BREVE HISTORIA DE CÁCERES

                                             CXVI

El Pendón de San Jorge II

Patrón de la Villa

Crónica desde la calle Cuba de Mi Llopis Ivorra

Dejábamos en el capítulo anterior, a las huestes cacerenses junto con el pendón de la villa,  ocupaba ya corona Castellana, doña Isabel I, cuando el Rey de Portugal, trató de apropiarse de ella, y sustituirla por su sobrina doña Juana la Beltraneja, hija del Rey don Enrique, con la que tenía concertado en matrimonio el de Portugal, entró este en Castilla, por Alburquerque en la primavera del del año 1475, y las tropas cacereñas al mando del Capitan Diego de Cáceres Ovando, lo lleva hostilizado todo el camino hasta Plasencia, matándole regular gente de armas  de la retaguardia, en la capital del jerte, el de Portugal contrae matrimonio con doña Juana la Beltraneja.

Las mismas tropas, a las ordenes del Capitan don diego de Cáceres Ovando, tienen puesto destacado en la celebre batalla de Toro, librada el 1 de marzo de 1476, donde fue derrotado por completo el portugués, afirmándose en el trono de Castilla, la reina doña Isabel.

Se propuso el Rey don Fernando el guerrear con el moro y abastecer la Alhama, villa de importancia y expuesta a los continuos embates de la morisma, envió a Cáceres a su aposentador don Juan de Valpuesta, para que llevase de la villa cacerense a su corregidor, con el Pendón el Concejo, todos los regidores, caballeros y escuderos de ella, de cincuenta años para abajo, setenta jinetes y seiscientos  peones, de estos doscientos ballesteros y 400 lanceros, con vituallas y salarios pagados para treinta días, lo que fue obedecido por la villa (31 julio 1485).

     

Tambien levantó esta gente de guerra para la empresa que dio como resultado la toma de Granada en 1492, a cuya cabeza marchaba como Capitan don Juan Pereiro Espadero.

En la guerra del Rosellón en 1503, tambien tomaron parte los paisanos de la villa cacerense, bajo el mando del capitán don Juan de Sande Carvajal.

Estamos en 1509, y concurrió la gente de Cáceres con sus lanzas de acostamiento, están eran de la más viril gente de guerra que salía de Castilla, según narra el cronista, en los anales de Aragón, a la magna empresa que acaudillo el Cardenal de España contra los mahometanos, resultando de esta campaña la conquista de Orán y Bujía.

No es cierto, contra lo que afirman algunos autores, que el concejo cacereño, se pusiese del lado de las comunidades de Castilla, aunque algún viento de aquella tormenta patriótica, llegaron a la villa, y lanzaron al campo a algunos caballeros, pocos, en realidad, el Municipio, como entidad oficial, permaneció fiel al Cesar, como este consigno en carta dirigida al concejo, fechada en Iprés en 20 de julio de 1520, agradeciéndole su perseverancia en su obediencia.

Volvieron a sacar de sus hogares a los hombres de armas cacereños, las comunidades de Castilla, con el Pendón a la cabeza en el año 1522, y marchar sobre Toledo, centro del movimiento nacional, y pagándose un ducado a cada cual de los milicianos que figuraban en la expedición. En 1542, para hacer frente a los franceses, que vinieron sobre Perpiñán, envió la Villa de Cáceres doscientos hombres de armas, abastecidos para seis meses.

En 1557, don Felipe II, pidió nuevo contingente de tropas, para contener a los mismos franceses que cayeron sobre Fuenterrabía, y el concejo cacereño le envió doscientos soldados, abastecidos por otros seis meses.

El moro de la Alpujarra se levantó en armas, y el propio Rey solicito ayuda a la villa cacerense, que enviaría a su hermano don Juan de Austria, general de la tropa en esta campaña, Cáceres, respondió al llamamiento y le remetió cincuenta arcabuceros, cincuenta ballesteros y cien piqueros, capitaneados por otro don Juan de Sande.

Para la conquista y posesión de Portugal, dispuso el repetido Rey Prudente, que Cáceres, enviase al Duque de Alburquerque, como General de la tropa, doscientos hombres, de ellos ochenta piqueros y ciento veinte arcabuceros, complaciole la villa, capitaneados por don Juan de Pereiro Golfín, en el año de 1580.

