BREVE HISTORIA DE CÁCERES         

                                      CXVIII

Linajes Cacerenses II

La familia Carvajal I

Crónica desde la calle Cuba de mi llopis Ivorra

Familia de las más ilustres, no ya de Extremadura, ni aun de toda España, sino de la América Latina, la necesidad de la aventura, hizo que se allegase varias ramas de esta familia, pocas de estas ilustres familias, cuyos orígenes sean más inciertos, como tambien lo son los hechos llevados a cabo por sus vástagos en las revueltas sociales en los pasados siglos.

Hay genealogistas quien data el progenitor de esta familia, a uno de los caballeros que auxiliaron a don Pelayo en la heroica epopeya reconquistadora, quien tomo su apellido de Carvallal, o monte de robles que había en el sitio donde se libró la primera batalla, llamados carvallos cunado son pequeños. Otros lo creen hijo natural del Rey Fruela II el Cruel, habido con una señora llamada doña Acenare. Y otros atribuyen su progenitor a un tal don Gonzalo, hijo ilegitimo del Rey don Bermudo II de León.

También existe la misma disparidad de opiniones, respecto al lugar en el que estuvo asentado en la antigüedad su solar, los unos lo emplazan muy cerca de Covadonga, en el sitio denominado Val de Carvajal, los otros a una legua por encima de León, en Santa Maria de Carvajal, y los del medio, lo colocan por bajo de la capital leonesa, entre Valencia y Valderas, en un lugar llamado Carvajal de los Valientes, por haberlo rescatado esta familia del poder del moro, con grandes alardes de fuerza y tesón.

Antes del siglo XIV, las crónicas hispanas no los mencionan, pero al comienzo del siglo, un suceso que tuvo algo de justiciero, terrible, novelero y mucho de misterio y enigmático, hizo que se repitiera este apellido en los círculos palaciegos, y que los cronistas se ocupan de él, sirviendo a los noveladores, romances, y tonadillas del pueblo.

El día 8 de agosto de 1312, en pueblo de Martos, y según cuenta la tradición,  presencio con horror el suplicio a que el Rey don Fernando IV de Castilla, habia condenado a dos caballeros llamados don Pedro y don Diego alonso de Carvajal, por causas no muy determinadas para la gente del común, pero que estas causas debían de ser enorme, cuando se les daba ta desusada muerte, el Rey, rodeado de sus cortesanos y capitanes habían acudido a contemplar el suplicio, y quedaron complacidos a la vista de todos, en ver como los dos sentenciados subían a un peñón tajado de extraordinaria altura, y desde la cual, atados de pies y manos por el verdugo, eran lanzados al abismo, rebotando y destrozándose sus cuerpos en la caída hasta llegar al fondo. 

Uno de ellos, fue a caer n muy lejos del sitio en que el Rey, montado a caballo se encontraba, e incorporándose trabajosamente con la cabeza cruelmente magullada y bañada en sangre, emplazó a don Fernando, para que de allí a treinta días. Pareciese al juicio con ellos ante Dios, sobre la muerte que les habia mandado dar con entuertos.

Y el Rey, al cumplirse el plazo de treinta días fijado por el de Carvajal, encontrándose en Jaén, bueno y sano, se acostó a siesta después de haber comido y al no levantarse después de dos horas, entraron en su cámara y se lo encontraron muerto. De dónde le viene el sobrenombre de el “Emplazado” con el que le conocería la posteridad.



El delito de los Carvajales:

Se tiene como cosa cierta, que morando los Carvajales en Valencia de Campos (León), que más tarde sería conocida como Valencia de don Juan, y que capitaneaban uno de los dos bandos  concejiles que solía haber en casi todas las localidades, bandos que su finalidad era la de mangonear y preponderar en los concejos, que por el entonces, tenían mucho de que poder utilizarse en beneficio propio o en el de parientes y paniaguados, era el caciquismo del día, pero bajo otra forma y procedimiento, aunque con los mismo fines.

