BREVE HISTORIA DE CÁCERES

                                          CLX

Francisco de Hinojosa II

                               (1465-1472)

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

En el capítulo anterior, dejábamos al astuto Clavero Alonso de Monroy, preparando su estrategia contra las tropas que le enviaba el Maestre Gómez de Solís, toso estaba preparado pues, para el inicio de la batalla del Cerro de las Vigas.

Y fue completo el éxito de la estrategia del Clavero, los hombres de armas del Maestre, la gran fuerza de choque, inició el ataque con gran ímpetu, cayendo en los hoyos caballos y haciendo rodar por tierra a los caballeros, que casi en su totalidad fueron muertos o dados presos por los peones de don Alonso, avanzó entonces la vanguardia, mandada por los dos Hernando Monroy y por Garci Laso de la Vega, en las filas del Maestre cundió el desconcierto, pese a los esfuerzos que don Gómez de Solís hacia por mantener la formación, luchando en el puesto más peligroso del campo de batalla, la balanza estaba ya inclinada a favor del Clavero.

La lucha fue sangrienta, y tras ella, el Maestre Gómez de Solís, Emprendió la huida, quedándose victorioso y dueño del campo de batalla, su enemigo el Clavero don Alonso de Monroy. En aquella memorable mañana del sábado día 6 de febrero de 1470, Monroy había logrado un resonante triunfo, cuyo eco vibró por toda Extremadura, siendo cantando en romances y coplas por el pueblo, alabando y mucho la victoria del Clavero.

Los defensores de Alcántara que llevaban tantos meses de sufrimientos, resistiendo con inusitada entereza, quedaron después del triunfo de enemigo, abandonados totalmente a su suerte, no obstante, se dispusieron a seguir luchando, el hambre que esos padecieron fue sonada por toda España, se comieron todos los perros y gatos, los cueros de las adargas, y paveses y otras mil miserias, tenían bastimento apenas para cinco meses y con buena regla les duro catorce. El Maestre Solís, supo escoger bien los defensores de la casa cuna del Maestrazgo de Alcántara, como cuenta el cronista, los caballeros que estaban dentro, con voz de don Gómez de Solís, eran de mucho valor y se defendieron muy bien.

Aquí, Francisco de Hinojosa, dio prueba de un temple y entereza admirable, resistiendo sufrimientos materiales y morales con resignación, sin decaer en su ánimo, su amante esposa, doña Juana de Solís, murió en Alcántara, durante este cerco, de un cuarto parto, juntamente con el recién nacido, a causa de las privaciones padecidas, no quiso doña Juana separarse de su esposo, y aunque muchos le aconsejaban la marcha, decidió ser compañera del marido en los trabajos hasta la muerte, actitud tan digna y noble, que hasta los enemigos sentían por ella admiración al mismo tiempo que lastima. E. señor de Belvis, le envió numerosos mensajes, dándoles facilidades para salir de la plaza, y le metía en secreto panecillos y conservas, viendo el gran peligro que corría.

Cuando la muerte puso fin a sus sufrimientos, de la dulce Juana de Solís, Francisco de Hinojosa, dispuso el deposito provisional del cadáver, para llevarla luego a enterrar a Trujillo, y sobreponiéndose a su dolor, no por la mujer de su mujer, dejo de animar su gente a resistir y ofender a sus enemigos, con ánimos invencibles.

Después de la victoria lograda ante las tropas del Maestre Gómez de Solís, el Clavero Alonso de Monroy, quiso acelera la rendición del Alcázar alcantarino, pero todos sus esfuerzos, chocaban con la decisión de los sitiados, Francisco de Hinojosa, enfermo de calenturas, proseguía luchando, aunque por este tiempo y debido a las dolencias de Hinojosa, dirigía la defensa Hernando de Mojica, caballero del Habito de Santiago.

Pero a todo esto, surgía en tercer candidato al Maestrazgo de Alcántara, don Juan de Zúñiga, un niño aun, hijos de los condes de Plasencia, Duques de Arévalo, cuya causa sostenía con tesón su madre doña Leonor Pimentel, que ya ella sola por sus trazas varoniles, era el alma de la poderosa casa de Zúñiga, señores de Plasencia, este tercer bando vino a disputar al clavero don Alonso de Monroy, la ocupación del castillo de alcántara, llegando el Clavero y la Duquesa a un acuerdo, en virtud del cual, quedaría a cargo de Hernando de Monroy, hermano de don Alonso y adicto a doña Leonor.

A Francisco de Hinojosa, con todo el pescado vendido, solo le quedaba rendir la plaza, cuando con su escasa y famélica hueste, Francisco de Hinojosa, salió de aquel baluarte, era cosa de ver, espectáculo maravilloso, notar la ferocidad de su persona de guerra, así lo cuenta el cronista, la magrez y amarillez de sus carnes y rostro, el destrozo de su persona valerosa, tan gastadas las ropas de las armas continuas, que se le aparecían las carnes por mil agujeros.



Banderías.