A los ocho años, se produjo la ruptura de España con Inglaterra, y vuelta a exigir don Felipe, el concejo contribuyo con doscientos soldados, que embarcaron el aquella armada denominada la Invencible, la que fue, deshecha por un temporal en alta mar, antes de llegar a su destino.

El Rey don Felipe II, fue el creador de las Milicias Cacereñas, en la que se alistaron ciento ochenta hombres y a cuyo frente colocó a don Juan de Ulloa Golfín.

Durante las guerras de Cataluña y Portugal, don Felipe V, tambien reclamo auxilio9 al concejo cacerense, el cual se lo facilitó con repetición.

La segunda de estas guerras, en que los lusitanos pugnaban por su independencia, dio mucho que hacer e impuso enormes sacrificios al pueblo cacereño, que durante muchos años vio desbastados sus campos, dejados sus hogares, agotados sus recursos y enlutados su vencindario.

En 1641, se envió a Alburquerque dos compañías de soldados al mando de los capitanes don Alonso de Ulloa de Carvajal y don Gutierre de Solís, a socorrer la plaza.

En 1642 organizó y expidió una compañía con ciento veinticinco hombres para la guerra de Cataluña, que partieron hacia el principado mandada por don Pablo Becerra Monroy, y otras tres compañías hacia Portugal con un contingente de 320 soldados.

En 1643, hubo que aprontar otra compañía para socorrer nuevamente a Alburquerque, compañía de la iba al mando don Alonso de Aldana.

En 1644, se envió hasta cinco socorros a las plazas fronterizas, alistando entre los pueblos del partido mil treinta cuatro soldados, a las ordenes del Capitan don Alonso de paredes y Ribera y el Corregidor don Francisco Serrano de Tapia.

En 1645 se organizaron tres expediciones militares, una hacia Badajoz, otra hacia Zarza la Mayor, y la tercera hacia Olivenza, sacando de sus casas en la villa cacerense, para estas expediciones cerca de mil hombres.

En agosto, se llevaron socorro alas plazas de Alburquerque y Valencia de Alcántara, al mando de don Francisco de Pereiro y Ulloa, en el mismo año, mes de septiembre, el Alférez Mayor don Pedro de Ovando y Rol de la Cerda, acudió en auxilio de Badajoz al frente de las milicias locales.

Otro hecho de armas importante, la expedición organizada por el municipio cacerense en 1647 en socorro de la villa de Alcántara, con una fuerza de quinientos hombres, al mando del corregidor don Rodrigo Flores, y que, cuyo resultado fue tan satisfactorio, que el Rey don Felipe IV, escribió carta al concejo de la villa de Cáceres, mostrándosele altamente reconocido y dándole las gracias por tan importante servicio.

Tan bien fue azarosa la guerra de Sucesión, azarosa y funesta para la villa cacerense, en que el Duque don Carlos de Austria y el Duque Anjou don Felipe de Borbona, se disputaron el trono hispano.

En cuanto surgió la contienda armada, el año de 1700, Cáceres aporto a la causa borbónica treinta caballos para combatir al Archiduque. En 1702 expidio nueva expedición de tropas para socorrer la plaza de Badajoz.

En julio de 1703, sirvió la nobleza cacereña con una compañía de soldados al Rey don Felipe. En 1704, de orden real corrieron en auxilio de Valencia de Alcántara, no solo el concejo, sino todos los caballeros e hidalgos de la villa cacerense.

En 1705, el Marques de Bay, general de los ejércitos borbónicos solicitó el auxilió de la gente de Cáceres, en favor de la plaza de Badajoz, se alistaron quinientos soldados, y en el mes de octubre partieron para la mencionada plaza, al mando del Corregidor Conde de Alba Real, habiendo sido este el socorro mayor que recibió la plaza de Badajoz, que, las tropas portuguesas, cuando vieron la aproximación de nuestros paisanos, levantaron el sitio y se retiraron.

En 25 de enero de 1706, volvieron a marchar las milicias cacerenses a favorecer Badajoz.

El 18 de abril del mismo año, don Felipe V, pidió a Cáceres cuantas milicias pudieran enviarle, para marchar contra Alcántara, cuya plaza habia ácido en poder de las tropas del Archiduque, y marcharon hacia allá, pero esta vez sin resultados.

En 1707, volvieron a intentar el rescate de la plaza de Alcántara, y volvió hacer Cáceres nuevo sacrificio de hombres, y organizando una compañía, marcharon hacia la mencionada villa, al mando de don Diego Conde de Figueroa, coronando con éxito la empresa.

