BREVE HISTORIA DE CÁCERES

                                            CXXIV

Linajes cacerenses X

Cáceres.

En España no se usaron apellidos, por regla general hasta el siglo XI, los nobles lo tomaron de sus feudos o de sus hechos de armas, los plebeyos de sus cualidades, defectos personales o de sus oficios, y unos y otros usaron los patronímicos, los nombres de sus padres terminados en ez. Por lo común denominaban la filiación, así los hijos de un Domingo, de apellidaban Domínguez, de un Alvar, Álvarez, de un Rodrigo, Rodríguez, otros lo tomaban del pueblo en que nacían o conquistaban y de estos ultimo proviene el de Cáceres.


Al rescatar la villa del poder del moro, fueron varios los caballeros y soldados, que tomaron el nombre de la villa cacerense por apellidos, entre los nobles lo adoptaron los Blazquez, y los Espaderos, entre los plebeyos lo adoptaron tambien algunos que no tenían otro familiar, solo sus patronímicos, dándose el caso que , usando algunos individuos sus sobrenombres familiares mientras residieron en su localidad natal, los cambiasen por el de Cáceres al salir a probar fortuna por el mundo, o a desempeñar cargos oficiales sobre todo en América.

De las dos ilustres familias, Blazquez y Espaderos, la que cambió radicalmente su apellido solariego por el de Cáceres, fue la de Espadero, aunque no todos los nombres de esta familia lo hicieron, ya que algunas de las ramas de este linaje, siguieron usando el cognomen original, unos y otros siguieron ostentando en sus escudo de armas las de Espadero, que eran dos espadas de acero cruzadas con las cruzas y empuñadura de oro en campo de gules, recordando siempre el origen de esta familia.

Su casa principal era la que estuvo al extremo de la calle tiendas, ya desaparecido y de la que solo queda la impresionante torre del homenaje, sus enterramientos lo hacían en la iglesia de Santa Maria, capilla de santa Ana, fundada por uno de los miembros de la familia.

A partir de la reconquista de la villa cacerense, tuvo esta familia mucha y gran preponderancia, llegando a ser regidores del municipio, muchos de sus individuos, tomando parte activa en todos los acontecimientos públicos que tuvieron lugar el la villa, y capitaneando en ocasiones los bandos que en aquellos siglos y casi todos los pueblos solían disputarse, con lar armas en la mano, los escaños concejiles y con ellos la primacía local, su mayor lustre y poderío lo alcanzó durante el siglo XIV, favorecidos por el Rey Alfonso XI y mas tarde por su hijo el Rey Pedro, ocuparon lo más elevados cargos del Estado, y hasta perdieron la vidas y haciendas por defender las causas del segundo, contra las pretensiones que triunfaron, de Enrique de Trastamara, los que les obligó a emigrar al vecino reino de Portugal.

Elvira Martínez de Cáceres.

Casó con Fernando Rodríguez Pecha, Camarero Mayor del Rey Alfonso XI, siendo ella camarera de la Reina doña Maria, dona Elvira, fundó el convento de la Merced en Segovia.

Mateo Fernández de Cáceres

A quien el Rey Pedro I, llamado el “cruel” habiendo venido a la villa cacerense en 1354, se llevo consigo y descubrimiento en el de Cáceres, una adhesión, disposición y lealtad tan extraordinaria hacia su persona, rara en su tiempo, donde predominaba la traición ente la nobleza, le nombro su Canciller Mayor en 1360, cargo vacante tras la muerte de Fernán Sánchez de Valladolid, y que por virtud de su alto cargo, tuvo que conocer al año siguiente del proceso formado en averiguación en si la Reina doña Blanca, presa en Medina sidonia, era la autora de la aparición que tuvo el Rey, estando de caza por la zona, al que un pastor predijo muchos bienes si hacia vida en común con doña Blanca, y grandes males si persistía en abandonarla, Mateos Fernández de Cáceres, anteponiendo los fueros de la justicia a su conveniencia y amistad, sobreseyó en el proceso, por no encontrar culpa alguna en la Reina prisionera, y ordeno poner en libertad al pastor, en el que tampoco encontró méritos para castigarle.

Mucho se encolerizo el Rey por este pronunciamiento, y más siendo este de violento carácter, más apareciendo como debía, aquel acto de independencia y exaltación judicial, concluyo por alabar a su Canciller, que creció muy grandemente en su afecto y estimación.

