BREVE HISTORIA DE CÁCERES

                                          CXLV

Linajes Cacerenses XXXI

Solís (I)

Crónica desde la calle Cuba de mi llopis Ivorra

En algunos encuentros que tuvo don Pelayo contra el moro, en el Principado de Asturias, fue ayudado por dos caballeros a alcanzar el triunfo en la pelea, esos dos caballeros se habían distinguido y mucho en la batalla, por su gran empuje y brío e intrepidez, y aunque rechazado en principio el moro y puesto en fuga, la victoria no era completa, la tarde decaída y se preguntaban si habría luz para ponerle el broche de derrota total, el Rey y sus adalides estaban perplejos, pues de no acabar la pelea empezada y exterminar al resto de la morisma que aun se resistía, el moro terminaría por agruparse y reponerse de las perdidas habidas durante la batalla, y el triunfo parcial resultaría baldío, por esos caballeros y adalides, estaban a la espera, perplejos, las ordenes que no se atrevía a dar don Pelayo, hasta que al punto se decidió a dar la orden:

-Andad, que, con el Sol, Is-

Con lo que quedaba a la espera de que todavía a pesar de la primera oscuridad, les diera tiempo suficiente a su gente, a terminar lo empezado, y dar remate a la victoria.

Al recibir la orden de “sus y a por ellos” los caballeros a la cabeza de sus respectivas huestes, volvieron a la carga, y en poco tiempo quedaron en el campo de batalla, o muertos, o cautivos, desarmados y rendidos por completo a la gente de Mahoma. 

Escriben los que se dedican a estas cosas, que tal fue el motivo de este apellido de Solís, que tantos caballeros han dado, y tantos descendientes entre la grandeza de España, en especial en el linaje de los duques de Badajoz y Montellano, Condes de Coria y más de más.

Un Sol cuenta en su blasón de gules en campo de oro, ostentan otros el sol de oro en campo de gules, los del primer linaje, le ponen bordadura de oro y en ella ocho cabezas de lobo de gules, los que usan el segundo blasón, lucen en el aura de la bordadura escaques de plata y azur, estos últimos son los cacerenses, provenientes de la estirpe de Noroña, representada en la bordadura del blasón, donde tambien se observan cabezas de serpientes mordiendo los rayos del sol.

Cuenta que esta familia estuvo en la conquista de la villa cacereña, y en la que tuvieron casa desde 1229, sin saberse el nombre de cuál de ellos fue el que participo en aquella jornada de la conquista, pero si sabe el cronista el nombre de dos de sus hijos:

Gómez Fernández de Solís

Este caballero casó con Teresa Blázquez de Cáceres, hija de Juan Blázquez, que también tomo parte en la conquista, estos fueron los progenitores de los Solís cacerenses, y,

Alonso Fernández de Solís.

Caballero de la Banda, y que se asentó en Salamanca, siendo el generador del linaje Solís de aquella ciudad.

Nobles y caballeros, pro debieron de quedar a la luna de Valencia en el reparto de propiedades territoriales que, Alfonso IX hizo entre sus auxiliares tras la conquista, pujes no fue hasta muchos lustros y siglos después, cuando se hiciera notar su presencia en la cosa pública.

Gómez de Solís.

  Este personaje, fue el que dio grandeza a esta familia, partió de su casa en busca de aventuras, aliviando así a sus padres de la carga familiar que pesaba sobre él, salió al mundo en busca de dineros y adelantos personales, recordemos que esta familia, nobleza toda la que se quisiera, pero la bolsa la tenían lo mismo de vacía de lleno los blasones de grandeza.

Gómez de Solís, era hijo de Diego Fernández de Solís, y de Leonor de Loroña, que contaba al menos con dos hermanos varones más, Gutierre y Fernán, y dos hermanas, y como segundón, no se podía contar para él la hacienda familiar, por lo que no podía contar con más porvenir, más que con los recursos personales, ya que la escasa hacienda familiar pasaría a poder de Gutierre al ser el primogénito.

Y cierto día, este guapo mocetón, porque de esta manera lo califica el cronista, y siendo el año de 1430 o treinta y tantos, se dispuso a cruzar el Tajo, y abandonar a si el solar paterno, camino de Madrid, lugar donde a la sazón se hallaba la corte, sin otro equipaje que el puesto, ni mas salvoconductos que alguna cara de recomendación que amigos o parientes de sus padres le proporcionaron.

Más marchando hacia Madrid, un día topo en Oropesa, en cuyo castillo se hallaba temporalmente el Conde del mismo título, con parentela entre los Toledo Cacerenses, así que se decidió a detenerse y visitarle, y ocurrió que fue grande la impresión que Gómez causa al Conde y que este lo admitió sin darlo entre los de su servidumbre, y a los pocos días el Conde con sus servidores, entre los que Gómez fue de la partida, se pusieron en camino hacia Madrid.

