BREVE HISTORIA DE
CÁCERES
LXXIV
Isabel I
de Castilla II
Crónica
desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
En el
capítulo anterior veíamos que:
fue la
propia mano de la Reina Isabel I de Castilla, quien sacó seis papeletas de cada
bonete, y así quedó constituido el municipio con los doce regidores designado
por la suerte y cuyos cargos desempeñarían de por vida.
Pasados
unos días y ya reglamentados algunos de los servicios públicos, y tras
declararse protectora del vecindario partió para Sevilla, en la creencia de
dejar un pueblo pacífico y conforme en la villa cacerense.
Más otro
suceso volvió a quebrantar la tranquilidad, y es que Don Alonso de Monroy, ya
reconocido por casi la totalidad como Maestre de la Orden de Alcántara, le
surgió otro pretendiente a esta dignidad, don Juan de Zúñiga, niño este de
corta edad, hijo de los intrigantes duques de Arévalo, quienes consiguieron de
su amigo el Papa Sixto IV, en día 9 de junio de 1477, cartas para que los
caballeros de la Orden reconocieran al niño por Maestre, y como tal le
prestasen la obediencia debida, pero nadie hizo caso, por ser violenta e
inconcebible tal mudanza, y el Papa al recibir nuevas por parte del Duque, del incumplimiento de lo mandado, se irrito
sobre manera y pillo un cabreo como una mona, repitió el mandato en 2 de diciembre
del mismo año, y excomulgó a los desobedientes, de los que acompaño larga
lista, de las que a primeros del año nuevo se fijaron en las puertas de las
iglesias cacereñas y conventos, produciendo gran escándalo y presión por parte
de las señoras de la nobleza, ya que en las listas aparecían caballeros,
escuderos y menestrales de la villa, que encontraban más razonable y
conveniente tener a la cabeza de la Orden, a un hombre de la experiencia y
merecimientos de don Alonso de Monroy, que aun niño manipulado por su ambicioso
y desacreditado padre.
Mas al
cabo de sangrientos disturbios, la familia Zúñiga se Salió con la suya. Este
ilustre personaje legal y leal de don Alonso de Monroy, fue temido y apreciado
al mismo tiempo que usado y tirado por la sentida cuando a los Reyes tanto
Enrique IV como su hermana Isabel la Católica, no les interesaron sus
servicios, así son los poderosos, nunca apreciaron a quien bien les sirvió.
En 27 de
enero de 1479, y tras hechas las exequias en Trujillo por el Rey de Aragón, don
Juan II, suegro de doña Isabel, la soberana se vino a Cáceres otra vez, en
compañía de su marido don Fernando V, donde permanecieron unos pocos de días,
con el fin primordial de concertar vistas con la Infanta de Portugal, doña
Beatriz, tía suya, Duquesa de Viseo, con el fin de poner término a la guerra
que disputaban ambos reinos. Volvió a Trujillo y de nuevo se la vio pasar por
Cáceres dirección a Alcántara, donde se entrevistó con su tía, y firmaron las
capitulaciones que tanto deseaban, estamos en octubre de 1479.
Libres ya
de las causas guerreras en tierras cacerenses, los Reyes Catolicos se centraron
en la total conquista de España, en cuyo empeño Cáceres no omitió ningún
sacrificio en hombres y dineros para hacerlo realidad, como acudió a su
llamamiento mediante numerosa hueste de sus naturales que navegaron hasta Nuevo
Mundo, abandonando su patria y llevando el nombre de Extremadura más allá el
Atlántico, siguiendo la ruta que marcó el Almirante Cristóbal Colón.
Cuenta el
cronista, que la acción por Cáceres de los Reyes Catolicos, durante su reinado
fue bien notoria, que además de sus ordenanzas de 1477, y las que dio de nuevo
estando en la villa cacerense en 1479, junto a su marido don Fernando,
reglamentó las funciones administrativas y gubernativas de los gremios, el
encauzamiento de las aguas del Marco, su distribución entre los molinos y las
huertas de la Ribera, la construcción de la Fuente del Concejo, se restauraron
las murallas de la villa, y se declaró protectora del estado llano del pueblo,
llenó su real casa, de mayordomos y caballerizos, pajes continuos, y meninas y
demás cargos palaciegos otorgadas a la nobleza cacereña, y cuando los Reyes
pusieron casa al Principe don Juan, le constituyeron un patrimonio para su
manutención y aprendizaje en los asuntos de gobierno y en los que entraban
Cáceres, Trujillo y Salamanca.