Hubo de enviar al poco, nuevos socorros a la misma villa en 1708, por los constantes embates enemigos.

El 18 de mayo de 1708, se mandó armar a todo el vecindario, porque el enemigo habia saqueado el pueblo de La Aliseda, temiendo que se vinieran a repetir el expolio a la villa cacerense.

El 18 de mayo de 1708, se mandó armar a todo el vecindario, porque el enemigo habia saqueado el pueblo de La Aliseda, temiendo que se vinieran a repetir el expolio a la villa cacerense.

Nos cuenta don Publio Hurtado, que no sabe ni le consta, que Cáceres fuera requerida para que enviase, o si se envió, tropas a Badajoz en el año 1801, para aquella guerra que sirvió de sorna para los historiadores, que el pueblo dio en llamar guerra de las Naranjas, pero sí que, al vecindario se privó de todo los carros y carretas, así como de ganado de carga, para atender al suministro de tropas expedicionarias, y cuya indemnización subió a una suma considerable.

Para la Guerra de la Independencia, no figura el dato como para puntualizar ni el número de soldados que se alistó y envió el Concejo a los ejércitos nacionales, ni la cuantía de las exigencias de pago de que fue víctima, Franceses, Ingleses y Españoles, Generales comisionados de las juntas Suprema y de Provincia, Intendentes, comisarios, Jefes de Partidas, todo era el reclutar gentes y a pedir dineros, granos, paja, vestuario, armamentos, bagajes,  lo que la villa cacerense, no pudo facilitar, más que en escasas proporciones y obligados por amenazas de muerte.

Así las cosas, a partir de esta época, el ayuntamiento cacereño, siendo ahora absolutista, ahora liberal, creó y disolvió, según las circunstancias del momento, cuerpos armados de Milicia Honrada, de tiradores, de Milicia Nacional, Legal y voluntaria, de Húsares Constitucionales, de Milicia Urbana, algún que otro cuerpo más, cuyos servicios fueron más o menos eficaces a los fines para los que se crearon, y a los que pertenecieron las banderas y estandartes que acompañan en las vitrinas del Salón de Sesiones al antiguo Pendón de la villa cacerense.

Otro de los usos que se le daban a esta simbólica enseña, era el presidir la aclamación de los monarcas, cuya ceremonia tenía lugar en esta forma que nos relata don Publio Hurtado:

Señalado el día de la aclamación, se convocaban a ella a los caballeros de la localidad y se prevenía por medio de pregón, que el vecindario dispusiese colgaduras y luminarias, para dar más solemnidad al acto, se limpiaban las calles de la carrera, y se construían tres tablados en la Plaza Mayor, Plazuelas de San Mateo y Santa Maria, de dos metro y medio de altura y siendo de amplitud adecuada, revestidos de ricos paños y se ornaban con follaje.

Más avanzada la época, se extendían más las bellas artes, a os reyes se les retrataba en lienzos, al orden por el coste de los erarios del concejo, se colocaban en el testero del ayuntamiento, cerca del balcón central, y bajo un aparatoso dosel, la imagen del monarca, entre colgaduras de seda, que caian y tapaban las puertas de las canecerías, ubicadas en la planta baja del edificio, donde se formaba guardia de Honor.

El día designado y al romper el alba, los clarines, timbales y tambores, y desde el portal de la casa del Corregidor , daban la señal convenida, y las iglesias echaban a vuelo sus campanas , los villanos curiosos y con ganas de juerga, iban acudiendo a la Plaza Mayor, la compañía de soldados, que proporcionaban los gremios de sus mismos miembros, para cubrir esta ceremonia, cuando no habia tropas profesionales, con sus petos ballestas, picas y arcabuces, formaban delante de los Portales, frente al Ayuntamiento, y los caballeros, hidalgos y curiales, vestidos con sus mejores coletos, chupas y garnachas,, se apercibían para la ceremonia.



Ya en las salas capitulares, todos los elementos oficiales, los invitados, el Corregidor, tomaba el Pendón de la Villa, colocado de ante mano en el sitio presidencial y formulaba:

“Escribanos de este ayuntamiento, denme por testimonio, como en nombre de esta Villa de Cáceres, y por ella, entrego a… Alférez de este Concejo el Pendón Real, para que por esta Villa lo levante y lo alce por el Rey don…. Nuestro señor, que dios guarde muchos años”.

