BREVE HISTORIA DE CÁCERES

                                      CXXXVII

Linajes Cacerenses XXIII

Doña María Manuela de Ovando

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

“Existe o existía en la Casa del Sol de la Villa cacerense, morada de los marqueses de Ovando a la sazón, y hoy en propiedad de los Hermanos de la Preciosa Sangre, dos antiguos retratos pintados al óleo, en uno de ellos una niña en mantillas, adornada con cintas y encajes, en el otro una mujer, aparentando poco más de treinta años de edad, con habito de monja dominica recoleta, los dos cuadros representan a la  misma persona, en doña Maria Manuela de Ovando y Ribadeneyra, hija del primer marques de Ovando, nacida en Filipinas en el año de 1753 siendo su padre gobernador del archipiélago, siendo objeto de cariño y veneración de toda la familia y que cuyo recuerdo perpetuaron en ambos retratos.

El encanto y las delicias de su padre fue esta criaturita, que casado con mujer joven, ya en edad de madurez, encontraba en la angelical placidez de la niña, la alegría y felicidad necesaria para contrarrestar los múltiples cuidados de los asuntos gubernamentales, todo era felicidad y bienestar , hasta que,  cierto día la niña enfermó, y fue de tanta gravedad que los doctores que al punto dieron en llamar, resultaron impotentes contra tanta dolencia, anunciaron a los entristecidos padres, que solo un milagro del altísimo, podría salvar a su hija.

El padre, don Francisco de Ovando, desolado por el presagio, juntamente con su afligida mujer, solicitaron la ayuda divina para el restablecimiento en la enfermedad de su pequeña hijita, bajo la promesa de que si curaba, abandonaría el siglo entrando en un convento, contando con que la niña, y cunado tuviese edad y entendimiento suficiente, diera el visto bueno al cumplimiento de tan rotundo voto.

Y ocurrió que, ya fuera por intervención del altísimo, por el buen hacer de los galenos, o por la naturaleza de la criatura, la niña se salvó, y toda la angustia se convirtió en jubilo, y volvió la alegría al solar de los Ovando, siendo de importancia los festejos que se celebraron en honor al que fuera benigno con sus plegarias. Y ya pasando de niña a mujer, resultó un modelo de encantos, a la que la perfección física se le sumaba el ingenio, la inteligencia, la caridad y las habilidades que por aquellos años practicaban las mujeres, haciendo una vida de comodidades y prestigio, y riquezas tantos como su apellido conllevaba.

Así las cosas, la damita vivía feliz y un número elevado de galanes, que la aturdían sin cesar, piropeándola y dejando sus promesas de amor y felicidad, y escogió pretendiente que mejor se adaptaba a sus ilusiones de casamiento, y ya con el beneplácito de la familia se dispuso el bodorrio, evento que al irse acercando con más lentitud de lo que consentía su impaciencia, daba en pensar en como seria su provenir, lleno de parabienes, vibrando en todo su ser con latidos de una total felicidad.

Todo dispuesto, se fijo fecha para la boda, se prepararon galas, se confeccionaron vestidos adecuados para tan gran ocasión, pero a unas dos semanas del día señalado, el novio cayo en cama, enfermo de cierta gravedad y al poco falleció.

Pasarón días, semanas meses de duelo y viudez sin haber contraído matrimonio, más, el tiempo poco a poco todo va llevando al rincón del olvido, cerrando cicatrices de tristeza y penas.

Y terminado el tiempo adecuado de duelo, nuevos       pretendientes llegaron a la puerta de la muchacha, tratando de   ocupar el puesto vacante dejado por el malogrado amante, y eligió por segunda vez, a cierto muchacho de la aristocracia local, que no tenía que envidiar el lustre de su apellido al primero de los elegidos.

Y como no, de vuelta a los preparativos de boda, y resurgieron las esperanzas de felicidad, encendiendo de nuevo el fuego del amor. Se publicaron las proclamas nupciales, se dispensaron las amonestaciones, se dispuso el ambigú y festejos varios, y el velo de desposado cubrió el bello rostro de la joven marquesa.

