BREVE HISTORIA DE CÁCERES

                                             CXXIII

Linajes Cacerenses IX

 Figueroa.

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

Según el cronista, este apellido nació de una caballeresca leyenda de novela. Don Publio Hurtado no las cuenta:

Tras la muerte del Rey silos, subió a ocupar el trono un príncipe bastardo, y que según cuentan era mitad cristiano, mitad moro, hijo del Rey Alfonso el llamado católico y una esclava agarena. Y que su gracia era Mauregato, a resultas de que no confiando en los nobles para ceñirse la corona y que mantenían su causa, acudió a al gran Califa Cordobés Abderramán solicitando auxilio, el Califa, se lo concedió, pero con la obligación de que el asturiano para todos los años cierto tributo consistente en la entrega de cien doncellas, cincuenta nobles y cincuenta plebeyas, sellado el pacto, Abderramán, puso a sus órdenes del candidato al trono de Pelayo un lúcido ejército, que junto a sus parciales, le allanaron el camino hacia el trono, y todos los años subían a Asturias o a Galicia, según tocaba, los emisarios del Sultán cordobés a recoger el preciado tributo, que era arrancado mal de su agrado a las familias cristianas, que volvían a tierras cordobesas con la preciada carga, dejando luto y vergüenza en los hogares cristianos.

Ya que los comisionados tenían derecho de elección, todas las elegidas eran jóvenes y guapas, todas tenían amantes, o casi, además de padres y hermanos a los que dolía su suerte, solían salir al camino a los conductores y solían perder la vida en el envite por rescatarlas, fueron en muy contadas ocasiones lo que lo lograron, ya que solían venir los comisionados acompañados de buena escolta como prevención.

Cuando iba a ser entregado el quinto tributo, Mauregato solo reino seis años, siendo la requisa hecha en Galicia, los varones gallegos estallaron de rabia e indignación, ya se iban por las quinientas las mujeres de raza goda que habían sido transportada a los arenes moros, la inquina era tal que con poco que se dijera estallaría la rebelión, y fue un caballero de antiquísima familia de los Suarez, que tenían su solar a dos leguas de Betanzos.

Apostado con los varones que para tamaña empresa se le unieron en el camino por donde la comitiva tenia obligado paso, que alguno quieren situarlo en la Aldea de Figueroa, del ayuntamiento de Arteijo, provincia de Coruña, cayeron por sorpresa sobre la tropa mora, trabando con ellos mortal lucha, resistió la tropa mora la acometida con gran fuerza y valor, pero tal fue el coraje de los cristianos, que al ver las armas saltar hechas pedazos de la mano, se proveyeron de grandes garrotes de ramas de higueras, árbol de mucha abundancia por aquella parte, dando con ellos cuenta del moro, y recuperando la comitiva que conducían, esta fue la causa, y en memoria de tan portentosa hazaña, tanto el jefe, igual que algunos de sus auxiliares, tomaron el apellido de Figueroa, y como blasón las cinco hojas de higueras en campo de oro.

Se repartieron después, estos paladines por distintos pueblos, y que a cuya conquista contribuyeron, y en cada uno construyeron casa que por más o menos tiempo conservo el lustre y los créditos de su origen, los que siguieron la bandera del Rey Alfonso, le ayudaron a rescatar la villa cacerense del poder de los infieles, eran descendientes de del caudillo libertador de las doncellas, y que contada por su abuelo y que alardeaba un siglo más tarde el Maestre de la Orden de Santiago Lorenzo Suarez de Figueroa, progenitor de la casa Ducal de Feria, y que tenia por parientes cercanos a los Figueroa de la villa cacereña, y que tomaron parte en la rendición de la villa cacerense, fueron:

Miguel Yáñez de Figueroa y Juan de Figueroa

Y que según figuran en los lucillos o urnas de piedras, que hay en los sepulcros más antiguos en la iglesia de Santa Maria, donde reposan hasta cuatro generaciones, más tarde se enterraron en la capilla de San Miguel de la misma iglesia, que era de su propiedad, no quita que en las demás parroquias tuvieran tambien sus tumbas correspondientes, ya que esta la familia Figueroa, se multiplico bastante por la villa cacerense.

Casas principales tenían dos, una en la Cuesta del Marques, junto a la Puerta del Rio, por debajo de la casa de los Golfines, y en la que hoy es ya patio de esta ultima casa, y la otra fue en la Plaza de San Jorge, donde se ubica actualmente San Francisco Javier, que en para su construcción absorbió muchos solares de la nobleza cacerense, también fue casa de esta familia, una que había en la calle tiendas, otra que esta en la cuesta de la Compañía de Jesús, haciendo esquina con la calle del Mono, otra en la calle Zapatería, lindando con la calle Godoy, otra que ocupaba toda el área de la actual calle de los Condes, una más en la calle Parras, otra en la de Solana y algunas más, ya que fueron muchas las familias con este apellido, sobre todo durante el siglo XVI.



