BREVE HISTORIA DE CÁCERES

                                                   CLXXI

                                              (I)

 

El Empecinado en la Villa Cacerense                                                 

Año de 1823                                

(Juan Martín Díez o Díaz, llamado el Empecinado; Castrillo de Duero, Valladolid, 1775 - Roa, Burgos, 1825) Guerrillero español. Este hijo de un labrador acomodado de Castilla tenía experiencia como soldado desde que combatió contra la Francia de la Convención en la Guerra del Rosellón (1792-95). Posteriormente, su animadversión contra los franceses le llevó a realizar alguna operación de sabotaje en la época en que Francia era aliada de España.

Juan Martín Díez el Empecinado

Tras el levantamiento popular de 1808, con el que dio comienzo la Guerra de la Independencia, se unió a las fuerzas del general Cuesta, vencidas por los franceses en las batallas de Cabezón y Medina de Rioseco. Después de la derrota del ejército regular, y consciente de la dificultad de vencer al poderoso ejército napoleónico en campo abierto, organizó partidas de guerrilleros que hostigaron continuamente a los franceses con pequeñas acciones rápidas que dificultaban las comunicaciones; amparándose en el conocimiento del terreno y en la movilidad de pequeñas partidas irregulares, sostuvo una guerra de desgaste penosa para el ejército napoleónico, que mantuvo abierta la «guerra peninsular» hasta 1814.

El Empecinado (apodo que recibían los vecinos de su pueblo natal) organizó diversas partidas por las actuales provincias de Valladolid, Burgos, Segovia, Guadalajara y Cuenca, como la «Partida de descubridores de Castilla la Vieja», los «Tiradores de Sigüenza» o los «Voluntarios de Guadalajara», hasta un total de unos diez mil hombres; sus acciones se extendieron ocasionalmente hasta la costa mediterránea y la frontera portuguesa, y estuvieron coordinadas con la ofensiva inglesa mandada por Wellington.

Los franceses intentaron infructuosamente capturarle, encargando de ello al general Joseph Leopold Hugo, que tenía experiencia en la lucha contra la guerrilla en la Vendée y en los Abruzzos italianos. El Empecinado se convirtió en un héroe mítico en la imaginación del pueblo que sufría la ocupación francesa; la Junta Central y la Regencia le reconocieron sus méritos concediéndole el grado de general.

Pero cuando, derrotados los franceses, Fernando VII recuperó el trono y restauró el absolutismo monárquico, rechazando la obra de las Cortes de Cádiz, el Empecinado se declaró partidario del liberalismo y reclamó al rey que aceptara la Constitución. Lejos de ello, Fernando VII le confinó en Valladolid.

Cuando la Constitución volvió a ser puesta en vigor tras el pronunciamiento de Riego (1820), se le encomendaron al antiguo guerrillero cargos de responsabilidad en la Administración liberal (gobernador militar de Zamora, segundo jefe de la Capitanía General de Castilla la Vieja). Participó en la resistencia contra la nueva invasión francesa de los «Cien mil hijos de San Luis», que en 1823 vinieron a acabar con la experiencia liberal en España. Tras la derrota se exilió brevemente en Portugal, de donde regresó aquel mismo año para ser detenido y encarcelado en el castillo de Roa. Allí fue sometido a un trato denigrante por los Voluntarios Realistas hasta que, después de una farsa de juicio, fue condenado a muerte y ejecutado por expreso deseo del rey

 En 1823 vino a Extremadura escapando de los Cien mil hijos de San Luis, que pusieron al inútil de Fernando VII en el trono como rey absoluto, El 12 de octubre llegó con sus tropas a Aldea del Cano, y al día siguiente vino a Cáceres, pero aquí ya estaba un gobierno partidario de Fernando VII, y después de andar batallando seis horas, El Empecinado se retiró a Casar de Cáceres. Pero volvió el 17 de octubre y la lio parda.



Y sucedió que, por la mañana, a las nueve y media, sus jinetes quemaron el monasterio de San Francisco; para luego atacar por el lado opuesto, por San Blas, por donde llegaron hasta el consistorio, en la Plaza Mayor. A las cuatro de la tarde la ciudad ya estaba vencida, al rendirse los últimos en la calle Moros (ahora General Margallo). Empezaron entonces los fusilamientos de cacereños, y las violaciones a las mujeres.

¡ Publio Hurtado que cuenta que, mataron a niños de pecho junto a sus madres. Que se encontraron cadáveres sin ojos y algunos a los que les habían cortado sus órganos genitales para ponérselos en la boca. Un horror que duró tres días, porque no se fueron hasta el día 19 por la mañana. Dejaron aquí 36 muertos, 75 edificios incendiados y 43 casas saqueadas, muchas de ellas eran palacios.