A lo que contestaba el miembro que era nombrado:

“Y yo lo recibo, pronto a ejecutar tan solemne acto, y todo o demás que se ofrezca en favor de mi Rey natural, como firme y leal vasallo.

Terminada la recepción y la ceremonia de aceptación del Pendón, partía la comitiva de las casas Consistoriales, yendo delante cuatro trompeteros a caballo, tras ellos los ministros ordinarios, ósea el Aguacil Mayor de la villa. A su derecha el Alcalde Mayor de la Hermandad, y a su izquierda el aguacil Mayor del Campo, tras ellos marchaba el Sexmero de Concejo y su tierra, después los porteros del Ayuntamiento, vestidos de damasco carmesí con sus mazas doradas, a continuación, los Reyes de Armas, con cascos o morriones. Petos y espalderas, una de ellos era el portador de una corona y de un cetro el otro, seguían la comitiva los escribanos del Municipio, y tras ellos los capituladores y convidados, cerrando el cortejo el Corregidor con vara alzada que llevaba a su derecha al alférez de la villa, con el Pendón desplegado. Todos jinetes en caballos, paramentados con sus mejores galas, y mayor liujo posible.

Al llegar a el tablado montado en la plaza, descabalgaban y subían a él, el corregidor, el Alférez, los dos regidores de mayor antigüedad, dos escribanos y os reyes de armas, el de menos antigüedad, gritaba, en alta voz.

“Oíd, oíd, oíd, y el más antiguo repetía por tres veces, silencio, silencio, silencio, hecho esto, el Alférez, voceaba, Castilla, Castilla, Castilla, por el Rey don… haciendo ondear el Pendón, contestando a coro el Corregidor y todos los demás del cortejo, Amén, desatándose la muchedumbre en atronadores vivas, que se mezclaban con el repique de campanas, redoble de tambores y toques de clarines”.  

Volvían a montar a caballo y se repetía el acto en los tablados levantados en las plazuelas de San Mateo y santa Maria, volviendo de esta al ayuntamiento por las calles Tiendas, Godoy, Camberos y Zapatería, colocando el Pendón en el balcón de las casas Consistoriales, en el que permanecía todo el día y toda la noche, iluminado con profusión y bien custodiado.

Costumbre era, tras esta ceremonia, el arrojar monedas de plata al pueblo, por cuenta de Alférez, en cantidad adecuada a sus posibles y dar libertad a los presos por causas livianas y de escasa delincuencia, así como de comer un rancho extraordinario a los de mayor delincuencia.

Desde el siglo XVI, en adelante, cuando ya estaba en posesión la casa de Ovando del Alferazgo Mayor, era otras partes del programa la traída y llevada desde la casa del consistorio del Pendón que tenia lugar procesionalmente, las justas de caballeros que se celebraban al día siguiente en la Plaza Mayor, aderezada vistosamente, los toros que por las tardes se corrían y el sarao que tenia lugar por la noche en casa del mismo alférez.

El tercer uso que se hacia al Pendón de la villa cacerense, era el pasearlo anualmente por las calles, el día de San Juan,  día de gran festividad para el orbe católico, ese día vestidos de gala, regidores, magnates e hidalgo de la Villa, oficiales del Concejo, y cuantas personas representaban algo en el vecindario, lo acompañaban procesionalmente por las calles y lo colocaban después en el balcón del Ayuntamiento, hasta la anochecida, en la que se volvía a llevar de la misma forma a la casa del Alcalde o Regidor en que se guardaba, el Municipio libraba 12.000 maravedis, para que el concejal que lo custodiaba, diese tal dio un almuerzo a la gente que acudiese a la puerta de su casa, a honrar el antiguo estandarte, y a tomar parte en el publico regocijo, esta cantidad siguió presupuestándose para este fin, incluso después de haber otorgado el Rey don Felipe II el Alferazgo Mayor de la Villa a don Pedro rol de la Cerda en 18 de octubre de 1566 a título de perpetuidad, para si y sus descendientes, estos fueron los marqueses de Camarena la Vieja.

(Fuente Publio Hurtado-Ayuntamiento y Familias)

(Fuente Antonio Floriano-Historia)

(Fuente Simón Benito Boxoyo-Noticias)

 


Agustín Díaz Fernández

  

 

 

 

 

               

 

 

 

 

 

 

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