BREVE HISTORIA DE CÁCERES

                                           XXXVIII

Ordenes Militares

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra.

La Orden de Santiago, así que el estandarte real ondeó sobre las torres del alcázar, renovó sus pretensiones al señorío d la villa, alegando el Post liminiun (reintegración de sus derechos), más, apercibido de ello los hidalgos y soldados que, a recomendación del monarca se proponía asentar en su recinto, hicieron presente al Rey Alfonso IX, sus recelos de perder cuanto en lo sucesivo adquiriesen o a ella trajesen, si la daba a alguna Orden o magnate. Y tal recelo llevó al ánimo real la persuasión de que sus proyectos de repoblación saldrían baldíos, si no aseguraba a los pobladores su absoluta independencia, les prometió, que la villa seria siempre de la corona.

Perdida con esto la esperanza de que Cáceres en lo sucesivo la capitalidad de la gloriosa hermandad, el Maestre hizo que se retirasen de esta todas las reliquias que existiesen en ella, del Instituto Militar, y así lo hicieron, comprendidas entre ellas los resto del del fundador de la Orden y de otros caballeros en su convento sepultados, siendo trasladados al de San Marcos en León.

Ya en orden el provenir de sus hijas, las Infantas doña Sancha y doña Dulce, nombrándolas sus herederas en detrimento de su hijo Fernando III Rey de Castilla, e hizo jurar a los concejales que por tales le reconocían y ayudarían, y termino el monarca tan solemne como trascendental acto, levantando la mano en alto y coram populi (delante del pueblo), añadió:

-Yo, don alonso Rey de León, que recuperé Cáceres al culto de los cristianos, doy a Cáceres con todas sus pertenencias, a todos aquellos  pobladores que la quisieren poblar, excepto las Ordenes y los de la cogulla que renuncian al siglo, y juro por el Hijo de la Virgen Maria, y levanto la mano a aquel que hizo el cielo y la tierra de que nunca daré esta villa ni sus pertenencias a ningún otro si no a mí y a mis hijas y después de mi y de mis hijas a la Real Majestad de León, y no a otro, y cualquiera de mi linaje o de la Majestad de León real o imperial, que quisiese quebrantar este juramento o este pacto o concierto que hice con mis hijas al concejo de Cáceres, sea maldito de mi maldición y con maldición del que se dignó de Maria Virgen y sea sepultado en el infierno con la traición de judas por todos los siglos de los siglos Amén.

Al punto se ofreció el Ayuntamiento cacerense al conflicto que nació de su juramento hecho por el difunto Rey de reconocer a las infantas por herederas de la Corona, el reino leones se dividió, unos pueblos tomaban partido por las Infantas, otros por don Fernando III de Castilla por soberanos. En Cáceres todo eran vacilaciones, por una parte, el derecho estaba de parte del Rey castellano, pero ¿Qué fue de aquel juramento prestado, bajo la pena de maldición si no se proclamaba y defendía la prioridad del derecho de las Infantas?

Corrió la noticia y pronto le llego al Maestre de la Orden de Alcántara, don Arias Pérez de la indecisión del Concejo, y siendo este uno de los paladines más adheridos a la causa de las Infantas, en agradecimiento de las muchas mercedes que su padre le habia hecho habia concedido a la Orden, vienen a la villa cacerense, se avista con sus dirigentes y al oírles decir lo que les costaría en su conciencia la traición al derecho del castellano, que era notorio a todos, les hizo don Arias Pérez esta reflexión ¿pero no estaba el episcopado leones del lado de las Infantas?. Con esto salió el concejo de su incertidumbre y alzó sus pendones en favor de ellas.

Pero doña Berenguela, madre de don Fernando, con la presteza y diplomacia que en ella se distinguía, negocio con sus hijastras la renuncia de sus pretendidos derechos, con esto el incendio de la guerra civil, apenas prendido, y que ya se empezaban a ver, quedo sofocado, y así todas las ciudades y villas del territorio Leones, aclamaron por su Rey a Fernando III de Castilla, siendo una de ellas la de Cáceres, que a los siete años de haber sido conquistada , 1236, aclamó al Santo Rey, cuando desde Alcántara, pasó por la villa cacerense camino de Medellín, desde donde emprendió la campaña sobre Córdoba, y que  a cuya conquista le siguieron algunos de los más plecaros cacereños, así mismo como a la de Sevilla, llevada a cabo en 1248. Tambien presto auxilio a Alfonso X el sabio, en la guerra que libró contra el Rey Alhamar de Granada en 1270, bajo las banderas del Infante don Fernando de la Cerda, volviendo a repetir en el año de 1280 al mano del Infante don Sancho cuando batalló contra Mohamed II. Sucesor de Alhamar en el trono granadino.

Tras la muerte de don Fernando de la Cerda, el Rey Alfonso X el sabio, pasó por la villa cacerense, dirección Burgos y de allí a Bayona a tratar con el Rey de Francia, con que convenia hacer con respecto de los herederos de aquel, y que cuyos derechos a la sucesión a la Corona les negaba el Infante don Sancho, quien llamándose protector de los fueros de la nobleza se iba  atrayendo a ésta a su partido descontenta como estaba con las reformas legislativas de don Alonso que tanto dañaban a sus prerrogativas feudales.

Y más de más, con las lapidaciones del Rey Sabio, era tal su abandono administrativo de sus estados, por atender a las cábalas celestes y eran tan exorbitantes los impuestos que, convocadas por don Sancho y celebradas cortes, en Segovia en 1276, en ella fue depuesto don Alonso y aclamado su hijo don Sancho por Rey de León y Castilla.

Y de nuevo surge la guerra civil entre dos parcialidades, y Cáceres siguiendo el ejemplo de la mayor parte de los pueblos de la nación, formó por el partido de don Sancho.

Alfonso X el Sabio, despojado de su reinado, imploro la ayuda del Emir Africano, después acudió al Pontífice Martino V quien, haciendo iodos a sus quejas, intimo a las villas del reino, para que negando toda obediencia a son Sancho, se la diesen de nuevo a su anciano padre, bajo severas censuras para los desobedientes. Apocado, tímido, tibio, el Concejo cacereño, vaciló en su obediencia, más de esta tibieza se enteró don Sancho desde Talavera de la Reina donde a la sazón se encontraba, se llegó a Cáceres y ayudado por la por entonces influyente familia Blazquez, consiguió que el municipio cacerense se afirmase en su obediencia.

La muerte del Rey Alfonso X, no mejoro la situación política nacional, quedaron como enseña de revueltas los Infantes de la Cerda, Cáceres abrazó su causa la parentela de los Valverde, y señores de Castellanos, y entre los que más se comprometió fue Fernán Yáñez de Valverde, que tuvo que abandonar su casa y huir a Aragón al lado de los infantes, a seguir sus avatares, siendo uno de los mas desatacados defensores de su causa.

(fuente Floriano Cumbreño-Historia de Cáceres

(fuentes Publio Hurtado-Castillos)

(fuente Benito simón Boxoyo-Noticias)

(Fuente Orti Belmonte-las conquistas)

Distintivo de la Orden de Alcántara


Agustín Díaz Fernández 

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