Durante el siglo XIII, tras la reconquista, emparentaron con los Giles, Cerdas, Blazquez, Tello, Mogollones y Saavedra, familias todas de la mayor alcurnia de la villa, y como cosa lógica, en el concejo fueron muchos los alcaldes que de esta familia hubo, y que solían figurar sin saber el porqué, con el apellido Yáñez.

Las propiedades con las que Alfonso IX, les adjudico tras la conquista en recompensa por los servicios prestados, fueron muchas y muy productivas, entre ellas Castiel de las Dueñas, (Castillejos de Dueñas), Arroyo del Pece y Hocino Fondonero, la Dehesa Figueroa, y Suertes de Figueroa.

Esta familia, la familia Figueroa, se extinguió, aquel espíritu belicoso que antaño les proporcionaría honra y provecho, solo en el nuevo mundo resonó el apellido Figueroa, de los Figueroa cacereños, entre el fragor de las armas de conquista.

Por los campos de Perú, corrió el cacereño Sancho de Figueroa, luchando al lado de Francisco Pizarro, una vez por el Rey, otras en contra de él, en aquellas series de discordias civiles que acabaron, en el mismo instante que el caudillo Pizarro, en la batalla de Xaquixaguana.

Francisco de Figueroa y Vargas

Señor de Mayoralguillo, quizás el de más relevancia d esta familia en la villa cacerense, fundador de la iglesia y colegio de Jesuitas, en el siglo XVII, y cuyo patronato dejo al Ayuntamiento cacereño, una de las obras más grandiosas y bella de la localidad, y pasó que unos, incapaces de procrear por naturaleza, otros célibes, otros por gusto, otros por la necesidad de hacer clérigos para disfrutar de la capellanía, dieron fin a la descendencia, y sus viernes fueron a parar a las casas de Toledo, Carvajal, Saavedra y Golfín de Cáceres, y a la de Meneses de alcántara.

Diego de Figueroa Vargas

Militar y que al pedir en 1644 el General Simón Castañeda, Gobernador de Alcántara, socorro contra el de Portugal, alzado en armas para recobrar su independencia, se ofreció para capitanear la compañía que el Municipio cacereño enviase en ayuda, y que cuya cabeza partió hacia la villa alcantarina, si bien no pudo prestar ayuda ninguna, sucedió que todos los soldados desertaron antes de llegar a destino, quedando el de Figueroa en situación muy desagradable.

Sancho de Figueroa y Ocano

Presbítero, Vicario y Juez eclesiástico de la villa cacerense, y que cuando en los más altos riscos de la Sierra de la Mosca, un piadoso asceta llamado Francisco Paniagua, y natural de las Casas de Millán, se dedicaba a la vida contemplativa, y sugestionado por el edificante ejemplo don sancho de Figueroa, se asoció con el solitario Paniagua en 1622, con él decidió propósito de fomentar el culto a Maria, costeando Paniagua una imagen de esta que denominaron Nuestra Señora de la Montaña, y fabricaron capilla más amplia que el de Paniagua habia construido inicialmente.

Este fue el origen del Santuario de la virgen de la Montaña, patrona de Cáceres, y con licencia del Obispo de Coria Fernando Ruiz de Camargo, en 8 de octubre de 1628 se pudo celebrar misa, y que la cofradía la fundó el propio Sancho de Figueroa, y autor de la oración a la imagen:

“-Sálvate Dios, Reina de virginal pureza, Maria, madre del señor Jesucristo, vergel hermosísimo de los deleites del paraíso, del cielo rosa cándida olorosa sin espina del original pecado, yo te bendigo y alabo, pues eres engrandecida del mismo Dios, hija del Padre, madre del Hijo, y esposa y templo del Espíritu Santo, suplícote Señora, yo el más indigno de todos los capellanes, me concedas y alcances de tu precioso hijo, de tal manera vivir en esta villa, que cuando de esta parta vaya a gozar de la Eterna, donde en cuerpo y alma vives y reinas por todos los siglos sin fin , Amen“. 

 La primera vez que bajó la imagen en procesión a la villa cacerense, fue en 1642, para que remediase la sequía pertinaz, que sufrían campos y vecindario.

(Fuente Publio Hurtado-Ayuntamiento y familia)

(Fuentes Biografías)

(Fuente Ermitas Cacerenses)

 


Agustín Díaz Fernández

 

 

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