Del bando contrario a los Carvajales, eran los caballeros de Benavides, con solar en la misma villa de Valencia, y como la enemiga, entre unos y otros partidarios no parecía tener solución, heredándose de ordinario de padres e hijos, rara era la ocasión en que afrontándose unos y otros no surgiese un lance a mano armada, cierto día y en presencia del Rey don Fernando IV, se retaron Carvajales y Benavides. Según unos cronistas el reto medio entre Pedro de Carvajal y Pedro Burón de Benavides, solamente, y parece que esto sea lo más probable, otros aseguran que los retadores fueron los hermanos Pedro y Diego de Carvajal contra Burón y un hijo de este, como quiera que fuere, el desafío se llevó a cabo a la salida de una de las puertas de Valladolid, y que venciendo los Carvajales, fuese de una manera o de otra, ambos cortaron las cabezas de sus contrarios, lo que afecto en gran manera al monarca.

La historia siguió su curso, habían pasado algunos años, era favorito del Rey, Juan Alonso de Benavides, que algunos tienen por hijo de Pedro Burón, y dada la influencia con el Rey don Fernando, era notoria a todos los magnates, Pedro de Carvajal, el más culpado de los dos hermanos, tal vez por ser el que lidió con Burón, se expatrio de los reinos de Castilla, buscando refugio en el reino moro de Granada.

Cierta noche, saliendo el Valido del palacio real en Palencia, fue asaltado de improvisto por alguien que lo aguadaba al acecho y muerto a puñaladas, nadie vio a los asesinos, nadie vio lo que pasó, nadie escucha nada, pero todos dieron por bueno que los asesinos habían sido sus enemigos, los Carvajales.

Si, cundió la sospecha, y el Rey de carácter muy mudable, según don Rodrigo, obispo de Plasencia a la sazón, crédulo y manejable, según los cronistas de la época, dio crédito a lo que solo era un chascarrillo, una simple sospecha, se la tenía guardadas a los hermanos.

Ya olvidada por todos la muerte de los Benavides, menos por el Rey, bajó pasado el tiempo a Andalucía, allí supo del paradero de Pedro de Carvajal, con disimulo de sus propósitos, ordenó a Diego Alonso (lo que le demuestra la inocencia de este), que hiciese venir a su hermano, para que tornarse a la pleitesía de su señor natural y bajo real seguro, y Pedro vino, confiando en él, y así que estuvo al alcance del Rey lo hizo preso, y como Diego Alonso de Carvajal, se quejase de tal acción, “ mandó  tomasen algunas fuerzas que tenía, y como no las quería entregar, los mando degollar a los dos hermanos”.

Unos cronistas hablan de degüello, otros de despeñados, la muerte que el Rey dio a los Carvajales, y lo cierto es que por haber sido esta tan notoria, no debería haber divergentes narraciones, la fuente del Rey, habla de degollados, el romance y el cancionero popular hablan de despeñados, y hay quien cuenta que primero fueron degollados y después despeñados.

Cuenta el cronista que la treta de que el Rey se valió para apresar a Pedro de Carvajal, fue ideada por el camarero Benavides, otro miembro de la familia, que de muy propicia del soberano.

También cuenta la crónica, la aparición de una supuesta hermana del favorito, de nombre Inés, querida del monarca don Fernando, amada a la vez por uno de los Carvajales, dando este punto a celos por parte del Rey, y enojo del caballero Benavides, procurando evitar por todas las formas imaginables, que su hermana por su conducta de indiscreción, perdiera el favor del Rey.

La historia o la fábula, todo el relato del delito cometido por los Carvajales, se mueven de una a la otra, novela, creación fantástica, ralidad…

(Fuente Publio Hurtado-ayuntamiento y Familia)

El historiador añadió, que, muerto el Rey al cumplirse el plazo de los treinta días, muchos vecinos de Valencia de don Juan, corrieron a casa de Diego Alonso de Carvajal, y la derrocaron, matando a varios de los criados que en ella habia, y que uno de estos criados aprovechando el tumulto, sacó furtivamente del edifico a dos de los hijos pequeños del caballero despeñado, llamados Sancho y Leonor, huyendo con ellos  a Francia, donde permaneció hasta que andando el tiempo y siendo mayor de edad el Rey Alonso XI, hijo de “el Emplazado” un fraile dominico aconsejó a este, que mandase a buscar a los emigrados, ya que sus padres sirvieron y bien a sus reyes, y les devolviere la gran hacienda que se les habían confiscado sin motivos, cosa que el monarca hizo, dándoles grandes heredamientos en Plasencia, Cáceres, Trujillo y Medellin.

