LIII
Oficios,
Mercados, Ferias (II)
Mercados
En el
borde de una extensa explanada, comenzó a construirse la iglesia de Santa
Maria, explanada que enfrentaba la puerta occidental de la muralla, Puerta
Nueva, (hoy Arco de la Estrella), esta explanada terminaba hacia el Norte, en
el declive descendente que partiendo de la Torre del Aire (hoy Obras Pías de
Roco) y Angulo Noroeste de la muralla, terminaba en el valle, y por el Sur se
cerraba por el declive, que subía hasta la cota superior del cercado por los
romanos que acogían la villa cacerense, y que es donde se encontraba el
impresionante e irreductible Alcázar (hoy Plaza de las Veletas). Ante Santa
Maria se extendía una amplia plataforma, en la que, al ser conquistada Cáceres,
no existía ninguna edificación, a excepción de la Atalaya o Torre Redonda, esta
ubicada en la Casa Quemada o Solar de Carvajal, esta torre que vigilaba el
descenso oriental hacia la Ribera*, En este amplísimo espacio se estableció en
los primeros tiempos el mercado publico “azogue” que tenia lugar todos los días
con carácter local y urbano, para subvenir a las necesidades cotidianas del
abastecimiento doméstico, tambien y con carácter urbano se celebraba otro
mercado semanal, al que acudían con sus productos las gentes de las aldeas,
aunque no ha llegado el dia preciso en que se celebraba.
*Para
hacerse una idea de la amplitud de esta explanada, hay que imaginarse libre de
edificios que mas tarde se construirían, como el Palacio de Mayoralgo, Palacio
Episcopal, Palacio de Hernando de Ovando, Solar y Torre de Espaderos, la Calle
Tiendas y el Palacio de los Toledo-Moctezuma, nada de esto existía*.
Todas las
mercancías era obligatorio venderlas en el mercado, exceptuando el vino, este
tambien se podía vender en las tabernas, y los productos almacenados en el alfolí
(lugar destinado a guardar cereales, grano o sal) que se vendían en el mismo
almacén, así al concentrar todo el movimiento en un solo lugar daba lugar a
facilitar las transiciones y la vigilancia de las tasas, de estas se encargaban
los Alcaldes. Los vendedores de hortalizas, miel, aceite, manteca, pan, leña,
sal grana, madera, cueros y telas, alineaban los puestos entre la Puerta del
Socorro y el ábside de Santa Maria, formando una calle, que, al ser delimitada
muchos años después por construcciones, conservó el nombre de Calle Tiendas.
Hacia la derecha de la Iglesia, se colocaban los carniceros y los vendedores de
pescados d rio (percado reziente), el resto de la explanada era ocupado por los
vendedores de leña, yerba y animales vivos.
Se le
denominaba mercader a todo el que fuera vendedor o merchán, y las mercancías
forasteras, que bajaban en su mayoría de la parte de Plasencia, Coria,
Salamanca, Ávila o Toledo, eran triadas en reatas de caballerías por los
recueros, y sucedía que estos mucha de las veces, no tenían necesidad de
acercarse a la Villa cacerense, ya que le salían al paso hombres y mujeres que
le compraban la carga, para venderla después dentro de la población, a los que
se dedicaban a estos se les llamaba comúnmente recatones, y estaban muy
vigilados por los Alcaldes, para evitar el alza abusiva de los productos.
Los
ruanos, eran una clase especial de vendedores ambulantes, solían vender por las
calles pregonando su mercancía que, en general consistía en paños, mantas y
telas, (no hace mucho aun se nombraba por la Villa cacerense, la Manta Ruana)
Estos Ruanos, que mercadeaban en Cáceres,
procedían de la parte de Trujillo que estaban establecidos en una de las
aldeas fronterizas con Castilla, y por el comercio al que de dedicaban sus
vecinos se le dio el nombre de Ruanes. Estos comerciantes subían a los pasos
del Tajo por el Puerto de Almaraz, donde compraban la mercancía a los recueros,
generalmente telas, y paños de Segovia, para después venderlas en Cáceres.
Todas las
mercancías, por obligación tenían que guardar tasas o coto de Concejo, estas
oscilaban según la época, tomándose medidas para evitar la confabulación de los
vendedores, La tasa mas fija era la de la carne, que por nueve dineros se
vendía el tercio del carnero, por ocho el tercio de la oveja, lo mismo que un
cuarto de cordero, siendo de siete dineros el importe de un cuarto de cabrito.
Era obligación de vender la carne en perfectas condiciones de consumo,
castigándose al carnicero que vendiese carne “Fedionda o hinchada” tambien los
carniceros vendían la caza; Dos perdices por seis dineros, el conejo a tres, la
liebre a seis, y el par de palomos a cinco dineros,
Muy poca
era la circulación de monedas, la mayoría de transacciones se hacían por el
procedimiento de intercambio de productos o especies cuyo valor se reducía,
aproximadamente al valor de la moneda, más habia gran oscilación, según la
calidad del producto apreciado, pero las calonnas (multas) del Concejo, era
obligatorio pagarlas en metálico.
El Fuero
tambien especificaba el sistema monetario, que constaba de cuatro valores, como
el Maravedí, el sueldo, el Dinero, y la Miaja.
