas.
Sus
detractores, ya muy entrado en años y al frente del más difícil gobierno del
Nuevo Reino de Granada, se cebaron inmisericordemente sobre su persona,
intentando arruinar su fama, lo que no siempre lograron, pues un análisis más
sereno de su obra de gobierno y de su conducta como hombre, con base en las
fuentes documentales, no siempre consultadas y en muchos casos manipuladas por
determinados historiadores, no se salda con matices tan cargados de sombra, que
le merecieran el sobre nombre de Dr. Sangre, con el que ha pasado a
la leyenda en la última etapa de su vida y de su obra de gobierno. Es cierto
que, en Santafé de Bogotá, por motivos de “etiqueta” se enfrentó con el
prestigiado arzobispo Lobo Guerrero, quien, muy oído en la Corte, consiguió el
envío del visitador Zaldierna, pero cuyo testimonio documental es el mejor
argumento para retirar el crédito a las graves acusaciones urdidas contra el
gobernador del Nuevo Reino de Granada. Conviene no olvidar a este respecto, que
en las distintas etapas de su vida, gastadas en el más alto servicio a la
Corona, gozó siempre de buena estima y consideración, traducidas en continuos y
sucesivos “aumentos” administrativos y de gobierno, mereciendo ser el único
oidor de México confirmado expresamente por el arzobispo-virrey, Pedro de Moya
y Contreras, en su puesto de consultor del Santo Oficio, siendo también
agraciado por Felipe II con el Hábito de la Orden de Santiago y que en los más
difíciles empleos de Filipinas y de Guatemala nunca resultara merecedor de censuras,
o de reproches de parte del vigilante Consejo de Indias.
(Fuente
Publio Hurtado-Ayuntamiento)
(fuente
Biografías)
Agustín
Díaz Fernández

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