En presencia del Rey Enrique IV, corrieron toros cierto día, resultando tan brava una de las reses lidiada, que después de haber desbaratado y hasta en dos ocasiones a la Guardia Real, alcanzo a uno de los lidiadores, muy cerca de la ventana desde la cual presenciaba Enrique IV el espectáculo taurino, y fuel tal el aparto de la cogida del lidiador que, todos presagiaban un fatal desenlace, y no habiendo nadie que le prestara ayuda o favor, más en estas, se vio el vuelo de una capa de un caballero y como echaba mano de la espada, como se va a por el toro, y encarándole, le administra dos puñaladas en el cuello derrocando al astado, este caballero era ni más ni menos que el insigne Gómez de Solís, y lo hizo con tanta buena maña y valentía, que cayó en gracia al Rey Enrique IV “ el impotente”, a don Gómez de Solís, me refiero, y la mando vivir consigo y fue gran privado suyo, las malas lenguas pasando los siglos, habrían de hablar de la condición de homosexualidad del de Solís, siendo quizás según lenguarones, meapilas varios, y sobrantes en general, el primer gay reconocido en la villa cacerense.

Mas tarde el monarca Enrique IV, “el impotente”, le hizo Mayordomo Mayor de su casa Real, y ya en 1458, logró que el Papa Pio II, expidiese Bula mandándole dar el Maestrazgo de la Orden de Alcántara, Maestrazgo del que disfruto durante catorce años.

El cronista no cuenta mucho de los logros de su gestión como Maestre, quizás por que halla poco que contar, hombre valiente y aun capaz, pero ambicioso con desmesura, tal como eran los magnates de aquel tiempo, tipo sin escrúpulos, que no dudada en traicionar la palabra de fidelidad jurada, si el perjuicio redundaba en beneficio propio o en el de su familia, y como Maestre era tal de igual, cuando la desafección no la provocaba uno, daba margen para que fuera el otro el desafecto, dando pie a crear una guerra interior dentro de la Orden, y una grande relajación en los vínculos que debían unir a los caballeros del mismo instituto, pareciendo más que una asociación de freires, una barahúnda de energúmenos que traían devastada no solo la tierra cacerense, si no la Extremadura entera, corriendo la sangre por las calle, y los hogares empobrecidos y enlutados.

Pero como suele ocurrir en rio revuelto, aprovechando las circunstancias, pescó para los suyos ricas y grandes prebendas, para su hermano mayor Gutierre, el título de Conde de Coria, para su otro hermano Fernán, el título de Duque de Badajoz, y señoríos, alcaidías, encomiendas y todos los beneficios a la vista y posibles para el resto de sus familiares.

En el capítulo anterior dejábamos al de Solís, con los preparativos de boda:

“Gómez de Solís, ambicioso sin límites, y una vez aupado al poder y la dignidad de Maestre, intento que su hermana no se casara con este noble caballero, que lo fue en todos los sentidos de Francisco de Hinojosa, pretendió casar a su hermana doña Juana con un mejor partido, pero está enamorada, le abrió el balcón de su estancia, para que el de Hinojosa escalara hasta su cuarto, el resultado fue que quedó embarazada y de ahí la asunción que se vio forzado a dar a la boda el Maestre”, 

 y para dar más brillantes a los esponsales que se efectuaron en Cáceres, invito a casi la totalidad de Comendadores de la Orden, y demás caballeros particulares de fuste y nobleza cacerense y extremeña, a disfrutar de los festejos preparados para tal evento, siendo uno de los invitados el Clavero de la Orden Alonso de Monroy, grande y estrecho amigo suyo, este acudió desde Montánchez, encomienda donde se encontraba, y tras comer en casa de don Gómez de Solís, un día antes de la fiesta, invito el Maestre a sus comensales a que participasen en

La guerra de origen intestina y desoladora de la Orden de Alcántara, fue provocada por los incidentes producidos a causa de:

El Maestre casó a una hermana suya, doña Juana de nombre con un caballero trujillano llamado Francisco de Hinojosa,



 “Gómez de Solís, ambicioso sin límites, y una vez aupado al poder y la dignidad de Maestre, intento que su hermana no se casara con este noble caballero, que lo fue en todos los sentidos de Francisco de Hinojosa, pretendió casar a su hermana doña Juana con un mejor partido, pero está enamorada, le abrió el balcón de su estancia, para que el de Hinojosa escalara hasta su cuarto, el resultado fue que quedo embarazada y de ahí la asunción que se vio forzado a dar a la boda el Maestre”, 

