BREVE HISTORIA DE CÁCERES
CXVII
Linajes Cacerenses
Aldana
Crónica
desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
Antiguo y
noble linaje que hizo su entrada en
Cáceres procedente de Alcántara, y a la villa alcantarina procedente de
Galicia, El mas antiguo solar de la familia que lucia este apellido, estaba
separado en una jornada de viaje, de Santiago de Compostela, según algunos, y
no muy lejos de Betanzos, según los otros, y los del medio lo emplazaban junto
al Monasterio de San Pedro Tenorio, en la provincia de Pontevedra, y cuentan
unos y otros y los del medio tambien, que habían sido desde tiempos remotos,
sus valerosos descendientes señores de Puente de Eume, Bergantiños y algún
lugar que otro más.
Hasta
hubo genealogista que designa como raíz de esta familia a un hijo de Teodorico,
rey ostrogodo de Italia, de nombre Suero, que se sintió tan a gusto y
complacido, en las saludables y pintorescas campiña gallegas, se asentó en el
siglo I. Otros, ponen su origen en un caballero llamado Édel Duno, que
desembarcó, junto con algún que otro capitán más, en las costas gallegas, al
mando de Gunderico, en tiempos del Rey Ramiro I, cuyo nombre fue raíz de los
Aldaón, Aldano y Aldana finalmente, caballero que convertido al cristianismo,
caso con señora principal, de aquel país gallego, y al que el Monarca Hispano,
dotó con largueza.
Aquí
tenemos dos noticias sobre el posible origen del apellido de una familia
ilustre, pero nos recuerda don Publio Hurtado, que quizás ninguna de las dos
sea la cierta, por que de los genealogistas los hay dados a invenciones
irracionales y descabelladas, aparte de disparatadas, y nos relata como prueba,
la aventura en la que se ensalza a los Aldana, acaecida a uno de sus más
ilustre progenitor en el año de 839, sobre unos cuatro años antes del
desembarco de las tropas normandos en las rías gallegas, época en la que Édel
Duno, y sus compatriotas, no habían aun pensando en la Hispania:
El adalid
de este linaje, en el año de 839, era un tal Hernán Pérez de Aldana, que,
después de cuarenta y seis años de provechosos servicios a la Monarquía, y de
haber llegado a ser el Almirante de la armada del Rey don Alfonso “el Magno”,
cayó enfermo de gran gravedad, y que, estando en este trance ofreció si
recuperaba la salud, ir a hacer un novenario a nuestra señora, en el Monasterio
de Monserrat, celebre ya por entonces en todos los ámbitos del mundo, recupero
algo de mejoría don Hernán, y enseguida se puso en camino para cumplir su
promesa, tras pasar las dificultades del sinuoso y largo camino, por fin puso
pie en tierra en las puertas del Monasterio, llego lleno de fe y
agradecimiento, siendo los primeros días de un mes de Septiembre, cuando en la
iglesia se disponían las fiestas anuales con las que se solían celebrar la
Natividad de la Reina de los Ángeles, lleno de fieles el templo, ya que la
devoción mundial tenía en el números representantes, lo que no impidió a don
Hernán Pérez, cuyos males parecían se habían recrudecido con los vaivenes del
viaje y las penalidades de su peregrinación, demandara y obtuviese permiso para
colocar su cama en un rincón de la iglesia, desde donde poder cumplir su
promesa.
Cierto
día que, se celebraban los oficios divinos, y como era por costumbre los files
no cogían en el templo, un caballero de altivo porte, para poder ver la
ceremonia del ritual, se encaramó en el lecho del de Aldana, causándole grandes
molestias a este, quizás más por la desatención que hacía, Aldana le hacía,
que, por la incomodidad material, dijole:
-Os ruego
en cortesía, caballero, que busquéis otro sitio en el que estar mejor, pues
vuestros pies me causan molestias.
-No te
incomodaran, - le contesto, con desprecio y altanería el advertido- si quien
soy supieras.
