BREVE HISTORIA
DE CÁCERES
LXXII
Los Infantes de la Cerda
Crónica desde la calle Cuba de mi
Llopis Ivorra
Recién tomada la villa cacerense,
el monarca conquistador partió para Mérida, ciudad que también tomó, y después
Badajoz y Montánchez, y murió en
Villanueva de Sarria (Lugo), cuando marchaba camino de Compostela a dar gracias
al Apóstol por los triunfos conseguidos contra los mahometanos, “indudablemente
con su protección y ayuda” aquí a don Publio Hurtado se le fue la mano, no tuvo
en cuenta que eran pocos los moros que
quedaban por aquí, para hacer
frente al cristiano, y que habían entrada en su profunda decadencia.
Más al punto, le surgió al
ayuntamiento cacerense, el conflicto derivado del juramento que hicieron al
difunto monarca, de reconocer a las Infantas doña Sancha y doña Dulce por
herederas de la Corona, y sucedió que, el reino leones se dividió, unos pueblos
apoyaban a las Infantas, otros a Fernando III Rey de Castilla por soberanos, y
en Cáceres quedaron vacilantes, ya que el derecho estaba de parte del Rey de
Castilla, pero por otro lado estaba el juramento prestado, bajo pena de
maldición si no se defendía los derechos de las Infantas.
Enterado de estas nuevas el Maestre de
Alcántara don Arias Pérez, tal indecisión y como uno de los paladines más
plecaros en favor de la causa de las infantas, ya fuera por agradecimiento de
los muchos y grandes favores que el padre de las damas don Alfonso IX, habia
concedido a la orden, se viene a Cáceres, se avista con sus primates, y al
oírles cuanto pesaría en su conciencia la traición al derecho castellano, que
era notorio para todos, les hizo don Arias Pérez esta reflexión:
¿No estaba el obispado leones de la
parte de las Infantas?
Y el concejo salió con esto de sus
indecisiones, sacando los pendones de la ciudad en favor de las Infantas.
Más doña Berenguela, madre del monarca
castellano, mujer de presteza y mucha diplomacia, negocio con sus hijastras la
renuncia de sus pretendidos derechos, los vientos de guerra civil se fueron
calmando poco a poco, y todas las ciudades y villas leoneses, aclamaron por Rey
a Fernando III de Castilla, entre ellas Cáceres, que a los siete años de haber
sido conquistada aclamó al Santo Rey, estamos en el año de 1236, y cuando desde
Alcántara el monarca pasó por Cáceres camino de Medellín, desde donde dio comienzo
a la campaña contra Córdoba, y que en
esa campaña y tomaron parte activa algunos plecaros cacerenses, así como en la
de Sevilla, llevada a cabo en 1248, este mismo auxilio prestó la villa de
Cáceres al monarca Alfonso X el Sabio, en la guerra que libro contra el Rey
Alhamar de Granada, en 1270 bajo las banderas del Infante don Fernando de la
Cerda, y vuelto a prestar auxilio en 1280, al mando del Infante don Sancho
cunado batalló contra Mohomed II, que sucedió al Rey Alhamar en el trono de
Granada.
Fallecido don Fernando de la Cerda,
Alfonso X, pasó por Cáceres dirección Burgos, y desde allí a Bayona para
entrevistarse con el Rey de Francia, para tratar lo que convenia hacer con
respecto a los herederos del Frances, cuyos derechos a la sucesión de la Corona
les eran negados por el Infante don Sancho, el que apellidándose defensor de
los fueros de la nobleza, iba poco a poco atrayendo esta a su causa,
descontentas con las reformas legislativa del Rey don Alfonso X, que tanto daño
hacia a sus prerrogativas feudales.
Más, fueron tantas las lapidaciones,
tanto el abandono administrativo de sus estados, por atender don Alfonso, las
cábalas celestes, y fueron tantos los exorbitados impuestos, que fueron
convocadas por don Sancho cortes, que se celebraron en Segovia en el año de
1276 y en ella fue depuesto don Alfonso X, y aclamado su hijo don Sancho por
Rey de Castilla y León.
De nuevo este movimiento llamo a la
guerra civil entre las dos parcialidades, Y Cáceres, tomó parte por la causa de
don Sancho.