El historiador añadió, que, muerto el Rey al cumplirse el plazo de los treinta días, muchos vecinos de Valencia de don Juan, corrieron a casa de Diego Alonso de Carvajal, y la derrocaron, matando a varios de los criados que en ella habia, y que uno de estos criados aprovechando el tumulto, sacó furtivamente del edifico a dos de los hijos pequeños del caballero despeñado, llamados Sancho y Leonor, huyendo con ellos  a Francia, donde permaneció hasta que andando el tiempo y siendo mayor de edad el Rey Alonso XI, hijo de “el Emplazado” un fraile dominico aconsejó a este, que mandase a buscar a los emigrados, ya que sus padres sirvieron y bien a sus reyes, y les devolviere la gran hacienda que se les habían confiscado sin motivos, cosa que el monarca hizo, dándoles grandes heredamientos en Plasencia, Cáceres, Trujillo y Medellín.

Según esta crónica, los Carvajales no vinieron a Extremadura hasta mediados del siglo XV, y que, fueron descendientes de los ajusticiados.

En tiempos de los Reyes Catolicos, circulaba por todo el reino el romance d lo acaecido a los Carvajales, y que, gustaba mucho a su católica majestad, y que doña Isabel llegó a decir, que con el no se ofendía al Rey, su antecesor, siendo verdadero su texto:

“En Alcaudete está el buen rey, en se lugar honrado,

En Jaén tuvo la fiesta, en Martos el cabo de año,

Cuando le dieron querellas, de dos hombres hijosdalgos,

De don Pedro Carvajal y don Alonso, su hermano, 

Por que robaron sus tierras, y por qué corrían sus campos,

Mandoles prender el Rey, y buscar por su reinado,

Qualquiera que los hallare, que le darán buen hallazgo,

Hallolos el almirante, allá en Medina del Campo,

Comprando estaban arneses, cubiertas a sus caballos,

Presos, presos, caballeros, que rea me era mandado,

Placenos dicen, señor, por cumplir el su mandado,

Ya se parten los caballeros, ya se parten los hijosdalgo,

Con grillos en los pies, y esposas en las manos,

Jornada de quince días, en ocho lo habían andado,

Hallando al buen Rey, a ese Rey don Fernando,

Mantengales dios señor, dos prisioneros vos traigo,

Don Pedro de Carvajal y don Alonso su hermano,

Dazlos de comer almirante, y ponerlos a recado,

Donde en tercer día, la sentencia habia dado,

Que les corten los pies, y les cortasen las manos,

Y les sacasen los ojos, los sus ojos entrambos,

Y mándalos despeñar, de aquella peña de Martos,

O de la sierra de Ayllón, porque cayesen de más alto,

Porque lo mandáis buen Rey, sin haceros desaguisado,

Que nunca os rendimos villas, ni os dejamos en el campo,

Siempre os fuimos leales, como leales vasallos,

Más pues lo ordenáis señor, cúmplase vuestro mandado,

Más te emplazamos Rey, ante Dios el soberano,

Que, de hoy en treinta días, sea con nos el plazo,

Y tomamos por testigo, a san Pedro y a San Pablo,

Y nuestra procuradora, la Virgen sin pecado,

Tomamos por acusado, a Lucifer el diablo,

Desde veinticinco días, el Rey estará muy malo,

Y desde los veintisiete el Rey, ya estaba confesado,

Y aun a los veintiocho, el señor le habia dado,

No eran cumplidos los treinta, cuando el Rey era finado,

Roguemos todos a Dios, que él quiera perdonarlo.”