-Más
cortesía me hicierais tambien, -repuso el doliente, con dejo de injuriado - si
advertido fueseis de la persona con la que habláis.
-No me
des ocasión, - contestó el descortés – a que ponga los pies, al modo de que los
sientas más.
-Caballero,
- clamo don Hernán Pérez, Ofendido – Si esta divina señora, a cuya devoción he
venido, me devuelve la salud, juro que he de ir a tomar satisfacción a la
ofensa que en esta santa casa he recibido, buscándoos por toda la tierra si
fuera preciso.
El
desconocido, sonriendo con desprecio, y concluyó.
-Pues si
me buscas, me encontraras.
Se
restableció de su mal, don Hernán Pérez de Aldana, e indagando la patria y
alcurnia de su ofensor, y supo que era sobrino del Rey Felipe de Francia,
llamando Guillermo, y con titulo de Duque de Normandía.
Volvió
don Hernán a su solar, y refirió el sucedido a su parentela, y que, todos los
varones de ella sintieron en su puntillosa estimación caballeresca la ofensa
hecha al prestigioso deudo, y como si cada cual hubiera recibido la misma en
sus propias carnes del vástago real.
Acordaron
entonces, acudir a exponer el agrio al Monarca castellano, y a pedirle venia
para correr a revindicar la honra allende los Pirineos, Pesó en el alma del Rey
castellano, el agravio sufrido, este se encontraba en Burgos, y no pudo negar
el permiso a tal prócer benemérito, ¡ sin honra, la vida no era vida ¡ y así
las cosas, partió hacia Francia el veterano don Hernán Pérez de Aldana,
acompañado de alguno de sus parientes, y antes el Rey francés, expuso sus
agravios, contrastando el egregio auditor, que de oídas conocía la
caballerosidad y méritos de don Hernán, Llamo a concejo a sus más principales
colaboradores, e hizo compadecer ante ellos al de Normandía, en cuya presencia
repitió sus quejas el lastimado gallego. Confesó el Duque su desmán, y ante
aquel consejo pidió perdón al anciano Almirante, pero perdón era poco, una
demanda tal, era insuficiente a reparar la injusticia de hecho recibida,
persistente en se vengativo propósito, exigió que el Duque Guillermo, se
arrojarse al suelo y se dejase poner el pie encima, proclamando a la vez, haber
obrado como descortés y mal caballero, solo así se consideraba redimido del
vilipendio padecido.
El
Monarca preguntó a su sobrino - que cual era la respuesta – aunque ya preveía
la contestación y el resultado.
Y, lo que
era de esperar, el sobrino del Rey, reprimiendo la colera por la pretensión del
querellante, se negó rotundamente a tan humillante petición, alegando que
medios más propios de caballeros, los habia, para lavar la afrenta.
Así las
posturas, no quedaba más, que concertar el desafío, el Rey dio su visto bueno.
En el día
señalado, entraron ambos paladines en el palenque, en cuyas graderías estaban
presente las personas de más preminencia de la Corte. A una señal del juez de
campo, se embistieron mutuamente con grade coraje, rompieron lanzas, y echaron
manos a las mazas, por fin Aldana, mas certero, descargó contra su rival, tan
titánico golpe de maza, que le hizo caer del caballo, sin sentido, mal herido.
Co más
agilidad de la que podía esperarse de un caballero que pasaba los sesenta años,
saltó don Hernán de su caballo y se arrojó sobre el inmóvil Duque, con el
propósito de cortarle la cabeza, y así lavar la afrenta, más el Rey, evitando
que llegase a tal, alzó su cetro, y en movimiento de conmiseración, el juez de
campo, salió al mitad del palenque, impidiendo que el vencedor llevase a cabo
sus intenciones, ya que se habia pactado el duelo a muerte, pero el Rey Felipe,
le respondió, que bastante vengado estaba, pues el Duque, perdería la ida a
cambio de la gran herida recibida, y en el caso de que a si no fuera, el propio
monarca daría la satisfacción que exigiese.