 y para dar más brillantes a los esponsales que se efectuaron en Cáceres, invito a casi la totalidad de Comendadores de la Orden, y demás caballeros particulares de fuste y nobleza cacerense y extremeña, a disfrutar de los festejos preparados para tal evento, siendo uno de los invitados el Clavero de la Orden Alonso de Monroy, grande y estrecho amigo suyo, este acudió desde Montánchez, encomienda donde se encontraba, y tras comer en casa de don Gómez de Solís, un día antes de la fieste, invito el Maestre a sus comensales a que participasen en la lucha, cosa habitual entre la gente de armas en aquella época, Alonso de Monroy, atlético, , casi un gigante, poseedor de una fuerza descomunal, y que para luchar en estos eventos de distracción, solía hacerlo con mano y brazo derecho, y atado a la espalda el izquierdo, y este portento de luchador no encontró jamás quien la derrotara a pesar de hacerlo con un brazo solo, pero el novio le rogó que luchase contra él, que tambien se tenía por hombre de buena calidad para la lucha, don Alonso, con toda la cortesía de que era capaz, tato en vano de disuadirle, pero resulto que la invitación a la lucha del de Hinojosa iba acompañada de la del Maestre Solís, accedió el de Monroy, pero con la condición de que él lo haría con el brazo izquierdo atado a la espalda como solía, a lo que Francisco de Hinojosa hizo observar que, con tal ventaja no lucharía, quedando muy ofendido con proposición semejante, lo que hizo que aumentara más y más si cabe, la envidia que los hermanos Solís le tenían al caballeroso don Alonso de Monroy.

Otro de los días, se jugaron cañas en la Plaza Mayor de la villa cacerense, donde para la ocasión se habían levantado unos tablados elevados, donde los caballeros debían lanzar por encima las varillas, don Alonso, en vez de lanzar una de estas varillas de cañas, pidió una lanza jineta, “lanza corta usada hasta principios del XVII”, y espoleando a su caballo, la lanzó por encima del tablado, lo que fue muy celebrado por todo el concurso y aplaudido con desmesura, dando esto motivo para que siguiera creciendo la envidia de los de Solís, hasta el punto de que estos se conjuraran para dar muerte al Clavero de la Orden don Alonso, siendo el novio, en que se ofreció para llevar a cabo la empresa.

Comenzado el juego, Francisco de Hinojosa, lanzó tres cañas a don Alonso, cara a cara, habiendo estado a punto de que una de ellas hubiera herido de gravedad en un ojo, y apercibido don Alonso de que su competidor iba con malas intenciones, salió tras él, y con la lanza dio un golpe en la cabeza del de Hinojosa, abollándole el casco y ocasionándole una herida en la cabeza, con la cual cayo desmayado del caballo.

-Muera, que muera el Clavero, que mató a Francisco de Hinojosa sin motivos-

Comenzaron a gritar el Maestre, su familia, y la familia del novio, así como el pueblo allí congregado azuzados por aquellos.

Gutierre y Fernán Solís, hermanos del Maestre Gómez de Solís y a la sazón de doña Juana, la novia, con creciente furia y saña, metiéndose entre el gentío, pugnando por ser los primeros en llegar a dar escarmiento a don Alonso, el Maestre don Gómez que, desde una ventana de la casa familiar*, presencia los juegos bajó, y viendo que el de Hinojosa recobraba el sentido y abría los ojos, y que la herida era poca cosa, chapa y pintura solo, mandó fuera llevado a su casa, y acudiendo presto al lugar donde se habia entablado la pela contra el Clavero don Alonso, quien sobre el caballo y herido, cortada la adarga hasta en cuatro partes, se defendida como el coloso que era, espada en mano, de sus numerosos acometedores, le ordeno se diera preso.

*De la ventana que nos habla don Publio Hurtado, debía pertenecer a la Torre de los Pulpitos, sobre la muralla, enfrente de la casa del Maestre, casa que estaba enclava en el patio del hoy Palacio de Mayorazgo*

Y don Alonso, que se vio solo, y con la plaza cerrada por talanqueras, siendo imposible la escapada se dio a la orden, y don Gómez de Solís lo envío preso al convento de la Orden en Alcántara, yendo custodiado por muchas gentes de armas, desoyendo la incitación de su hermanos y parientes que le aconsejaban le diera muerte, en vista de que Francisco de Hinojosa se recuperaba fácilmente.

Este fue el desgraciado suceso del origen de la cruenta enemiga que desde entonces existió entre el Maestre y el clavero de la Orden de Alcántara, ayudados por muchos comendadores y caballeros de la Orden, por la gracia de don Gutierre de Sotomayor, predecesor del de Solís y tío de Alonso de Monroy.

La Edad Media fue acreditada como época de caballeros e hidalgos, de cumplir la palabra dada y de fidelidad a sus señores naturales, pero los tiempos de Enrique IV de Castilla “el impotente”, fueron tiempos licenciosos y faltos de pudor, la lealtad era por días y lugar, y que no se hallaba ni en palacio ni en casa humilde, todo era arrimase al vencedor, tiempos de caballeros sin escrúpulos y perjuros, con tal de obtener ventajas personales, sim importarles que se fuera por los suelos la cosa pública, así andaban las cosas en la tercera parte del siglo XV, y en este ambiente extraño se movía don Gómez de Solís, por campo abonado que incitaba a la deslealtad y revuelta.

(Fuente Publio Hurtado-Ayuntamiento)

(Fuente Orden de Alcántara-Maldonado)



Agustín Díaz Fernández

 

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