                                         1473-1489

Frente a frente se encontraba el Clavero don Alonso de Monroy, al hombre que fue la causa ocasional de la lucha fratricida, don Alonso de Monroy, siempre noble y caballero, debió sentir admiración y pena al contemplar en tan lastimoso estado al que conoció otrora arrogante, en Cáceres, durante las fiestas nupciales, y en tono de consuelo le dijo:

-¿Quién ganó más honra, Hinojosa, señor, vos que os habéis defendido tanto tiempo amparado con no muy buen aderezo, o los que entramos ahora por concierto en la villa?

- Sed vos juez, señor, respondió Hinojosa, pues tuvisteis ventura.

- No pudo caballero en el mundo defenderse mejor que vos habéis hecho, vos sois más honrado- concluyo el Clavero, mientras se quitaba una capa, que ordenó a sus seguidores echar en los hombros de Francisco de Hinojosa.

Las caballerosas palabras, y el gesto noble de don Alonso de Monroy, tuvo que mitigar en parte la tristeza del vencido, pero la sensación con la que salía de Alcántara Francisco de Hinojosa, erra de derrota absoluta, don Gómez de Solís, había perdido la cabeza del Maestrazgo, allí mismo poco después, el 19 de octubre de 1472, don Alonso de Monroy se hizo elegir Maestre, aunque esto ocurría cuando don Francisco de Hinojosa se estaba alejando del lugar de sus hazañas y sufrimientos, el futuro no podía ser más negro para su bandería, tras constantes reveses, don Francisco debió ver entonces con claridad que su cuñado don Gómez de Solís, llegaba al ocaso, el bando al que tan lealmente había servido entraba en un periodo agónico.

Terminada su misión en Alcántara, don Francisco de Hinojosa, decidido a no abandonar la causa de Gómez de Solís, marchó a Zalamea, dispuesto a mantener esta villa en poder del Maestre, ya en decadencia total, despojado de su estado, y afligido de una enfermedad, don Gómez de Solís, fue a recogerse en Magacela, y allí murió en 1473, triste, olvidado y pobre, sin más adeptos que sus parientes Francisco de Solís, Diego Cáceres de Ovando y Francisco de Hinojosa. En 1 de agosto Hinojosa se reunía en Villanueva de la Serena con el Capitán Diego Cáceres de Ovando, Juan de Grijalva y Pedro Pantoja, alcaides respectivamente de Benquerencia, Castelnovo, y Magacela, firmando todos pactos de alianza con el Maestre de Santiago, para seguir defendiendo la causa del difunto don Gómez de Solís.

Al llagar la noticia de la muerte de Solís, el ya Maestre don Alonso de Monroy, se dispuso a en mayo de este año de 1473, a ocupar los lugares, castillos y encomiendas de la Orden, era uno de los sectores rebeldes a Monroy, la tierra de la Serena, cuyas fortalezas defendían los parientes del fallecido Maestre Gómez de Solís. Por aquellas tierras, el Maestre don Alonso de Monroy, tenía enemiga poderosa en la guerreadora Condesa de Medellín, tras librar victoriosos encuentros con la gente de la condesa, don Alonso marcho sobre las plazas que deseaba ocupar, ante la resistencia que Francisco de Hinojosa hizo en Zalamea, Alonso de Monroy, le puso asedio, quedando al mando de las tropas de asedio su primo “el Bezudo”, mientras él se ocupó de la rendición de Magacela, defendida esta plaza por Francisco de Solís, sobrino del que fuera Maestre Gómez de Solís, hijo de doña María de Solís.

Tras heroica e inútil resistencia, Francisco de Hinojosa, entregó Zalamea, todo parecía serle prospero al antiguo Clavero, cuando de manera inesperada se inició su desgracia, Magacela se defendió con refuerzos enviados por los enemigos de Monroy, mientras este iba a Sevilla, llamado por el Duque de Medina Sidonia, al regreso de este viaje a Andalucía, Francisco de Solís, trató de ajustar paces con don Alonso, solicitándole en matrimonio una de sus hijas, en realidad se trataba de una indigna trama para apoderarse de don Alonso de Monroy, es asombroso como hombre tan experimentado pudo caer en la trampa, y pese a las advertencias de muchos de los suyos, el Maestre se dirigió confiadamente a Magacela, invitado por su supuesto yerno, una vez dentro del castillo fue hecho preso por Solís, encerrado y encadenado en una prisión .

Este golpe de audacia, varió de momento el sesgo de los acontecimientos, Francisco de Solís, reuniendo en Magacela, a los caballeros de la Orden que le eran adictos, se hizo elegir Maestre de Alcántara, y otra vez había tres candidatos al Maestrazgo, Monroy, Solís y don Juan de Zúñiga, cuya causa seguía manteniendo con tesón su madre la Duquesa de Arévalo, que al final fue el que se llevó el mayor trofeo.

De nuevo el bando de los Solís volvía al juego con Francisco de Hinojosa, que incondicional a este bando, fue a reunirse con el electo Francisco Solís (electo lo denominaron siempre los cronistas, su designación jamás fue confirmada por el Papa), que se había confederado con la Duquesa de Medellín y con el Comendador Mayor de León, a fin de que le apoyasen en las pretensiones de Maestrazgo.