-Yo no he
venido a Francia, por riquezas – dijo el de Aldana – si no a ventilar una
cuestión de honra, y si vuestra majestad, no cumple su regia promesa, tornare a
España quejoso, no del Duque, si no de vuestra Majestad.
Accedió,
aunque de mala gana el monarca, y concedió al caballero las cinco flores,
pronunciando aquella frase:
-JE TE
LE DONNE, BIEN QU`ELLES SOYENT MALDONNEÉS-
-YO SE LAS DOY, PERO ESTAN
MALDADAS-
Y desde
entonces, el agraciado, cambió su apellido Aldana, por el Maldonado,
conservando aquel sum ilustre parentela, que al igual que él, trocaron sus
antiguos blasones por las cinco lises de plata en campo de gules.
Unos de los
sucesores de don Hernán Alvar González de Aldana, sobrino del maestre de la
Orden de Alcántara don Suero Martínez Maldonado, que fue el primero que bajo
para asentarse en la en la región cacerense, a quien su tío, hizo alcaide de la
fortaleza de Alcántara, como también hizo Comendadores de la Orden a varios
parientes de mismo apellidos, hijo de Alvar fue Rodrigo Álvarez de Aldana, que
aunque con muchos blasones, poco debía sobrarle de bienes de fortuna, llego a Cáceres, donde estaban a la
espera las ricas mozas, y casó con doña Inés Fernández de la Cámara y
Sotomayor, en 1339, joven heredera de una de las más acaudaladas y nobilísimas
familias cacereñas, señora de la dehesa y casa fuerte de la Lagartera, aparte
de otros muchos bienes, quienes compraron a Alfón Álvarez Gaitán, la casa donde
vivía en la parte alta de la llamada Cuesta de Aldana, Calle que recibió el
nombre desde entonces y por esta circunstancia, y donde hicieron solar en la
villa cacerense.
Principales
caballeros, contaban entre los descendientes de este ilustre matrimonio, entre
ellos:
Hernando
de Aldana:
Hijo,
fundador del gran Mayorazgo de esta casa, en el que se comprendía la citada
dehesa Lagartera.
Lorenzo
de Aldana:
Aventurero,
fue de la partida hacia Nuevo Mundo, en la expedición capitaneada por García de
Lerma, Gobernador de la Provincia de Santa Marta, al que ayudo en su conquista
y repoblación. Muerto el gobernador, partió hacia el Perú, en la compañía de
Pedro de Lerma, hijo del difunto gobernador, insaciable, y buscando más grande
prosperidad, más pronto que tarde, Pizarro, se percató de su valía, no tardando
en dispensarle sus favores, después, partió con Almagro a la conquista de
Chile, sucedió el estallido de la enemiga de Pizarro con Almagro, rivalidad que
tiñó de negro las páginas de la historia en el suelo ando-peruano, entonces
Aldana, abrazó la causa de Almagro, que al poco le nombro Gobernador de
Popayán, y después de la Ciudad de los Reyes (Lima) capital de aquellos
estados.
Merced a
su astucia, recobraron la libertad Gonzalo Pizarro y Alonso de Alvarado, presos
en la ciudad de Cuzco por Almagro, cuando asesinaron a Francisco Pizarro,
conquistador del Perú, siguió el partido de su hermano Gonzalo, durante los
vaivenes de la guerra, cayó prisionero del Virrey Blas Núñez Vela, recobrada su libertad u una vencido el
Virrey, fue nombrado nuevamente Gobernador de Lima, por el victorioso Gonzalo
Pizarro, cuyo cargo llego a desempeñar con tal imparcialidad que, este lego a
sospechar de su lealtad.