Ahora bien, resulta que en esta historia escasean los fundamentos, nos cuenta que los hijos del despeñado Alonso de Carvajal, ya vueltos de Francia, y heredados por el rey Alfonso XI en campos de la Extremadura, y que estos Carvajales, descienden de los ajusticiados en Martos, pero en Extremadura, habían asentado ya esta familia hacia cerca de un siglo, antes de este sucedido.

En tiempos de la Reyna doña Berenguela, madre de san Fernando, asistía al real palacio, como uno de los principales caballeros de la corte, Diego González de Carvajal, que pasando del servicio de la madre al hijo, vino a Plasencia, por especial encomienda de Fernando III, al cuidado de los Infantes, sus hijos, estimado el monarca, que no habia clima en sus reinos tan favorables como el Placentino, para la salud de ellos, ni ayo más solcito y leal que el de Carvajal, al que recompensó con grandes propiedades territoriales sitas entre los ríos Tajo y Almonte. Esta es la versión, según nos cuenta don Publio Hurtado, más verosímil, y aceptada respecto a la época, que vino a establecerse en Extremadura, y que el primer individuo de esta familia fue el tal Diego, aunque algunos llaman Sancho, y le nombran como Montero Mayor del Rey don Sancho el “Bravo”. Algunos cronistas, dan como cosa cierta que el primer Carvajal,  que se avecindo en Plasencia, se llamaba -Francisco, quien tenía gran señorío en Valencia del Campo, más tarde llamada Valencia de don Juan, y que al bajar hasta Extremadura, lo hizo para defender y procurar que sus concejos abrazaran la causa de san Fernando, contra las pretensiones de las Infantas doña Sancha y doña Dulce, hijas como él de don Alfonso IX de León, que le disputaban la corona de su padre.

Un verdadero lio, a al menos lo parecen los orígenes de esta familia, lo único que al parecer une a todos los anteriores, es su blasón, consistente en banda de sable diagonal de arriba abajo y de izquierda a derecha en campo de oro.

             

El cronista, cuenta que en la ciencia heráldica, esa banda significa bastardía, aludiendo al origen de esta familia, aunque dudoso, gran parte de la nobleza castellana y portuguesa, según nos relata don Publio Hurtado, descienden de bastardos reales, y son pocos los que las lucen en sus escudos de armas, en su origen cuentan de color azul, y que lo troncaron por la de luto, desde que con tanta mala saña, el Rey mandó despeñar a los Carvajales, otros aseguran que quien cambio el color fue un tal Pedro de Carvajal, fiel servidor, y muy querido del rey Sancho IV, y en señal de duelo a la muerte de este.

Por enlanches familiares, los Carvajales de Plasencia, repartieron a los de este4 apellido por Trujillo, Talavera, Cáceres, Medellín, Badajoz, y varios pueblos más de la Extremadura y Portugal, donde alcanzaron pingues beneficios y sonados honores, Regidurías, Capitanías, Alferazgos, Encomiendas, Alcadias, Prebendas, Obispados, Capelos, Embajadas, Títulos del Reino, de todo esto disfrutaron, y en muchos de este linaje destacó el genio, dando poetas, como Luisa de Carvajal, que además murió en loor de santidad, jurisconsultos como Garci-López de Carvajal, y príncipes de la iglesias de fama, como don Juan y don Bernandino de Carvajal, que tanto dieron que hablar en su tiempo, estando a punto son Bernardino de ceñir en sus sienes la tiara pontificia.

En Cáceres, no los hubo de este apellido hasta finales del siglo XIV o principios del XV, en que, doña Gracia de Carvajal, procedente de la rama de los de Plasencia, habia llegado a establecerse en Trujillo, y casó con Fernán Pérez de Ulloa, señor de Malgarrida, y que algunos de los hijos tomaron el apellido materno, prescindiendo del de Ulloa, que les correspondía por varonía, siendo esos los fundadores de la primera  casa de Carvajales, edificada en la villa cacerense, con fachada principal frente al ábside de Santa Maria, dando su costado derecho a la calle tiendas.

(Fuentes Publio Hurtado-Ayuntamiento)

(Fuentes Biografías)

 


Agustín Díaz Fernández 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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