Cáceres no llegaba a los 6.000 habitantes, 36 de los cuales fallecieron de forma violenta en solo dos días del aciago mes de octubre de 1823.

El mal llamado trienio liberal, que realmente supero con amplitud los treinta y seis meses que componen aquel periodo, puesto que llego a alcanzar los casi cuarenta y tres, consecuencia tardía de la labor realizada en las cortes de Cádiz, que con la promulgación de la constitución de 1812,abrieron las ventanas nacionales aireando y ventilando que veinte años antes habían airado y ventilado los franceses con su revolución, introduciendo ideas y doctrinas que estaban cambiando el mundo entero, y que al poco darían al traste con los regímenes autoritarios, que tan mal casaban con los conceptos de libertad e igualdad de los ciudadanos que hasta ahora habían sido ignorados. Pero restablecido en el trono, en marzo de 1814 el Rey Fernando VII “el deseado” y por cuya vuelta pelearon los españoles, cortó de raíz los logros conseguidos en las cortes gaditanas, derogando la Constitución, y volviendo a ejercer el poder absoluto, que había dejado en suspenso tras su salida del país en 1808, trayendo persecución y encarcelamiento a todo el que se mostraba su oposición a su forma autoritaria de gobierno.

Pero el pueblo español, había probado ya unas libertades, que el “deseado” les quito apenas saboreadas, soberanía nacional, poder del pueblo, concetos estos que deterioraban la imagen del rey soberano, pronto empezaron las protestas y el levantamiento armado en favor de la restitución de la Constitución, trece conspiraciones y pronunciamientos armados se produjeron contra Fernando VII, en tan solo cinco años que van de 1814-1819. Con estos antecedentes parecía uno más y también condenado al fracaso, el levantamiento que tuvo lugar el 1 de enero de1820, en el pueblo sevillano de las Cabezas de San Juan, donde el teniente coronel Rafael de Riego, al mando del batallón Asturias, integrado en el ejercito que iba a embarcar en el Puerto de Cádiz para luchar contra los independentistas de América, proclamo la Constitución de 1812, el día de San José 19 del mes de marzo, a la vez que otras guarniciones comprometidas en hacerlo.



Como nos suele suceder a los españoles, le dejaron solo en el intento, Riego solo consiguió que se le unieran unos pocos oficiales y tropas del ejército expedicionario, con estas tropas entro en la isla de León, formando unas fuerzas de 1600 hombres , con las que se dedicó a correr Andalucía, iba el asturiano proclamando por pueblos y ciudades el código doceañista, sin encontrar oposición pero tampoco apoyos, durante dos  meses deambulo por el sur de España, llevando a sus espaldas tropas reales que le iban en persecución, viendo como las deserciones iban minando la tropa propia día tras día, a comienzo de marzo, desanimado por el fracaso, decidido a disolver la poca tropa a fin que le quedaba, poco más de cincuenta, le llegó la noticia de que  el  pronunciamiento había sido apoyado en distintas capitales españolas, como siempre en este país tarde y mal. Dio el paso la Coruña, el 21 de febrero, el 29 se unió Murcia, el 5 de marzo lo hizo Zaragoza, trajinado el pueblo de Madrid por los agentes liberales y las logias masónicas, que contaban con una afiliación mayoritaria de las clases populares, el 7 de marzo los madrileños se amotinaron, exigiendo a Fernando VII la reposición del ayuntamiento que existía en 1814 y la proclamación de la Constitución de Cádiz, el cobarde rey, se asustó, y transigió con las peticiones del pueblo, llego a jurar el código gaditano, publicando el manifiesto en el que decía > Marchemos francamente, yo el primero, por la senda constitucional> . Comenzó el Trienio Liberal.

El súbito liberalismo del rey Fernando VII, era totalmente falso, desde el minuto uno, conspiro contra el gobierno, y en cierto modo llego a canjearse el asentimiento del pueblo, hartos de los excesos y la prepotencia de los liberales. Fernando VII, mantuvo contactos con las potencias europeas, en secreto, para que le ayúdese a recuperar sus privilegios, reunidos en Verona entre octubre y diciembre de 1822, aprobaron enviar a España un ejército francés, con los gastos repartidos entre todas estas potencias, corría peligro de que el liberalismo se asentara en Europa con el riesgo para las monarquías reinantes.

El 7 de abril de 1823, un ejército de cien mil franceses, al que se unieron varios cientos de realistas exiliados en Francia, al mando de Luis Antonio de Borbón, Duque de Angulema y sobrino del soberano francés Luis XVIII, cruzo la frontera por Irún, el numero hizo que los españoles tan pronto a poner nombre a las cosas, lo bautizaran como los cien mil hijos de San Luis …



(fuentes-biografías

(Fuentes Publio Hurtado)

(Fuentes Artero)

Agustín Díaz Fernández

 

 

              

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