BREVE HISTORIA DE CÁCERES
CLVI
Gutierre
de Sotomayor III
Maestre
de Alcántara
(1400-1458)
El mando
y la loca Aventura.
(1432-1438)
Crónica
desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
En
capítulo anterior, habíamos dejando a don Gutiérre de Sotomayor, asegurando,
vida y futuro del Maestre Juan de Sotomayor, dotándole de rentas de cuatro mil
florines anuales, para u pudiese vivir donde acomodara, en Castilla o bien en
el extranjero.
Terminado
el convenio, el Comendador Mayor, don Gutiérrez de Sotomayor llego a Alcántara,
siempre con su egregio preso al lado, los caballeros celebraron allí Capitulo acordaron
deponer a don Juan y elegir para sucederle a su sobrino, que fuese el XXXIV
Maestre de la cronología alcantarina, se verifico la elección después de
mediado el mes de Julio de aquel año de 1.432. Dejando a buen recaudo al
infante don Pedro, el nuevo Maestre salió de Alcántara, con lucido sequito de
comendadores, caballeros y vasallos, para ir a besar la mano del Rey en Ciudad
Rodrigo, llegó la comitiva a esta ciudad el 22 de julio, siendo recibido con
gran muestra de cariño, en la primera entrevista le dijo al monarca, que ya
había solicitado al papa, la confirmación del nombramiento de Maestre, cosa que
con prontitud le fue concedida.( La bula de confirmación le fue dada por el
Papa Eugenio IV, el 7 de diciembre de 1.432.)
Al día
siguiente de su llegada, se celebró en la catedral solemne función religiosa,
con asistencia de la Corte en pleno, al final de la función, hizo el juramento
de fidelidad recibiendo de manos de su Alteza el Pendón de la Orden, En aquella
noche del 23 de Julio, comió en la mesa del Rey, agasajo que no era al uso
comúnmente ( tanto deseaba el rey que el Maestre le entregase al Infante don
Pedro, que tiene `preso en alcántara , que desde que desde que le dio el
Maestrazgo lo siente el Rey a su mesa). Durante la comida recibió grandes
mercedes de juros de maravedíes y un privilegio de exención para los vecinos de
Alcántara, más tarde, quedaron también exentos de pechos y monedas los de
Valencia. Al hermano pequeño, Fernando de Sotomayor, le fue confirmado el
dominio de la heredad de Bòtoa y le concedieron la alcaldía de Badajoz, don
Gutiérre de Sotomayor era ya del concejo del Rey don Juan II.
Queriendo
dar testimonio del gran servicio, lo consignó el soberano en un documento, en
el que hasta le hace partícipe de lo ocurrido, atribuyéndose la orden de
detención del Infante, el privilegio por el que se exime de pechos y monedas a
los vecinos de Valencia de Alcántara, dado a demando de don Gutiérrez de
Sotomayor, unos meses después el 3 de Septiembre: ( Yo el rey, por cuanto al
tiempo que don Juan de Sotomayor maestre que lo fuera de Alcántara, se alzó y
reveló contra mí en la villa de Alcántara, o en el convento o fortaleza della a
favor y valía de los Infantes don enrique e don Pedro, mis rebeldes enemigos y
enemigos de mis reinos, que como conocidamente se podía seguir y seguirá al
grande servicio de dios y mío, y escándalos en mis reinos, grandes e
intolerables malos y daños al bien público, vos el muy bien amado y leal
caballero don Gutiérre de Sotomayor, disputando grandes trabajos y peligros por
el servicio mío y por el procomún mis reinos y por amor a mi corona real)
Pocas
veces en la vida, la carrera de un hombre alcanza la plenitud tan absoluta y en
tan poco tiempo, el político salto acrobático había situado a don Gutiérre una
altura ensoñada, suyos eran el Maestrazgo, suya la gratitud del Rey y del
Condestable, suya la lealtad y entusiasmo de la Orden, suyas las adhesiones de
toda Extremadura, una Extremadura Extenuada por aquel incesante trágico
deambular lleno de ambiciones de los Infantes de Aragón.