Para
aplacar la tormenta que con su conducta habia sembrado de malestar la corte
española, sobre todo con la muerte de Blasco Núñez, ordenó Gonzalo se llegara
Lorenzo de Aldana a la península, pero al llegar a Panamá, se encontró con el
licenciado Pedro la Gasca, nombrado por el Gobierno Español, para reducir a la
obediencia los rebeldes españoles peruanos y hacer justicia en los culpables, y
tal fue la maña que se dio el emisario que, sometió a la obediencia a los
capitanes de las tropas de Gonzalo Pizarro, entre ellos a Aldana, y a quien
encomendó el mando de la parte de la escuadra que hasta entonces había mandado
el también sometido Pedro de Hinojosa, a cuyo frente ocupo Lima, a nombre del
emperador don Carlos.
Fue mucho
lo que trabajo, en reducir a la real obediencia a su abandonado jefe Gonzalo
Pizarro, aunque resulto en balde, tras la memorable batalla de Xaquixaguana,
donde se apagó la estrella de Pizarro, La Gasca lo nombro Corregidor de Lima, y
fundando las poblaciones de Villaviciosa y San Juan de Pasto en Colombia.
Álvaro de
Aldana:
Señor de
Lagartera y Regidor del Ayuntamiento cacerense, quien a nombre del concejo,
pidió a don Carlos I Real provisión para fundar pueblo en el camino de Cáceres
a Badajoz, sobre lo que practicó numerosa información y la conveniencia del
proyecto, y por sucesivas y reales
provisiones de 4 de julio de 1523, 27 de mayo y 27 de junio de 1524, el Cesar
otorgó la creación del pueblo en la Sierra de San Pedro y sitio denominado el
Zángano, para o que se amojonaron 2500 fanegas de termino, previniéndose que su
vecindario fuese de treinta y cinco vecinos y a cada uno de los cuales se le
asignaron 50 fanegas de las amojamadas, “se ve que las cuentas no era el fuerte
de aquellas gentes” y con la prohibición de que nadie fuese a poblar aquella
aldea, sin el consentimiento del municipio cacereño, a cuya jurisdicción
pertenecía, así como que no pudiese ser vecino del lugar, ningún caballero ni
hijosdalgo, el rey don Felipe IV, necesitado de dineros, vendía cualquier cosa
que se pudiera vender, y lo que no también, en 16 de julio de 1629 enajeno la
jurisdicción, señorío y vasallaje del lugar a don Francisco Dávila, que se tituló
Marques de la Puebla, y aunque el concejo cacerense hizo oposición a eta venta,
más tarde desistió de ella.
Hernando
de Aldana:
Comendador
de Moretana en la orden de San Juan de Jerusalén.
Frey
Gabriel de Aldana y Figueroa:
Dominico,
prior de los conventos de Galisteo y Cáceres, que llevado del fervor heroico
que conduce a la santidad y al martirio, se llegó a Japón, a la conquista de
almas para la grey de Jesucristo, hacia la segunda mitad del siglo XVII.
Fernando
de Aldana:
Canónigo
de Zamora y Arcediano de Toro.
Lorenzo
de Aldana:
Guardian
del convento de franciscanos de Cáceres.
Fernando
de Aldana y Paredes:
Capitán
de la Compañía de las milicias que Cáceres, envió a la guerra de Aragón y
Valencia en 1630.
Fernando
de Aldana y Saavedra:
Caballero
de la orden de San Juan de Jerusalén, comendador de Ciudad Rodrigo, Torrecilla
y Calasparra, Bailío de Nueve Villas, y embajador de su religión durante doce
años, cerca del Rey Felipe IV.
Tenía
esta familia sus sepulturas en la Capilla de San José del convento de San
Pablo, luego en el Convento de San Francisco, por casamientos y habiendo
faltado la varonía, vino a pasar a la de los Cáceres – Quiñones, y ambas, a
finales del siglo XVIII, a la del Duque de Fernán Núñez.
(Fuente
Publio Hurtado-Ayuntamiento y familias cacerenses)
(Fuente
Floriano Cumbreño-Historia de Cáceres)
(Fuente
Rubio Rojas-Cáceres)
Agustin
Díaz Fernández

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