Alfonso X, despojado de la corona,
tras implorar ayuda hasta del Emir Africano, acudió al Pontífice Martino V, quien,
haciendo oídos de sus quejas, intimido a las villas del reino, para que negando
toda obediencia a don Sancho, se la diesen de nuevo a ya anciano Alfonso X,
bajo severas censuras para los desobedientes. El concejo cacerense, como con
anterioridad vacilo en tomar la decisión, y enterado don Sancho, que se
encontraba en Talavera de la Reina, se vino a Cáceres, y ayudado por la por
entonces poderosa familia Blazquez, consiguió que el municipio cacereño tomase
la obediencia por don Sancho.
La muerte de Alfonso X el sabio, no
mejoro la política a nivel nacional, quedaron como protagonistas de las
revueltas los Infantes de la Cerda, Sucedió que en Cáceres, su causa la
abrazaron la ilustre parentela de los Valverde, Señores de Castellanos, el más
comprometido de ellos don Fernán Yáñez de Valverde, tuvo que abandonar su casa
y refugiarse en Aragón, al lado de los Infantes, llegando a ser uno de los más
capacitados campeones de su causa.
Falleció el Rey don Sancho, y le
sucedió su hijo don Fernando IV, niño de corta edad, y tutelado por doña Maria
de Molina, su viuda, la situación del reino se convirtió en desastrosa, tanto
que hasta el Obispo de Coria, ayudo levantar el desasosiego local, anunciando
excomuniones contra varios caballeros por cuestión de intereses, el funesto
Infante don Juan, (El que mando dar muerte al hijo de Guzmán el Bueno, antes
los muros de Tarifa) se hizo proclamar Rey de Extremadura y algunas provincias
más en la ciudad de León.
Pero en Cáceres no encontró eco esta
rebelión, y que por su felicidad a la Corona, don Juan IV, le otorgó muchos
beneficios, entre ellos el haber enviado gente de armas, contra la tropa del
infante que se habia apoderado de parte de la villa de Alcántara, y poniendo
cerco a la otra parte, tomándole lo que ya tenía por suyo el Infante rebelde,
degollaron a sus defensores.; Estamos en el año de 1308.
Durante el reinado de Alfonso XI,
ocurrió en Cáceres algunas cosas de mención:
Se fundó la parroquia de San Mateo, en
20 de agosto de 1345, de una cofradía denominada de Nuestra Señora del Salor,
que era una especia de Orden de Caballería, a imitación de la de la Banda
instituida en Burgos años antes, de la que no podían ser cofrades sino los
hidalgos, cuya casa convento estaba cerca de Torrequemada.
Otro de los sucesos acaecidos en la
villa cacerense fue la aparición al pastor, Gil Cordero, natural de Cáceres, de
la imagen de la Virgen de Guadalupe, en las sierras de la Villuercas en el año
de 1333, a cuyo descubrimiento concurrieron las personalidades de Clerecía y
pueblo cacereños, efigie que al punto cobró renombre universal, llegando a ser
la Meca cristiana durante varios siglos.
También fue eficaz la ayuda que el
concejo cacerense prestó a don Alfonso XI, contra los Portugueses por Badajoz,
contra los árabes en Algeciras, Gibraltar, Tarifa y el Salado.
La Villa de Cáceres, fue visitando en
dos ocasiones por el monarca Alfonso XI, una en 1335, y en la Iglesia de la
Magdalena, fundada en los últimos años del siglo XIII por el Maestre de
Alcántara don Suero Pérez Gallego, y que estaba adosada a un costado del
Alcázar, e hizo que los caballeros de la Orden diesen el hábito y nombrasen por
su Maestre a don Gonzalo Martínez de Oviedo. La otra vez que visitó Cáceres,
fue en 1338, camino de Valencia de Alcántara para destituir del Maestrazgo al
propio don Gonzalo, y que, entre otros motivos, fue por haber hablado mal de
dola Leonor de Guzmán, al que mandó degollar en la misma plaza de Valencia de
Alcántara.
De horrible también, sería el recuerdo
que dejo en tierras cacerenses el rey don Pedro I de Castilla, en la guerra
fratricida que sostuvo durante todo su reinado con su hermano Enrique de
Trastamara. Pusieron en lealtad el Alcázar cacereño, que no sería entregado si
no a quien, y los dos juntamente determinasen, de lo que exigieron juramento al
alcaide de él y a su teniente, tío y sobrino a la sazón, de la muy ilustre
familia de los Gil, familia de mucha hacienda y de gran prestigio en la
localidad, como familia del Rey conquistador de la Villa cacerense don Alfonso
IX de León, y que este les adjudico la alcaldía de la fortaleza.