Ya, junto a su madre, sus parientes, amigos, aguardaba la llegada del futuro marido, más a la hora fijada, se empezó a escuchar el rumor de gente que apresurada llegaba, después ruidos en las escaleras, ¡el novio y acompañamiento, pensó la joven!, pero en el salón de la casa donde la novia y sus deudos aguardaban, solo apareció un criado de los de la casa, que con el semblante demudado, fue el heraldo de las malas nuevas, las malas más inesperadas por toda la concurrencia.



El novio, que como herido por un rayo, acababa de morir repentinamente al subir por la escalera.

La consternación que produjo fue indescriptible, y tal casualidad constituyo por muchos días la comilla de cotillas, lenguarones, y desocupados varios de entre los del vecindario, de la Puebla de los Ángeles, (Filipinas) poblacion de residencia de ambos contrayentes.

Traicionada de nuevo por el destino, la sentida joven en sus máximas ilusiones, se replegó al dolor, cerro su alma al amor, y de dedicó a llorar sus penas por los rincones de su casa, por la pérdida de la felicidad soñada.

 Pero en la vida de la desdichada joven, Intervinieron las circunstancias, las que creo un infortunado suceso, y es que fallecido don Francisco de Ovando, la viuda del Marques habia vuelto a casarse, con un desdichado marques de Salinas, mujeriego, derrochador y desconsiderado, este calavera marque, tras haber dado a fin con su patrimonio, dilapidó el  muy cuantioso caudal que el Marques de Ovando, habia dejado a sus hijos, y no dio fin al mayorazgo que este fundó, por no estar en el dote al alcanza de sus despilfarradoras manos, disgusto, bochorno, malos tratos, caían sobre su madre y sobre ella, cayendo con más frecuencia y cantidad sobre ella, que sobre la madre, tanto que día tras día, la pusieron al borde de la desesperación.

En esto, solía ir de cuando en vez a Puebla, un Oidor de la Audiencia de Méjico, por nombre Licenciado Becerra, que siendo conocedor de las prendas que adornaban la ya casi madura joven doña Maria Manuela de Ovando, habia cumplidos los treinta y dos años, le solicito en matrimonio, y Maria Manuela lo acepto, sin amor, ya que,  amor no podía inspirarle el maduro togado, pero lo acepto por salir del infierno que  vivía en casa de su padrastro, otorgo la joven su mano, y marcho como si a un sacrificio lo hiciera, pero ciertamente menor que el que a diario consumaba el horrible marques de Salinas.

¿Pero quedó ya libre de aquel despreciado padrastro? Pues ni muchos menos, sucedió que al poco, murió tambien el Oidor, ¡qué horror! debía de ser su sino.

Ocurrió entonces que, una dueña de las de mayor edad que estuvieron de siempre al servicio de la familia, pensando en tato revés que sufría su amita, recordó la promesa de sus padres hecha a los pocos meses del nacimiento de la desgraciada marquesita, y de la que ella habia oído hablar alguna vez en su infancia y dada en el olvido, , y estimando que sus desdichas fueran castigo divino por haber dejado de cumplir el voto que hicieran sus padres, abandonando el siglo, profeso en el convento de las Dominicas Recoletas de Santa Rosa, en la Puebla de los Ángeles, donde puso fin a sus penas y donde falleció al cabo de muchos, muchos año.

(fuente Publio Hurtado-Ayuntamiento y Familias)

     



         LA OTRA HISTORIA DE LA CASA DEL SOL

D. francisco José de Ovando Solís y Rol, nació en Cáceres, de familia de rancio abolengo, tan rancio que por donde quiera que iba la gente se tapaba la nariz del tufillo que desprendía, y como todo Extremeño que se preciara para ganarse la vida tuvo emigrar, y decidió hacerlo a Filipinas , si a la misma filipinas ,como otros paisanos que emigraron a Alemania, a trabajar a la fabricas de mecánicos torneros o fresadores, que cogían el tren este también se fue a trabajar, pero cogió la maleta de cartón y se fue en iberia como era de familia de posibles, solo que lo colocaron como Virrey, ya saben un conocido aquí un ministro con un amigo al que le adjudicaron la carretera a Talaván, uno que conocía de vista a Felipe González, el caso es que lo colocaron de virrey y no se hable más del peluquín, ni de comisiones.