Entre el
ruido de la apoteosis, desde Ciudad Rodrigo, volvió a tierras extremeñas, donde
pronto gozaron de la plenitud del triunfo de su estratagema, ya que el infante
don Enrique, a condición de la libertad de su hermano tuvo que entregar sus
feudos, incluyendo la villa y fortaleza de Alburquerque, marchando lejos los
dos revoltosos de la comarca, a fines de aquel año ( la entrega de
Alburquerque, fue el domingo 16 de Noviembre de 1.432) , embarcan en Lisboa,
rumbo a Valencia, para pasar luego a Nápoles llevando consigo a la Infanta doña
Catalina, esposa de don Enrique, al fugitivo y rebelde Obispo de Coria, don
Martin Galos, y al ex-Maestre don Juan de Sotomayor, a quien esperaba perpetuo
destierro, hasta morir oscuramente en el norte de Italia, el Infante don Pedro
tampoco regreso de aquel viaje, muriendo en las guerras que su hermano
sostenía en Nápoles su hermano Alfonso V de Aragón .
La
claridad de una tregua de paz, ilumino los horizontes extremeños, por obra y
gracia de la magnífica jugada de don Gutiérre de Sotomayor.
En el
capítulo anterior, habíamos dejado a Gutiérre de Sotomayor, ya posesionado como
Maestre de la Orden alcantarina, y prestado la debida lealtad al monarca don
Juan II.
Toso el
resto del año 1432 estuvo el Maestre en Alcántara, encauzando la destartalada
estructura de su milicia, atareado en presidir capítulos, otorgar privilegios y
hacer planes de buen gobierno, tras la puesta en orden, y desde la citada
villa, al fértil valle de la Serena, fue recorriendo Extremadura, en misión
orgánica y pacificadora, en Zalamea de la serena, se detuvo desde principios de
1434 hasta mediados Junio, y ya de regreso a la sede del Maestrazgo, a fines de
Octubre , arregló asuntos con la ciudad de Coria, ( ordenanzas del Maestre, con
el Corregidor de Coria sobre el aprovechamiento del monte).
Pero las
tareas bélicas, requirieron pronto su atención, el Rey hizo en Cortes
nombramientos de capitanes para la guerra de Granada, al Maestre le
correspondió la capitanía de Écija, el 14 de Noviembre, dispuesto ya a
marchar, designo lugarteniente suyo en la Orden a su tío político, el leal
Gonzalo Sánchez Topete, dándole solemne posesión del cargo a las puertas del
convento de Alcántara, con la entrega de la vara, sim bolo de la justicia,
recibió el designado besando la mano de Sotomayor, siendo el 14 de Noviembre de
1434. Poco después de la ceremonia, avanzaba hacia tierras andaluzas, al frente
de la tropa tan lucida, que un cronista dijo, que el Maestre llevaba tantos
buenos caballeros, que no bastara todo el poder de Granada para hacerlos volver
el rostro.
Desde
Écija, investido con el título de Capitán General, de aquella frontera, inició
la campaña contra el moro a principios de 1435, es justo reconocer que en esta
empresa, parece que le había abandonado el aplomo demostrado en anteriores y
difíciles momentos y la clarividencia y ecuanimidad que siempre le acompañaron,
una prisa inexplicable le impulsaba a cosechar laureles, sin mirar riesgos, con
noticias de unos falsos espías, fue suficiente para avanzar tierra adentro,
pretendiendo adueñarse de unos pueblos, supuestamente desguarnecidos, en el
sector de Archidona (Málaga) Un viejo romance canta con acento profético el
comienzo de la aventura.
De
Écija salió el Maestre,
Capitán
de la frontera,
Lleva
gente de a caballo,
Gente
lucida y guerrera,
Por
los campos de Morón
Tendida
lleva la seña,
Allá
van a sestear,
A
aquese rio de Olvera,
Allí
saliera el alcayde,
Alcayde
viejo de Olivera,
Mantegavos
Dios Señor
¿Vuestra
partida, donde e?