Desde los últimos años del reinado de
Alfonso X, el sabio, en el Concejo cacerense, se había producido don
tendencias, con el motivo de las guerras de los que apoyaban la causa de los
Infantes de la Cerda, con los que defendían la de Sancho IV de Castilla, el
Bravo, tendencias que fueron acentuándose más con los reinados sucesivos. En
tiempo de don Pedro I, el Cruel, capitaneaba la bandería Real, don Gómez Tello,
que contaba con gran autoridad en la villa, y la familia Giles, sus
competidores locales, defendían la bandera de don Enrique de Trastámara.
En el año de 1367 Gómez Tello, se
desplaza a Sevilla, dejando al descubierto la ocasión al Rey Pedro I, de
apoderarse del Alcázar cacereño, se vino a Cáceres con el Rey, y personándose
los dos en las puertas del alcázar, el Rey don Pedro conmino a los que la
guardaban para que se la entregasen, más los Giles contestaron:
“No podemos facer tal cosa, ni el era
parte para les tomar el Alcázar, porque ellos eran obligados a cumplir con la
obligación que tenían”
Entonces el monarca Pedro I, el Cruel,
ordenó que les cortaran las cabezas.
Durante en reinado de don Enrique II y
don Juan I de Castilla, los sucesos escasean, solo desgracias personales de
caballeros y pecheros en las guerras con Portugal, y sobre todas ellas la de
Aljubarrota, librada en 1385, en la que ganaron los portugueses, con esta
derrota don Juan I de Castilla, perdió toda esperanza de que su esposa doña
Beatriz pudiese acceder a la corana lusitana.
Terminado el año de 1397, el monarca
portugués don Juan I, en venganza por la entrada que a su país hizo Enrique III
de Castilla, sucesor de Juan I, volvió a la guerra contra los castellanos,
penetrando en el reino por Alburquerque el condestable Núñez Álvarez Pereira,
al mando de setecientas lanzas y algunas compañías de peones, y que, tras
apoderarse de la Aliseda y el Arroyo, vinieron a sitiar Cáceres. Organizó la
defensa de la plaza cacerense Vasco Porcalho, Comendador Mayor que había sido
de la Orden de Avís, y que vino huido de Portugal, temeroso de la venganza por
las intrigas de la Real Manceba, doña Leonor Tello, que amenazaba con cortarle
la cabeza. Más los portugueses no pudieron tomar la villa, y tras quemar y
arrasar los arrabales, se retiraron a los pocos días con gente apresada de las
fincas próximas y gran cantidad de ganado.
Pero en esta acción también hubo
tiempo para las aventuras caballeresca, al menos así los relata algún cronista:
“Alzado el cerco por el Condestable,
se le vino la noche encima a legua y media de la villa de Cáceres camino de
Arroyo, donde iba a reunirse con el resto de sus tropas, y acampó donde le vino
la noche encima.
Al punto le anunciaron que diez
caballeros provenientes de Cáceres llegaron a los reales, y le solicitaban una
entrevista, mandoles los llevaran a su tienda, y una vez allí, les preguntó:
- como habían osado presentarse allí,
sin el seguro mío-
-Señor, -le respondieron los
interpelados-fiados de su caballerosidad-
_¿y que queréis de mí?
-Nada, absolutamente nada, tan solo
conocer a tan ilustre Capitán, que tanto da que hacer a las trompetas de la
fama-
Don Diego Núñez, le agradeció la
galantería, y ordenó les dieran de cenar, pero los caballeros renunciaron al
agasajo, pidiéndole no tratase mal a los prisioneros, sobre todo a las mujeres,
prometiéndoselo así el caudillo lusitano, entonces los caballeros cacerenses
volvieron a su villa.
Bastantes amarguras saboreo en Cáceres
don Juan II, hijo de don Enrique III de Castilla ”El Doliente” en su visita a
Cáceres, durante su reinado próspero para sus estados, mientras don Fernando de
Antequera, tío suyo a la sazón, empuño las riendas del gobierno, pero le vino
la desdicha desde que con la mayoría de edad, elegio como válido y mentor suyo
a don Álvaro de Luna, cuyo encumbramiento no podía tol rar la nobleza, sobre todos los inquietos
Infantes de Aragón, hijos de don Fernando de Antequera, enemigos
irreconciliables de don Álvaro de Luna.