Y como no es bueno que el hombre ande solo por esos caminos de dios o del diablo, averígüelo vd, si es que tiene tiempo, es que a mí me da la risa, se casó por poderes con doña María Bárbara de Ovando y Rivadeneira, y no sé cómo, pero se casó por poderes y como al poco vinieron dos hijos uno primero y otro después, cosas de milagros, pero de estos ya les conté la historia en los dos escudos de la casa del sol uno bueno y otro regular, pero yo me quería centrar en la hija, si, por que esta gente de posibles no se priva de nada, y en el año de gracia de 1.753 nace en filipinas María Manuela de Ovando Solís y Rivadeneira, casi nadie al aparato, y la niña de los ojos de D. sr, marques de Ovando.

Linda, no, no es que fuera linda, guapa pschhhhh, tampoco podemos decir que era guapa, tenía la mezcla de la sangre Española y Mejicana , pero si podemos decir que era resultona, eso sí limpia , la muchacha era limpia como los chorros del oro, todas las mañanas después de beberse su cola-cao con picatostes, bajaba al salón y limpiaba los peces de la pecera, uno por uno no vayan Vds. a creer, había que ver aquellos pececillos nadando felices y contentos en su acuario sin una mota de polvo, después de rezar el rosario se entretenía en hacer gárgaras con el agua de un botijo, y era tanto el arte que tenía la niña en esta disciplina que no tenía paragón en toda Filipinas y ni allende los mares, pero la dicha no se paga con dineros, y cierta mañana Manuelita empezó con una flojeras en las partes meatorias y se fue complicando con unas fiebres tercianas y un soplo en el oído derecho, que le hacía estar todo el día escuchando a un tal Marhuenda, el padre Paco José de Ovando, permítanme que yo le llame Paco, pues desde chicho jugábamos al basket en el mismo equipo, como decía el padre viendo que la niña se iba a cruzar el rio en barca con la parca como remera, decidió llamar al padre Niceto, santo barón confesor de monjas ,de toreros malos y de Esperanza Aguirre, ya ven si se había ganado un puesto en el santoral, pero el hombrecillo ya no podía hacer nada por la chica solo llevarle el viatico y la extrema unción, cosa que hizo dos mil y quinientas y una vez, porque la chiquilla parecía que se reponía por la mañana y por la tarde recaía, así que un día el Padre Niceto dijo al padre Paco, coño D. Francisco José, es que era muy de guardar las formas, porque no ofreces a dios que si la niña se cura la das al convento, veras es que estoy muy cansado de tanto subir y bajar con el viatico,  y fue como mano de santo ,dicho y hecho, curase la muchacha de aquel mal y ya se la solía ver fresca como una rosa o como una lechuga, por aquellos de las alergias ,comprando fruslerías en el mercadillo de los Miércoles, y para celebrarlo el papá, les dijo a todas la familia, ¡Ale haced las maletas que nos vamos a casa abuela , pero la desgracia se cruzó en la travesía y en el galeón Santísima Trinidad año de 1.755 y de un atracón de gambas con gabardina cuando de vuelta a la península D. Francisco José de Ovando Solís y Rol entrego su vida a dios y su carne a los peces, lo de dios es porque así lo pone el diario de abordo y los peces también, no sin antes hacerle prometer a la familia que se vinieran a Cáceres a vivir, que para el efecto de hacer de construir una casa solariega había mandado dineros a su hermano y les había quedado una casita muy coquetona, pero sin dar tiempo a que los peces hicieran la digestión, le dijeron a D. Francisco José, verdes las han segado, hasta más ver que nosotros nos volvemos al terruño y así se lo dijeron al capitán de la nave , da la vuelta Manolo que a la vuelta lo venden tinto.