En cierta ocasión, tambien salvó a la corona de un gran apuro, tenía empeñada Pedro I, su palabra al Condestable del Principe de Gales, Juan de Chandeaux, de darle la ciudad de Soria en pago del auxilio que le habia prestado en la batalla de Nájera, batalla que fue ganada, Chandeaux , exigió el cumplimiento de la palabra dada, ya que al monarca le dolía desprenderse de la citada ciudad.

-Dejad el asunto de mi cuenta, que yo adre resulto sin menoscabo de vuestra palabra e intereses-dijo el de Cáceres, al exponerle el Rey Pedro, su compromiso.

Y expendio la carta donde donaba la ciudad de Soria, cuya expedición apremiaba al Condestable.

Al presentarse esta al Canciller, reclamándosela, Mateos Fernández, se la mostró ya terminada y debidamente requisada, pero a su vez exigió el donatario el pago de los derechos de Cancillería, que, según él, ascendían a diez mil doblas de oro, cantidad fabulosa en aquellos tiempos, Candeaux no pudo hacer frente al pago, por lo que la ciudad de Soria, se libró de pasar del patrimonio Castellano al señorío extranjero.

En la junta que el Rey, ya casi fugitivo, tuvo en Monterrey con el Arzobispo de Santiago, Suero de Toledo, Fernando de Castro y otros caballeros que le eran fieles, Mateo fue el que decidió al indeciso Monarca, para que subiese a la Coruña, se embarcarse y fuese a ver al Principe de Gales en demanda de socorros, los demás asistentes querían que se volviese a Castilla a levantar el espíritu de sus partidarios, el único que apoyó al Canciller en el concejo, fue el temido Juan Diente.

Mateos Fernández de Cáceres, fue el que, como Canciller, extendió el testamento del Rey Pedro I el “cruel”.

Asesinado el Rey Pedro I, en los campos de Montiel, se refugio Mateo Fernández, juntamente con el Maestre de Calatrava, Martin López de Córdoba, además de otros partidarios del Rey Pedro, en la ciudad de Carmona, donde estaban los hijos de éste y de doña Maria de Padilla, en cuya defensa persistieron, pasaron días, semanas, y meses, y como la gran mayoría de las ciudades y villas del reino, aclamó por su Rey al de Trastamara, Córdoba y Cáceres, conceptuaron perdida la causa de su señor, que entró en componendas con el nuevo Rey, bien a regañadientes del de Cáceres, para entregarles a Carmona, a los Infantes y al Mateo, siempre que a todos, incluido el negociante, se le conservaran las vidas, cargos y haciendas con otras mercedes que se estipularan, llegó don Enrique, y le entregaron la ciudad, castillo e infantes, Maestre, Canciller, y cuanto con ellos en aquella se encontraban, pero el Rey , una vez posesionado de todo y de todos, se negó a cumplir lo pactado, Cáceres y Córdoba fueron trasladados como prisioneros a Sevilla y ajusticiados.

Gonzalo de Cáceres y Andrada.

Señor de Espadero y Cáceres el Viejo, caballero muy estimado de Enrique IV, del que fue vasallo, por sus dotes diplomáticas, fue elegido por el Rey, juntamente con diego de Ribera, para embajador cerca del Principe de Viana, con el fin de estipular el matrimonio de este con la Infanta doña Isabel, que, andando la historia seria conocida como Isabel la Católica, que al final no se llevó a cabo.

En las Banderías y riñas locales, figuro entre los partidarios del Maestre de Alcántara, Gómez de Solís, en su particular guerra con el clavero de la Orden, Alonso de Monroy, de quien habia sido aliado en sus guerras con Hernando de Monroy el “Bezudo”  pariente de Alonso, y habiendo el Clavero acometido la villa cacerense, que mantenían los del Maestre a devoción del Infante don Alonso, proclamado Rey en Ávila en 1465, don Gonzalo defendió la plaza por la puerta de Coria, próxima a su casa, resultando muerto por una saeta, cuando se encontraba dando ejemplo a sus secuaces en la misma muralla.

Hecho ocurrido a finales de 1467 o principios de 1468

(Fuente Publio Hurtado-Ayuntamiento y Familia)

(Fuente Hechos de Alonso de Monroy-Alonso de Maldonado)

 


Agustín Díaz Fernández

 

 

 

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