Los Infantes de Aragón encontraron en
Extremadura un gran número de defensores de su causa, ya que gran parte de sus
pueblos se pusieron de su parte, por lo que esta tierra fue su mayor ampo de
acción. Entonces el Monarca Juan II de Castilla y su Condestable Álvaro de
Luna, se vinieron a la villa cacerense a preparar la persecución de los
Infantes, que, parapetados tras las murallas de Alburquerque, lanzaron varias
andanadas contra las tropas del soberano, que, reconociendo su impotencia, tuvo
que levantar el campo y dirigirse hacia Guadalupe.
Se dio en Cáceres que los hidalgos
estaban divididos casi mitad por mitas, y los sobresaltos, disgustos y lances
personales no pusieron fin hasta que don Gutierre de Sotomayor, fue elegido
Maestre de la Orden de Alcántara, estamos en el año de 1432, y los infantes
rebeldes, sin la ayuda de la Orden de Alcántara que con anterioridad encontrara
con el antiguo Maestre, Juan de Sotomayor, tío de Gutierre, tuvieron que
levantar sus reales y capitular.
Más el tiempo de tranquilidad solo fue
algo transitorio, ya que don Enrique de Aragón, volvió con las mismas de
antaño, y para tratar de calmarlo don Juan II de Castilla, le ofreció a su
primo el Señorío de Cáceres, Pero el concejo cacereño, al entrarse de esto
junto con todo el vecindario, se levantaron en son de protestas, entonces el
Rey en vez de dárselo a su primo Enrique, se la donó a su hijo el príncipe don
Enrique, heredero de la corona, este tambien era de los descontentos con la
privanza del condestable don Álvaro de Luna. Así se consideró que, no salía de
ella y no se infringía lo mandado en el fuero otorgado a la villa cacerense por
el monarca conquistador Alfonso IX. Más receloso de que, y a pesar de todo el
pueblo prepararse algún conflicto para boicotear el acto de la posesión, vino hasta Cáceres
desde Talavera de la Reina con toda su corte, las calles las encontró
desiertas, el silencio más elocuente reinaba en la Villa, al siguiente día 6 de
octubre, acudieron al Alcázar por mandato Real los Caballeros, escuderos y
hombres buenos del Concejo, y les mandó tras explicarles el alcance de la
donación, que recibieran por su señor al Príncipe enrique su hijo, y en su
nombre el bachiller Pedro González representante de don Enrique.
Entonces el Concejo le hizo saber, que
no podía hacer aquello que había hecho y le suplicaron que mandare ver sus
privilegios y que les guardase justicia.
Pero don Juan II, les dijo que ya
conocía los privilegios que Cáceres tenia, más la merced que el hacia a su hijo
don enrique, era como primogénito heredero de la corona, y reputado como una
persona con él, volviéndoles a ordenar que admitiesen a don Enrique por su
señor.
Dieron la callada por respuesta, y el
Rey molesto y tremendamente contrariado por esta callada que le dieron las
fuerzas vivas de la villa cacerense, e intentando poner fin a tan violenta
situación, se volvió a don Álvaro de Luna, que había tomado en su mano los
evangelios, y tendiendo sobre ellos la mano derecha, juró por ellos, por la
señal de la Cruz, y por el nombre de Dios, hasta tres veces, que mandaría
examinar las cartas y privilegios
referidos por los consejeros de la ciudad, y si de ello se resultase que no
podía desmembrar la villa de la Corona, no las desmembraría, pero si se hallase
que la donación hecha podía subsistir, subsistiría. Prometiendo a la vez por su
parte hacer todo lo que fuera menester para que el Príncipe don Enrique,
confirmarse los Fueros, Privilegios, Usos y Costumbres de la villa, cuyas
haciendas jamás embargaría, ni tomaría nada que tocase a los vecinos ni a los
propios del Concejo.
Esta merced, satisfizo gratamente al
Príncipe, por verse dueño de uno de los cinco solares de la nobleza española, y
de donde tantos caballeros podían sacar para sus revueltas y guerras políticas.
(Fuentes Floriano Cumbreño-Historia de
Cáceres)
(fuente Publio Hurtado-Castillos)
(Fuente Orti Belmonte-Conquistas)
(Fuente Orden de Alcantara-1450)
Agustín Díaz Fernández
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