Pasaron los años y la niña ya convertida en mujer seguía con sus entretenimientos, al de hacer gárgaras se le unía ahora el de escupir a todo el que pasara por debajo de sus ventanas, y hasta había aprendido a hacer pis en el orinal sin ayuda , un portento de virtudes la muchacha, tanto la ponderaba el padre Niceto por donde quieran que le invitaran a tomar chocolate de algarrobas que el padre apreciaba la austeridad, y así levantó pasiones en un joven galán, de familia humilde que había hecho fortuna con el estraperlo con los alemanes de Hitler con el Wolframio en las mimas de Garrovillas de Alconetar, un virtuoso muchacho y pensador, que discurrió que todas las puertas de las casas dan para las calle, y en círculos familiares se decía que era capaz de ver el programa Sálvame enterito sin ir a orinar, ya en la primera visita quedo prendada de él y al poco anunciaron los desposorios, pero a falta de un par de días para el evento, al muchacho le dio un aire, un tabardillo o un Marichalar que los galenos que se hicieron presentes a oscultar al pollo no se ponen de acuerdo en el dictamen, llegando  el caso de que tal día hizo un año.

Pasado el tiempo prudente de luto oficial, la niña volvió sus entretenimientos añadiendo a sus otras virtudes el de hacer pompas de jabón con un sorbete, hasta que un día apareció en su puerta cierto barón de cara lampiña y no, no era del círculo de lectores ni testigo de jehová tampoco, que iba arreglando los paraguas y los asientos de las sillas de enea, y que era un verdadero portento soldando los pucheros con un mechero de la marca Bic, y ya saben que si estudias o trabajas , de donde eres ,te invito a un helado de mantecado, y la cantaba coplillas una que decía;

“si los curas comieran piedras del rio no estarían tan gordos los tíos jodios”

 tanto la hacía reír que la muchacha, dijo si, que si quería,  y se fijaron las bodas para cierto día lugar e iglesia y encargaron el banquete nupcial al restaurante casa Claudio en el Casar de Cáceres, pero al entrar en la iglesia tropezó el novio con unos escalones que había en la entrada y se rompió el alma, y hasta el cordón del corpiño que le había regalado la muchacha en prueba de amor, allí el escándalo, allí el alboroto le decían al padre Niceto ya muy anciano, que le diera algo al muchacho algún cordial, y el santo barón decía que le voy a dar si yo solo pido nunca he dado nada a nadie gratis, y allí quedo la criatura para entregarlo a Juan simón , el enterrador del lugar.

Y otra vez de vuelta a sus entretenimientos la muchacha a los ya sabidos le añadió el andar de una habitación a otra a la pata coja, maravillando a propios y extraños tantas virtudes, menos al padrastro por que la señora María Bárbara de Ovando y Rivadeneira, se había vuelto a casar y este hombre era un ogro y maltrataba a su hijastra, todo lo que hacía le parecía mal, y no fue de extrañar cuando un amigo de este cierto caballero de edad avanzada, viudo, sexador de pollos en ratos libre, un tal Becerra oidor en la audiencia México, y muy aficionado al giro de Italia y según cuenta un cronista hombre con un huevo más gordo que el otro, pidiera la mano de María Manuela y esta vez sí, esta vez casose la muchacha ya mayorcita pues ya estaba en edad menopaúsica, ya se la había pasado no solo el arroz, que también las lentejas se le habían pegado, pero a las pocas semanas y viendo que era mucha bellota para tan poco cerdo, cierta mañana que se despertó María Manuela y pidió a Becerra que le pasara el orinal y este no le contesto al recriminarle se dio cuenta que durante la noche había fallecido, lloró desconsolada pues se dio cuenta que había pasado muchas navidades pero pocas noches buenas, y así quedo viuda por tercera vez habiéndose casado solo una.

Cierto día en pleno luto una vieja criada le recordó la promesa que había hecho su padre, si se curaba la daba al convento, a lo que María Manuela pensó, carajo esa es mi salvación, cumplo la promesa de mi padre y me caso con dios a ver quién tiene huevos ahora a quedarme viuda, y así María Manuela de Ovando y Rivadeneira, ingreso en las dominas recoletas en puebla (México), con el nombre de sor María Bárbara del santísimo sacramento donde estuvo recluida hasta el día de su muerte.

Cierto individuo trabajador avispado del Exclmo, ayuntamiento de Cáceres viendo que el lugar donde se ubica la casa familiar de los Solís o del sol, no tenía nombre habiendo escuchado este el relato de la hija monja de la familia dijo leches ya lo tengo, le llamaremos a la calle Callejón de la Monja.

 (Fuentes Publio Hurtado-Ayuntamiento)



(Fuente Casa del Sol-Historia)            

 

Agustín Díaz Fernández

 

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