Allá
hablara el Maestre,
Bien
oiréis lo que dixera,
A
Archite Obilisque, alcayde
A
Benoza de la Sierra,
Quien
vos conseja, señor,
Muy
consejo vos diera,
Que
tres batallas he visto,
Perderse
en aquesta sierra,
Placerá
a Dios, el Alcayde,
Que
esta sea la vencedera.
Con
ochocientos jinetes y cuatrocientos infantes, se adentró el Maestre, por malos
pasos montañosos, donde el inesperado ataque del moro lo puso en apretado
trance, quinientos ballesteros infieles, situados estratégicamente en las parte
altas de terreno, se bastaron para provocar la catástrofe, sin posibilidad de
movimientos de sus efectivos para intentar una defensa organizada, la tropa
cristiana quedó materialmente aniquilada, el fracaso fue rotundo, el
Maestre don Gutiérre de Sotomayor, pudo salvar la vida dándose a la fuga,
gracias a un villano conocedor de la tierra, pero en el campo quedaron tendidos
, la flor y nata de sus caballeros, entre ellos su propio hermano, don Juan de
Sotomayor, Comendador de Lares, Martin e Manjarrés, el antes Clavero y ya
Comendador Mayor, el valiente Diego de Monroy, hermano del padre del futuro
Clavero, que pudiendo salvar su vida, no quiso huir.
Otros
quedaron prisioneros, tal como García de Aldana y Juan Hurtado, para su rescate
hubo de vender la dehesa Miras de Hurtado, en el término de Alcántara, que
compró el Maestre, quien tuvo la gentileza de devolvérsela a su antiguo dueño,
como merced, (esta dehesa guarda unas interesantísimas ruinas romanas). Del
lucido ejército expedicionario, tan solo unos cien hombres regresaron Écija,
apesadumbrado regreso el Maestre Gutiérre de Sotomayor a Alcántara, sin que
mitigase su fracaso, el que le escribiera el rey una carta consolándolo, en un
segundo viaje a los pueblos fronterizos, al principio del siguiente año,
se abstuvo prudentemente, de más aventuras, tornando en noviembre a las villas
Extremeñas, para desarrollar sus dotes de activo organizador, más brillantes
que de estratega.
En
Zalamea de la Serena, el 5 de Septiembre de 1436, puso el Maestre su firma en
el documento, confiriendo la Encomienda de Herrera a don Gutiérre Topete, su
primo, hijo de su tía doña Juana González, emprendió pleitos con los Obispos de
Coria y Plasencia, pretendían estos visitar las iglesias de la Orden, hizo
acuerdos con los vecinos de Alburquerque y con las encomiendas de Piedrabuena y
Mayorga, y realizo gestiones sobre los estados que la Orden tenía en Portugal,
perdidos al socaire de las constantes guerras, todas las gestiones tenían feliz
término, que aunque lo de Portugal no llego a lograrlo con efectividad, obtuvo,
al menos el reconocimiento de tal derecho de posesión, por orden en Basilea en
14 de Marzo de 1438.
Su labor
de administrador daba frutos magnifica prosperidad a la Orden, incansable y
activo, enérgico, al que gustaba disponerlo todo personalmente y todo había de
pasar por sus manos, ni en los momentos de su desafortunada aventura andaluza,
dejo de ocuparse de los pequeños detalles, escribiendo a su lugarteniente, para
ordenar lo que se debía hacer con la casa de un tal Juan Rodríguez y para
recabar su autoridad frente al corregidor de Cáceres, sobre nombramiento de
alcalde de Alcántara, un orden nuevo y justo imperaba en la milicia, un
creciente prestigio y una pujante simpatía iban envolviendo al nombre del jefe,
mientras este, miraba sereno los horizontes políticos, aguardaba en
Extremadura, los instantes propicios para entrar a la protagonización en
la escena nacional.
(Fuente,
Miguel Muñoz San Pedro)
Agustín
Díaz Fernández

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