El
maravedí, que en tienes sus orígenes en el dinar de oro almorávide, el cual
imitó Alfonso VIII en Castilla y que más tarde trascendió al reino de León
durante los reinados de Fernando II y Alfonso IX, siendo su valor de ocho
sueldos el maravedí, el sueldo, octava parte de un maravedí, era una moneda
imaginaria o de cuenta, y estaba compuesta por doce dineros, o monedas de
vellón, aleación de plata y cobre y que era muy variable en proporciones,
siendo el material más común del dinero corriente durante toda la Edad Media,
la mitad de un dinero era la miaja (meaja).
Las
medidas se designaban con el nombre de “ochauas de Concejo” ya que era este el
encargado de proporcionarlas a los mercaderes para que las utilizasen en sus
transacciones. El Municipio arrendaba este servicio a los “ochaueros” quienes
junto a los Alcaldes, tenía a su cargo la vigilancia de las pesas y medidas,
debiendo evitar que, se utilizasen medias extrañas (extranjeras).
Se
nombran las medidas; La arroba, dividida en medias, cuartos o chavas o
cucharas, de estas entraban treinta y dos en la ochava.; El cahiz (cafiz) con
medios cahices, y el cuarto de cahiz, o quartiella. Estas medidas servían para
los áridos, trigo, cebada, centeno, sal, etc, Para líquidos se usaba la
colodra, con sus medios y cuartos, y la paniella, medida que, en Cáceres se
vino utilizando hasta muy avanzado el siglo XIX para la venta del aceite,
equivalente a la cuarta parte de una libra castellana (115 gramos) la miel, la
cera, y la manteca, se vendían por quarteznas, y que quizás fuera tambien esta
una medida de peso.
Tambien
se nombra la morabera y la dinarada, se supone que estas no fueron medidas
fijas, sino que fueran una cantidad de ciertos productos que se pudiere
adquirir por un maravedí, la dinarada de cualquier artículo que podría
comprarse por cierta cantidad de dinero.
Ferias
El fuero
Alfonsí establece dos periodos feriales,
las llamadas ferias de Cuaresma y las Ferias de Agosto, estas ferias,
cuyo origen es antiquísimo, son mercados privilegiados que, sé celebraban en
días o periodos señalados y en parajes públicos, con el objeto de concentrar en
ellos los mercancías y dar facilidades en las operaciones mercantiles, el
Concejo garantiza la paz del periodo ferial, a fin de estimular que fueran muy
concurridos por los mercaderes, estos estaba amparados como sus mercancías,
quedaban eximidos de cualquier impuesto de transito y de arbitrios municipales
que eran inherentes a las operaciones de compra venta, y se les daba
seguridades, tales como; No poder reclamarles nada de sus obligaciones
contraídas con anterioridad al periodo ferial, suspensión de enemistades y
protección de la justicia e igualdad de trato para todos los feriantes sin
tener en cuenta las diferencias de patria ni religión.
El
privilegio, tal y como figura en el Fuero de la villa cacerense, y en la Carta
de Población, es de lo más típico, la feria de Cáceres tenía lugar una vez al
año y t4enia un periodo de duración de un mes, que comprendían los últimos
quince días del mes de abril y os quince días primeros de mayo, fecha escogida
por ser la más propicia para preparar las faenas de cosecha. Se dan seguridades
de paz y tregua a todos los que quisieran acudir a la feria, tanto del reino de
León, como de Castilla, Aragón, Navarra, y Portugal; ya sean cristianos, ya
judíos, ya moros, penando con multa de mil maravedis, a todos aquellos, que con
cualquier pretexto trataran de impedir la concurrencia de mercaderes.
Los
Alcaldes, los Sex, y el Notario, son los encargados de asegurar la paz durante
las ferias, rondado lo mismo de día que de noche, de dos en dos por la Villa
con el fin de mantener el orden, y restableciéndolo en el caso que alguien se
atreviera a perturbarlo. Quedaba completamente prohibido sacar armas durante el
periodo ferial, en el caso de que alguno agrediera a otro un cuchillo
produciéndole heridas, pagaba la pena de diez maravedis, y además se le cortaba
la mano; en el caso de que el agredido muriere como consecuencia de las
heridas, el agresor era inmediatamente ahorcado, y se le confiscaban los
bienes.
Era
natural, corría el vino durante el periodo ferial, entre convidadas y
alboroques, lo que podía derivar en riñas, escándalos y tumultos. Los alcaldes
estaban obligados a reprimirlas y castigarlas con dureza, con penas de cepo a
los revoltosos, los ladrones que eran sorprendidos en las ferias, eran
ahorcados.
Durante
el periodo de ferias, no se podía reclamar las deudas, ni responder por
enemistad publica o privada, ni por otras obligaciones que las derivadas del
comercio ferial. Solamente se responde por homicidio, por mujer forzada, por
reclamaciones que se hicieran del caudal de huérfanos, o bien por casas
pertenecientes a la labor del campo, alquiler de casa o haber de cabalgada.
(Fuentes
Floriano Cumbreño-Historia de Cáceres)
(Fuente
Publio Hurtado-Castillos)
(Fuentes
Simón Benito Boxoyo-Noticias)
(fuentes Orti
Belmonte-Conquistas)
Agustín
Díaz Fernández
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