 Las Banderías y la Unidad Nacional

                                      1473-1482

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra.

En el capítulo anterior, dejamos al bando de los Solís haciendo de las suyas, preso el Clavero don Alonso de Monroy, en el castillo de Magacela, por el engaño de Francisco de Solís, vuelve a entrar en escena don Francisco de Hinojosa.

Corría el año de 1474, cuando don Francisco de Solís, dejando preso en Magacela a don Alonso de Monroy, marchó contra Zalamea, defendida por el “Bezudo”, Francisco de Hinojosa iba ahora a sitiar la plaza en la que él fue sitiado, pero Hernando de Monroy, el “Bezudo”, se defendió tan heroicamente, que fue imposible tomar Zalamea, que hasta mucho después no fue ocupada, y no por la gente de Solís, si no por las huestes de don Juan de Zúñiga.

Entretenidos en estas cosas terminaba el año de 1474, tan decisivo en la Historia de España, el 11 de diciembre moría en Madrid el Rey don Enrique IV, su hermana doña Isabel era proclamada Reina, por la mayoría de las ciudades grandes, mientras una facción, alentada por el Rey de Portugal, pretendía colocar en el trono a doña Juana la Beltraneja, dudosa hija del fallecido monarca, el reino iba a vivir los decisivos años de transición, iluminados por el resplandor siniestro de las banderías y por las lejanas promesas de la unidad nacional, entre un ayer triste y un mañana sublime, Francisco de Hinojosa , iba a consumir el resto de su existencia, sin la fortuna de alcanzar la grandeza.

Francisco de Solís, queriendo buscar el favor de los Reyes, que la historia les dio a conocer con el tirulo de católicos, pasó a Portugal por Alburquerque, dispuesto a combatir al protector de doña Juana la Beltraneja, dentro de su propio reino, en esta expedición iba don Francisco de Hinojosa, esa campaña fue poco afortunada, y que derrotados en un encuentro con los portugueses don Francisco de Solís, cayó mal herido, recabando auxilio de unos de los soldados, que pasó junto a él,  la casualidad quiso que el soldado en cuestión, hubiera sido criado del clavero don Alonso de Monroy, Golondro, que así se llamaba, al reconocer a don Francisco de Solís, le corto la cabeza.

Tras este trágico fin, sus ropas se dispersaron, emprendiendo regreso a Extremadura, Francisco de Hinojosa, pudo recoger y organizar a alguna de las gentes en desbandada, marchando a la encomienda de Herrera, que administraba su pequeño hijo Gómez de Solís, desde este punto hostilizada la frontera portuguesa, prosiguiendo una guerra de escaramuzas, tanto inquietaba que el bando de don Juan de Zúñiga, llegaron a temer sus correrías, que nos caballeros portugueses apellidados Sousa, de quienes Hinojosa confiaba y consideraba amigo, lo prendieron a traición.

Hábilmente don Francisco de Hinojosa, escapó der las prisiones y con sentido de la caballerosidad y del honor, no tuvo inconveniente en presentarse ante el monarca portugués, para protestar del indigno proceder de sus súbditos, el rey de Portugal, lo recibió con todo afecto, reprendiendo a los Sousa, los cuales se disculparon, aludiendo cierta carta que el Duque de Plasencia, les enseño, haciéndoles creer que era del Monarca portugués, ordenando la detención de don Francisco de Hinojosa. Aunque el Monarca en realidad no castigó a la familia Sousa, por cuya actuación había convenido sin duda al de Portugal, prodigo a Fráncico de Hinojosa, todas las atenciones al uso. Francisco pudo regresar satisfecho a su tierra un Rey, del cual era enemigo, lo había desagraviado en público, y dedicado palabras de alabanza, y lo había estrechado entre sus brazos, no muchas figuras históricas, aun de más categoría, merecieron tales regias deferencias. 

Poco a poco, el panorama nacional iba cambiando, sobre aquella oscura Castilla, tan sombría en tiempos de Enrique IV, se empezaba a ver claridad con el reinado de los Reyes Católicos, todo hacía presentir días de gloria, los pleitos internos, las banderías, las rencillas, agonizaban con finales estertores muy violentos, mientras se iba abriendo caminos a la conciencia colectiva de las grandes tareas.

El valeroso e indomable don Alonso de Monroy, se iba hundiendo en un triste ocaso, libre de su cárcel de Magacela a la muerte de Francisco de Solís, seguía luchando incansable y con poca fortuna, seguía titulándose Maestre, aunque el Papa Sixto IV dio en 1477 bula anulando su nombramiento, contra toda lógica y razón don Juan de Zúñiga, se afirmaba en el Maestrazgo, aunque los caballeros de Alcántara querían mejor tener como cabeza de la orden a un hombre de la experiencia de don Alonso de Monroy, que  aun niño manejado por una ambiciosa madre.

(Miguel Muñoz de Sampedro)

(Orden de Alcántara-Maldonado)



 

Agustín Díaz Fernández

 

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