Fallecida
la católica reina en 1504, su marido el Rey don Fernando, volvió a Cáceres en
1509, camino de Salamanca, donde pasó la pascua de Reyes y donde exhorto a los
caballeros de la villa cacerense, para que tomasen parte en la jornada que a
modo de cruzada, estaba preparando el Cardenal Mendoza, contra los árabes de
Orán y Bujía, cosa que hicieron y en gran número.
Para
festejar la visita del Rey Fernando, el Concejo organizó una corrida de reses
bravas, donde ya se iban expandido la ganadería de estas reses para la lidia.
Pasó tras
los Reyes Católicos, su hija doña Juana, llamada la loca, y tras esta
desdichada principesca, el emperador don Carlos de Austria, I de España y V de
Alemania, y con este llagaron aquellos flamencos, que esquilmaron y devoraron
el suelo hispano, provocando los comuneros de Castilla.
Más
Cáceres parece que n se unió a este movimiento revolucionario, no, no parece
no, en carta fechada el 20 de junio de 1520 y enviada al concejo Cacerense,
agradeciéndole la fidelidad que habían demostrado hacia su persona durante
aquel movimiento, pero el cronista no nos cuentas que, hubo caballeros
cacereños afiliados al movimiento comunero, concretamente de la familia Golfín,
destacando el capitán Juan Gómez Golfín, que mandó a los comuneros de Coria, y
tuvo durante algún tiempo en devoción del líder de aquella revolución de los
comuneros don Juan de Padilla, el pueblo
de Garrovillas y su comarca, este capitán de la familia Golfín, acabo su vida
en santidad en el convento de San Francisco.
Poca cosa
más ocurrió en Cáceres que sea digno de hacer oídos el cronista, hasta la
visita que hizo a la villa cacereña, su majestad Felipe II, a su vuelta del
viaje que le llevó a Portugal, con el motivo de tomar la corona del país
lusitano.
Suceso
este que tuvo lugar el día de 9 de marzo de 1583, y siendo las cuatro de la
tarde, después de haber pernoctado y comido en la casa de la Enjarada, y tras
una cabalgada seguidos por los grandes que le acompañaban el Rey don Felipe II,
se presentó ante la Puerta de San Antón, donde se habia construido un arco de
hierbas, decorativo y obligado desde largos siglos atrás en esta clase de
ceremonias, en torno al cual esperaban el Concejo en pleno, con el Corregidor
Francisco Valcárcel y su teniente Bernal de Herrera a la cabeza, la nobleza y
los hijosdalgos avecindados en la villa, los gremios, la tropa y los pecheros
de ellos, con sus mejores atavíos.
Esta
visita de don Felipe, duro dos días, ya que el día 11, partió hacia Torremocha,
camino de Trujillo y Guadalupe.
Ente los
muchos servicios que la villa cacerense presto al Rey don Felipe II “el
Prudente”, se cuenta el envió de doscientos soldados arcabuceros, ballesteros y
piqueros, y sesenta soldados de a caballo, que remitió a don Juan de Austria,
para la guerra de los moriscos sublevados de las alpujarras a finales del año
de 1569. Otro contingente de doscientos piqueros y arcabuceros, en 1580 para
entrar a conquistar el reino portugués, que seguía sin avenirse en reconocerlo
por su Rey. Otro contingente de doscientos hombres para facilitar la gran
empresa contra Inglaterra, que embarcaron en la Invencible, tan formidable
armada que solo pudo con ella los elementos.
(Fuente
Floriano Cumbreño-Historia de Cáceres)
(Fuente Publio Hurtado-Castillos)
(Fuente Orti Belmonte-Conquistas)
(Fuente Simón Benito Boxoyo-Noticias)
Agustín
Díaz Fernández
Comentarios
Publicar un comentario